Columnas Social

Nuestra salud mental

DR. VÍCTOR ALBORES GARCÍA

ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A.C. (PSILAC)

CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA

ADOLESCENCIA EN EL SIGLO XXI

OCTAGÉSIMA OCTAVA PARTE

Así pues, al revisar la historia de la humanidad de los últimos siglos, podemos reconocer esas profundas divisiones culturales marcadas en una u otra forma en diversas sociedades de nuestro planeta respecto a las funciones y los roles de género, que naturalmente han llegado hasta nosotros en forma de rígidos estereotipos aún presentes en la actualidad en mayor o menor grado, permeando así la identificación y educación de hombres y mujeres. El pensar que tener sueños como producto de su sensibilidad, es una característica exclusiva del sexo femenino, facilita el que aceptemos sin prejuicios e incluso festejemos y acompañemos a las mujeres en sus sueños y en esa variedad de sentimientos y emociones que son capaces de expresar, en forma mucho más abierta en algunas o más discreta en otras. Sin embargo, esa misma capacidad de detectar los sentimientos y las emociones y más aún de expresarlos abiertamente, tiende a convertirse en el hombre, en una especie de tabú, de pecado o incluso prohibición tajante, que ante los ojos y los criterios de una sociedad machista y homofóbica como es la nuestra, lo convierte automáticamente en alguien femenino o feminoide, que definitivamente debe ser excluido del círculo de "los machos", para cargar entonces con la humillante etiqueta de "maricón" que lo excluye hacia otros horizontes. Así es como nuestra educación tradicional y costumbrista desde muchas generaciones atrás, se ha dejado llevar por tales lineamientos estrictos e irracionales, que atrapan y encajonan a hombres y mujeres desde la infancia en estereotipos ridículos, pero generalmente aceptados, sin cuestionamiento. Podemos ser testigos de como a los varoncitos se les ha prohibido llorar, expresar sus miedos o incluso ser demasiado afectuosos o amorosos, reprimiendo así ese fundamental potencial de sensibilidad que poseen como propio y que de ninguna manera es exclusivo del sexo femenino, en quienes tales rasgos son justificados como sanos, normales y apropiados. Por otro lado, a los niños se les ha alentado e incluso premiado para pelear, atacar, luchar, golpear y ser agresivos, consideradas éstas como las cualidades típicas y exclusivas del estereotipo de un "macho", rasgos que obviamente deben ser borrados, evitados y descalificados en el caso de las niñas. ¿Y nos podemos preguntar entonces, biológica, psicológica y socialmente, qué tan reales son estas percepciones y estereotipos tradicionales de nuestra cultura y de las culturas machistas en general? ¿Y qué sucede entonces con ese enorme potencial de sensibilidad humana, con ese cúmulo de emociones y sentimientos que bullen y luchan por ser expresados igualmente en hombres y mujeres, y cómo finalmente podrán ser pues canalizados y reconocidos abiertamente sin necesariamente la exclusividad de un solo género? Me parece que en cierta forma, tanto los adolescentes como los adultos jóvenes de nuestros días están cuestionando, explorando y tratando de encontrar sus propias conclusiones en forma independiente (continuará).

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