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Lecciones de los sismos

Opinión - Jaque mate

Lecciones de los sismos

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SERGIO SARMIENTO

En la experiencia reciente vimos varios casos de edificios relativamente nuevos en los que no se respetó la normativa vigente.

Los terremotos de septiembre han dejado muchas lecciones. Quizá la primera es que los nuevos códigos de construcción sí han funcionado. La enorme mayoría de los edificios que se cayeron o sufrieron daños son anteriores a las modificaciones a las normas de edificación surgidas tras los sismos de 1985. Algunos inmuebles nuevos sufrieron daños, pero la información sugiere que en estos casos no se cumplió la normativa. La corrupción se ha convertido en el mayor enemigo de la seguridad.

Lo ocurrido este mes de septiembre nos recuerda nuevamente que vivimos en un país sísmico. México se ubica en un punto de confluencia de placas tectónicas cuyos movimientos provocan la mayoría de los terremotos percibidos. De hecho, no sería imposible que pudiéramos sufrir fenómenos vibratorios más fuertes de los que hemos tenido en las últimas décadas. El seísmo del 7 de septiembre en el golfo de Tehuantepec alcanzó una magnitud de 8.2 por ciento, la más alta en siglos, pero hay un registro de uno de 8.6 grados, con epicentro en Oaxaca, en 1776, el cual generó un fuerte tsunami. Es muy probable que en tiempos anteriores haya habido casos todavía mayores de los que, sin embargo, no quedó evidencia.

Buena parte del país seguirá sufriendo temblores de tierra. Los de 1985 y 2017 pueden ser rebasados por otros movimientos telúricos. Esto obliga a mantener o mejorar los códigos de construcción que se han venido aplicando a partir de 1985. Pero es importante que no sólo se tengan buenas reglas, sino que éstas se apliquen. En la experiencia reciente vimos varios casos de edificios relativamente nuevos en los que no se respetó la normativa vigente.

Los códigos de construcción son indispensables, pero no son la única herramienta de seguridad. Los simulacros realizados todos los 19 de septiembre se han convertido en una molestia y una rutina para muchos, mas resultan útiles en caso de un seísmo para saber cómo reaccionar. Cuestiones sencillas, conocer las salidas de emergencia de un lugar y saber dónde hay que colocarse, pueden ayudar a salvar vidas.

Otra lección, una muy importante, es la necesidad tanto de obligar a que las estructuras nuevas sean construidas con mejores requerimientos como de realizar revisiones técnicas de inmuebles viejos. La mayor parte de los edificios colapsados fueron alzados en fechas anteriores a 1985. Muchas vidas pudieron haberse salvado de huberse hecho revisiones estrictas.

En un asunto relacionado, queda claro que la atención de los medios de comunicación se sigue concentrando en la Ciudad de México. La actividad sísmica que afecta a la capital de la república deja un mayor número de muertos, cierto es, en buena medida por la densidad poblacional. Empero, esto no justifica que sea tan desproporcionado el interés de los mass media. Hubo una cobertura impresionante ante el terremoto de 7.1 grados del 19 de septiembre porque dañó severamente a la metrópoli. Hubo mucha menos atención al del 7 de septiembre, de 8.2 grados, cuyos efectos se concentraron en el Istmo de Tehuantepec, esto a pesar de que destruyó virtualmente la ciudad de Juchitán, Oaxaca, y otras poblaciones de ese estado y de Chiapas.

Mucho hemos aprendido. Realmente las cosas se hicieron mejor en este 2017 que en 1985. No obstante, es claro que falta mucho por avanzar. Los sismos van a seguir siendo una constante en territorio mexicano.

Twitter: @SergioSarmiento

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