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ENFOQUE

Aquellos años 50', 60', 70'. . . de 1900

RAUL MUÑOZ DE LEON

Esto es del siglo pasado. Gómez Palacio era entonces una ciudad tranquila, apacible, romántica; bulliciosa al mismo tiempo, pues ya se vislumbraba claramente su despegue, como preámbulo del desarrollo que tendría más tarde.

Una época en que era frecuente ver a sus autoridades, al alcalde, síndico, regidores y tesorero municipal, convivir con los ciudadanos y coincidir con ellos en la Plaza de Armas o en el Parque Morelos, disfrutando de un "barquillo" de nieve, de un elote, de una jícama con limón y chile o un "durito" de harina, sumergido en una salsa líquida y picosa; duritos y salsa que en sendas canastas y ollas de peltre o aluminio ponían a disposición de dominicales consumidores, los comerciantes ambulantes que ofrecían su artesanal y sabrosa mercancía en los días de fiesta cívica, después de los desfiles escolares y deportivos en los que participaban alumnos y trabajadores, cuando el desfile era del trabajo, el primero de mayo.

Era común y natural en tal circunstancia histórica ver al presidente municipal dar "bola" a sus zapatos (así vimos a Galindo Chávez, a don Ramón González, a don José Rebollo), "trepado" en los cómodos sillones que los aseadores de calzado tenían estratégicamente ubicados en los paseos públicos, mientras el cliente leía un diario, generalmente El Siglo, una revista deportiva o de historietas cómicas, y en algunos casos revistas para adultos, que el propio artesano aseador ofrecía para atraer el mayor número de clientes.

Y en el kiosko de la Plaza, la Banda de Música, interpretando marchas, polkas, valses, pasodobles y danzones, amenizando las reuniones familiares, bajo la batuta del maestro José Mireles, el maestro Arturo Segovia o el profesor Francisco de la Fuente, que fueron directores del conjunto musical en diferentes etapas de su historia, mientras muchachos y muchachas daban vueltas por los andadores de la Plaza, en sentido contrario; ellos venían y ellas iban, y al encontrarse un guiño de ojo, un clavel o una rosa, una sonrisa pícara y nace una nueva relación. Se sabe que muchos noviazgos que terminaron en matrimonio, tuvieron su inicio en estas rondas propias de los años de aquel Gómez Palacio.

Formando parte del paisaje y de la estampa urbana, se veía a los "globeros" y a los vendedores de "algodones de azúcar", una delicia para los niños; el "cohetero" que vendía "palomitas de pólvora", saltapericos, garbanzos de color aluminio, revestidos con material explosivo llamados "brujas", que los juguetones niños y aun los adultos lanzaban a los pies de las personas, de confianza o no para "asustarlos" y hacerlos brincar para eludir la quemadura del garbanzo.

Y luego, las famosas y populares "palomitas", fabricadas domésticamente a base de papel periódico comprimido, de forma triangular, rellenas de pólvora, con una "mecha de hilo" sobresaliendo que al encenderla hacía que la "bomba" explotara, produciendo un fuerte estallido. Estas palomitas, consideradas como piezas de juego infantil, fueron prohibidas por las autoridades porque en más de una ocasión provocaron incendios y explosiones, poniendo en peligro vidas y bienes de las personas.

Los vendedores de manzanitas revestidas de azúcar en colorante rojo, empotradas en un largo trozo de árbol de mezquite, con perforaciones, que el "manzanero" se ponía sobre su hombro para colocar ahí la mercancía que tenía mucha demanda entre los infantes y las personas mayores. Por la noche ir a los tacos de Simón, en "Los Dorados", o a los tacos del Bar "Los Amigos" de don Salvador Medina Montalvo, o con Martín, conocido también como Martha; taquitos de deshebrada, de papa, de picadillo, de frijolitos. A $1.50 la orden de 6 piezas ¡Qué ricos! Acompañados de un "escuís", una Betito, una "jippo" o una "orange", para que "resbalen", decía la "raza".

Muy lejos estábamos entonces de la computación, de los celulares, del internet, del you tube, del netflix, del twitter, del facebook, y, sin embargo, nos comunicábamos perfectamente, había acercamiento y relación basada en el conocimiento de unos y otros. La mayoría de las familias se conocían, de tal forma y a tal grado que cuando una dama comunicaba a sus padres que tenía novio y les proporcionaba el nombre del galán, inmediatamente salía el parentesco: ¡ah sí, el hijo de fulano; el hermano de zutano; el cuñado de perengano!, pues cuídate hija, porque ese muchacho es "tomador" y muy "noviero", y además ¡no trabaja!, decían las mamás de las muchachas, alertándolas.

Era la época de las "matinées" dominicales, primero en el Club Lagunero, después en el Edificio Willy, por el Bulevar Miguel Alemán, que organizaba el Grupo "Amigos de Siempre", amenizados por La Comparsa Universitaria, unas veces, otras por Los Pandava, por Los Yenkas o por la Orquesta de Sammy Hernández, matinées muy populares y concurridos que tuvieron prestigio y aceptación durante muchos años, eventos que, lamentablemente, desaparecieron.

Época romántica y nostálgica de ir a la "botana" y a los "calditos", al Francia, al Carlos, al Filarmónicos o al Club Verde y al Cuevas, entre otros bares, donde se platicaba con los amigos y se estrechaban las relaciones sociales, fortaleciendo la solidaridad. Se escuchaba entonces "Gema", de Güicho Cisneros, el orgullo de Santa Rosa, cantada por Los Dandys que mucho éxito tuvieron con los temas: Como un Duende, Negrura, Alma de Cristal, Cerca del Mar, Tres Regalos y muchas más.

Noches de lucha libre para ver a técnicos contra rudos, en la Arena Olímpico Laguna de los Hermanos Dipp, aplaudir o "abuchear", según el caso al Santo, a Blue Demon, a Black Shadow, al Médico Asesino, al Enfermero; a la Tonina Jackson, al Cavernario Galindo, a Dorrell Dixon, a Tarzán López, que peleaban "máscara contra cabellera"; la emoción al ver quitarle su capucha al enmascarado, o cortarle la cabellera al perdedor de la lucha; ir a las funciones de box para ver a "Calucas" Ríos, Claudio Adame, Javier Zataráin y a Boby Cervantes; en la misma Olímpica, las Noches de Buen Humor o Tercia de Ases, los viernes, animadas por el comediante "Rascacielos", poniendo concursos entre los asistentes y la presentación de cantantes y cómicos de la región, espectáculos que divertían al público.

Ver en las calles al célebre Julio "Cajitas", con su gran diente de fuera cantando acompañado de su "bongó", (una lata vacía de cerveza o de refresco) aquella canción de tono pegajoso que estaba de moda: "el alacrán, cran, cran; el alacrán cran, cran, ulululú"; por la noche, ya muy noche, escuchar el pregón del "Pura agüita, pura agüita!!!", que ofrecía nieve de garrafa, con "recaudo o sin recaudo"; la gente decía que el recaudo era un cigarro de mariguana. Tiempo de la cerveza Cruz Blanca, del Sidral Dos Manzanas; del café K-cero, del Estrella 57, Café Colón; del Chocolate Abuelita y del pan de La Reynera.

En los años 50 circuló por las calles de Gómez Palacio el primer automóvil convertible de la Laguna; un auto Ford, probablemente modelo 1955, de color azul cielo, con franjas laterales de color blanco, llantas de cara blanca con rines deportivos, cuyo dueño era don Pedro Cruz Castañeda Frayre, a quien cariñosamente se le conocía como Pepe; casado con doña Cuquita Carrizales, padres de dos hijas, Carmela y Rosa, y dos hijos, Mario y Juan; don Pepe era propietario de un taller mecánico en diésel de motores estacionarios, ubicado por la avenida Aldama, entre las calles Escobedo y Patoni. ¡El auto convertible fue la sensación en aquel momento! Tan elegante, que lo contrataban para exhibir en él a las reinas de la Feria del Algodón de Torreón, según platica Roberto Castañeda Andrade, esposo de Eva, mi hermana.

Bonita etapa esa de aquellos años con la revista cómica de crítica social "La Familia Burrón", que vivía en una típica vecindad de uno de los barrios pobres de la Ciudad de México, integrada por los personajes Doña Borola, quien se creía de la "alta", Don Regino, de oficio peluquero, quien representaba la prudencia, la cortesía, el sentido común, para no caer en las trampas que le ponía su esposa; los hijos Regino chico, Macuca y su novio "El Tractor", y el adoptado Foforito, que doña Borola decía era una "bala perdida" de don Regino Burrón.

Las revistas Já Já, Vea (para adultos), Confidencias (para las señoras), Memín Pinguín, con su "Mama Linda" Eufrosina (para los menores), el periódico deportivo La Afición eran la lectura de la gente de aquella época, época de la novela radiofónica "Corona de Lágrimas"; gente que también escuchaba y cantaba el Corrido de Pancho López, éxito de los Hermanos Reyes con Teresita:

Nació en Chihuahua en 906,

En un petate bajo un ciprés,

A los dos años ya hablaba inglés

Mató a dos hombres a edad de tres

A los cuatro años sabía cantar,

Tocar guitarra y hasta bailar

A treinta yardas podía atinar

Al ojo de un piojo y sin apuntar.

A los cinco años sabía montar,

La carabina sabía pulsar

Y su papá lo dejaba fumar

Y se emborrachaba con puro mezcal.

A los seis años se enamoró,

Luego a los siete, pues se casó,

Lo que tenía que pasar pasó

Y a los ocho años, papá resultó.

Aquí la historia se terminó,

Porque a los nueve Pancho murió;

Y el consejo de la historia es:

¡No vivas la vida con tanta rapidez!

Pancho, Pancho López,

¡Viviste como un ciclón!

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