Los populistas

Los había en la vieja Atenas y también en la república de Roma. Tanto Benito Mussolini como Adolf Hitler lo fueron. En los últimos años, Hugo Chávez fue claramente populista, como lo ha sido su sucesor: Nicolás Maduro.

¿Estamos condenados al populismo? La pregunta es necesaria. Hay una tendencia creciente de los electores del mundo por apoyar a los partidos y candidatos populistas. En algunos casos éstos han sido derrotados en las urnas, en otros han conseguido el poder. En un momento en que la ciudadanía está cada vez más cansada de la ineficacia de la política tradicional, el populismo se presenta como una salida rápida a las demandas de la sociedad.

¿Qué es el populismo? Para empezar, hay que decir que no es ni de izquierda ni de derecha. Hay populistas de varias tendencias ideológicas. Se trata de un método, más que de un objetivo; es una forma de alcanzar el poder y de enfrentar los problemas.

Quien encabeza un movimiento de este tipo promueve soluciones fáciles a cuestiones complejas. Usualmente tiene fuerte carisma personal y considera que sólo él, o ella, puede garantizar la honestidad y la moral pública en la administración pública. Todos los demás, los que no están con él, son por necesidad corruptos.

Los populistas siempre dicen que enfrentan conspiraciones perversas de enemigos poderosos que buscan impedirles llegar al gobierno y cumplir su misión de acabar con los males sociales. Son usualmente nacionalistas y recurren a la desconfianza hacia los extranjeros para incrementar su popularidad.

El populismo no es un fenómeno nuevo. Es quizá una consecuencia inevitable de la democracia. Los había en la vieja Atenas y también en la república de Roma. Tanto Benito Mussolini como Adolf Hitler lo fueron. En los últimos años, Hugo Chávez fue claramente populista, como lo ha sido su sucesor: Nicolás Maduro. En Europa, tanto el italiano Giuseppe Grillo, que se dice ecologista y se opone al libre comercio, como la francesa Marine Le Pen, de derecha y enemiga de la inmigración, son populistas. También lo son los grupos que en el Reino Unido ganaron el plebiscito para retirar al país de la Unión Europea.

Quizá el representante de esta tendencia con mayor éxito hasta el momento sea Donald Trump, quien salió de la irrelevancia política para convertirse en presidente de la nación más poderosa del mundo. Trump tiene carisma personal, la capacidad para simplificar problemas complejos y la idea obsesiva de que todos los que están en contra suya son personajes perversos que sólo quieren debilitar a los Estados Unidos. Las sólidas instituciones republicanas y contrapesos del poder en la Unión Americana han impedido que Trump haga tanto daño como podría haber hecho, pero claramente dejará escombros a su paso.

La gran pregunta es si Andrés Manuel López Obrador es también un populista. Sus declaraciones y soluciones a muchas de las dificultades nacionales lo son. También cuadra con el diagnóstico su idea de que hay una gran mafia del poder que busca impedirle llegar al poder. Como jefe de gobierno de la Ciudad de México, sin embargo, fue distinto. Trabajó con el sector privado y respetó en buena medida las leyes. En general, no gobernó como populista.

El crecimiento del populismo en el mundo es muy claro. El gran riesgo es que los gobernantes de ese corte suelen convertirse en dictadores. Tarde o temprano sus políticas fracasan, pero nunca aceptan haberse equivocado. Siempre culpan a los demás, a los medios corruptos, a las mafias del poder, a los empresarios. Es en este punto donde se vuelven peligrosos.

Twitter: @SergioSarmiento