Admirados. Los rescatistas japoneses dieron muestras de su entrega y su disciplina. (TWITTER)
Los rescatistas japoneses demostraron ayer que la solidaridad trascienden fronteras y las barreras del lenguaje. Callados, disciplinados e incansables, los nipones no necesitaron pronunciar una sola palabra para conquistar el corazón, o el "kokoro", como dijeron algunos, de los mexicanos. Con sus trajes mitad naranja, mitad azul, la mayoría de ellos de talla baja y todos delgados, trabajaron jornadas de más de 15 horas de rescate en el multifamiliar que se derrumbó en Tlalpan y Taxqueña.
Sin importar que se tratara de un humano o una mascota, pusieron todo su ímpetu para sacar la mayor cantidad de vidas posibles de los escombros. La madrugada del domingo recuperaron el cuerpo de un señor, que -de acuerdo con fuentes presentes en el lugar- era plomero. Ante ello, los orientales guardaron un minuto de silencio a manera de respeto. Horas más tarde, el júbilo se desató en medio de la tragedia: en silencio y con precisión quirúrgica, los japoneses rescataron un perro schnauzer miniatura que llevaba atrapado cinco días sin agua y sin comida. Los presentes aplaudieron y hubo quienes lloraron de alegría. Entre tantas malas noticias, los rescatistas de Japón alegraron a los mexicanos.