(Primera parte)
Cómo me impactó, cómo me conmocionó psicológica y emocionalmente, la visita que don Higinio Esparza Ramírez realizó a una casa para adultos mayores, mejor conocido como Asilo de ancianos, para visitar a uno de sus buenos amigos de la juventud, y aunque así es, no deja de afectar, afectarnos emocionalmente a los que ya somos "unos adultos en la última etapa de nuestras vidas", y que la narra de la siguiente manera:
"Son las doce del día, los viejos salen de su ensimismamiento y se programan para disfrutar la comida de la una de la tarde…". "Algunos platican y otros cabizbajos muestran en su semblante la fatiga de los años y permanecen en silencio".
Cuando somos niños, adolescentes, jóvenes en la primera etapa de la vida adulta, jamás pasa por nuestra mente, jamás reflexionamos que quizá, tal vez esas bellas etapas que estamos viviendo algún día quedarán atrás, sí, ¡muy atrás! y si nos va bien, podamos llegar a esa etapa de la vida que actualmente se llama "la tercera edad" y que poco a poco, a través de muchos años, vamos sustituyendo, primero a nuestros abuelos y posteriormente a nuestros padres, como debería ser la ley de la vida, pues como tal vez, muchos hemos llegado a escuchar: "en tiempos de paz, los hijos sepultan a los padres, en cambio, en tiempo de guerra, son los padres los que sepultan a los hijos".
"…Los hay optimistas que ambicionan reintegrarse a sus familias y recuperar el trabajo que ocupó su vida activa, pero otros se entregan a su desvarío para eludir la triste realidad": "Saliendo de aquí pondré una huerta aguacatera", repite a cada rato un antiguo campesino, y un nonagenario no olvida su antiguo oficio de conductor de trailers, pero también hay los radicales, un maestro jubilado se niega a comer durante quince días y fue alimentado a la fuerza con líquidos y popotes hasta que recuperó las ganas por la vida.
En múltiples ocasiones, he comentado y también lo he escrito, que la juventud, la primera etapa de la edad adulta, es para educarnos, prepararnos tanto física como mental y psicológicamente para otras etapas de la vida; que la primera etapa, la juventud, hermosa por cierto, es sumamente corta, y hay que invertirla en prepararnos académica y culturalmente cursando la licenciatura que se elija, y por qué no decirlo, efectuar cursos de postgrado, maestría y doctorados en la profesión que se haya elegido, ya que, no me cansaré de repetir, la vida adulta es mucho, pero mucho más prolongada y hay que tratar de llegar a ella en las mejores condiciones físicas, intelectuales y económicas para no ser una carga para nuestros descendientes el día de mañana.
En realidad, en la actualidad no hay pretextos para que los jóvenes que terminan su secundaria y preparatoria continúen con alguna licenciatura, pues muchas de ellas están a su alcance en prácticamente todas las grandes poblaciones del país, ya es más común que antaño, hablamos de más de medio siglo atrás, que actualmente se puede estar trabajando y estudiando a la vez para elevar el nivel escolar, es decir, ir integrando su "curriculum vitae" que los ayudará a encontrar mejores oportunidades de trabajo y a esto debemos agregar el conocimiento del idioma universal: el inglés, y consciente e inconscientemente, nos estamos preparando para la última etapa de nuestras vidas, y al llegar a la deseada y esperada jubilación, ya sea a la edad que se determine actualmente, sea a los sesenta o sesenta y cinco años, y de esta forma asegurar para el resto de nuestros días una pensión digna y suficiente para vivir con dignidad y sin contratiempos el tiempo que tengamos asignado, mismo que nos ayudará a realizar los sueños, los planes, las ilusiones que quedaron truncadas durante no menos de tres décadas que normalmente son los que invertimos en educar a los hijos, hacerlos autosuficientes, listos para que la historia de la vida vuelva a repetirse: formar sus propios hogares, integrar una familia, educarlos lo mejor que les sea posible y dejarlos volar, vivir sus propias experiencias, sin intervenir en lo que cada uno de ellos decida realizar con su vida, sus vidas.
