Siglo Nuevo

Casa Rivas Mercado, rehacer un símbolo

El recuperado resplandor del ayer

Perspectiva de la fachada principal del inmueble. Foto: Fundación Conmemoraciones 2010.

Perspectiva de la fachada principal del inmueble. Foto: Fundación Conmemoraciones 2010.

YOHAN URIBE JIMÉNEZ

En el corazón de la Colonia Guerrero de la Ciudad de México, una casona, ubicada en la calle Héroes número 45, conserva en la memoria de sus muros el eco de un pasado de grandeza. En su interior vivió una de las familias que protagonizó parte del movimiento cultural e intelectual mexicano de inicios del siglo XX y por sus pasillos desfilaron escritores, políticos, artistas y personalidades de un país lleno de contrastes. Luego de casi una década de trabajo, el resplandor de su arquitectura ecléctica vuelve a brillar, totalmente restaurado, y sus puertas se abren al público para narrar historias y convertirse en un polo cultural en el centro del país.

La Fundación Conmemoraciones 2010 presentó la restauración de la Casa Rivas Mercado, emblemático inmueble de gran valor arquitectónico e histórico, y elemento importante del patrimonio cultural de nuestro país.

La residencia, diseñada por el arquitecto Antonio Rivas Mercado y construida en 1898 en la calle Héroes de la colonia Guerrero, uno de los barrios más antiguos y famosos de la capital mexicana, es un ejemplo destacado del eclecticismo del siglo XIX en términos constructivos.

El rescate de la casona fue producto de una iniciativa lanzada por los propios habitantes de la Guerrero. Unos jóvenes buscaron a la escritora Kathryn Blair, autora de la novela “A la sombra del Ángel” y nuera de Antonieta Rivas Mercado, para contarle que la simbólica edificación se encontraba al borde del colapso. Blair buscó a Ana Lilia Cepeda, entonces directora del Centro Histórico de la ciudad, para solicitarle que se realizará una intervención dirigida a rescatar el inmueble donde vivieron los protagonistas de su libro.

El gobierno capitalino adquirió la propiedad con la intención de emprender los trabajos para rehabilitar un espacio con valor tanto histórico como arquitectónico. Todo lo que transcurre en la narración de la escritora, sucede precisamente en esa dirección. Entre esos muros, Antonieta Rivas Mercado vivió su infancia y juventud. Se dice que se casó en esa casa a los 17 años de edad con Albert Edward Blair, de origen inglés y de quien se separó después de una complicada disputa por la custodia de su único hijo. Atraída por temas de índole político, más tarde formó parte del contingente que acompañó a José Vasconcelos en su candidatura por la Presidencia de México.

Restablecer los 1 mil 590 metros cuadrados de construcción implicó luchar contra el hundimiento y el deterioro estructural. El lugar tiene sótano, dos niveles con techos inclinados y una galería abierta al frente que permite el acceso a la residencia por el centro. Sus elegantes fachadas son de cantera y está edificada a base de gruesos muros de tabique de barro, posee entrepisos entablados con viguería de madera y techos de lámina.

Otro elemento destacado de esta pieza de patrimonio es la riqueza de su decoración, una compuesta de presencias clásicas como las columnas de orden dórico de la galería frontal, las balaustradas renacentistas de las terrazas y el frontón que corona el acceso principal.

También reúne laboriosos detalles de inspiración preshispánica en las pilastras de la terraza, decoración morisca en losetas cerámicas de frisos en fachadas, componentes victorianos en puertas y ventanas así como accesorios decorativos característicos del art nouveau. Sobresalen espléndidos mosaicos encáusticos de manufactura inglesa que suman aproximadamente 50 mil unidades con 90 diseños distintos.

Los trabajos de restauración arquitectónica iniciaron en 2008. Ese año, el inmueble construido sobre un terreno de 2 mil 570 metros cuadrados y que forma parte del catálogo de patrimonio artístico del Instituto Nacional de Bellas Artes, fue cedida por el gobierno de la capital a la Fundación Conmemoraciones 2010, a través de un permiso temporal revocable, para que ésta se hiciera cargo de las tareas de remediación.

Hoy, convertida en un nuevo espacio cultural, la casona fue entregada en comodato por 20 años al patronato de la fundación. Abre sus puertas, en una segunda etapa de consolidación, como el Centro Cultural Rivas Mercado, un proyecto concretado mediante la participación de autoridades federales, del gobierno de la ciudad y de la sociedad civil.

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Foto: Archivo Fundación Conmemoraciones 2010.

MISTICISMO

En ésta casa de la Colonia Guerrero acontecieron varios sucesos importantes en la vida de Antonieta Rivas Mercado; sólo por mencionar dos: allí fue bautizada y allí contrajo matrimonio.

La historia del inmueble es tan literaria que hasta da la impresión de vérselas con un personaje de ficción; se alzó para atestiguar los últimos quinquenios del profiriato; le tocó la tromba de la Revolución. A diferencia de otros hombres con recursos, el hacedor de la edificación, el arquitecto Antonio Rivas Mercado, decidió mantenerse en el país cuando estalló el conflicto armado. Al trancar la puerta que conducía hacia otras latitudes, la familia se quedó a vivir la construcción del México moderno posterior al conflicto social.

El interior del domicilio, esas habitaciones a las que se ha devuelto su orgulloso porte, guarda las voces de personajes como Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Andrés Henestrosa y los contemporáneos. Con todos ellos, Antonieta entabló una entrañable amistad que terminaría por definir parte del proyecto cultural de ese país que le tocó vivir. El guión museográfico de la casa tiene por objetivo narrar esos capítulos de la vida de sus ocupantes, tanto los permanentes como los fugaces.

“La casa estuvo en riesgo de demolición y cuando nos buscaron para salvar este inmueble, trabajamos para que el gobierno de la ciudad la adquiriera; más tarde, con la fundación, empezamos el proyecto que hoy podemos mostrar al público como una atractivo para los capitalinos, pero también para las personas del interior de la república que vistan la ciudad”, comenta Ana Lilia Cepeda.

A está dirección, explica la presidenta del patronato, será trasladada la cabeza original del Ángel de la Independencia, la Victoria Alada, que se cayó tras el terremoto de 1957; formará parte de la exposición permanente. Pesa cerca de cuatro toneladas y es espectacular a la vista del público; dará un valor agregado a quienes acudan a conocer este rincón de histórica importancia.

La familia Rivas Mercado habitó el número 45 de la calle Héroes cerca de 26 años. Luego, el bien fue adquirido por una familia de apellido Sosa que lo utilizó durante 60 años. El uso hogareño dio paso al docente y éste al de acogida, es decir, se convirtió en escuela y, más adelante, en internado. Estuvo abandonada por más de dos décadas. Luego vino la exitosa novela de la autora inglesa y al difundirse la importancia de esa residencia hubo quienes se dieron a la tarea de saquearla.

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Aspectos generales del alto grado de deterioro que existía en el inmueble. Foto: Archivo Fundación Conmemoraciones 2010.

TRABAJO EJEMPLAR

La coordinación general de las labores de restauración estuvo a cargo de la maestra Ana Lilia Cepeda, presidenta del Patronato de la Fundación Conmemoraciones 2010. En los esfuerzos por rehabilitar esta pieza patrimonial contó con el apoyo de los gobiernos federal y de la Ciudad de México. Del proyecto arquitectónico se hizo cargo Gabriel Mérigo. La colocación de pisos ingleses de mosaicos encáusticos fue supervisada por el restaurador Luciano Cedillo.

La intervención recuperó los valores originales de la Casa Rivas Mercado. La edificación padecía un serio deterioro y ya se había planteado que fuera demolida, incluso ya se había entregado al INBA un informe en el que se recomendaba destruirla porque podía colapsar.

Algunos de los trabajos realizados fueron: el retiro de adiciones ajenas al conjunto, demolición del edificio anexo recargado en el monumento, eliminación de microflora, fauna parásita y de alteraciones al sistema constructivo original; reposición de cantera, remoldeos, injertos y sustituciones; así como restauración de elementos de madera, herrería y decorativos.

Con lo anterior, el hogar de los Rivas Mercado recuperó el esplendor que tuvo cuando fue concebido y donde se trazaron obras que se han convertido en símbolos de identidad de la capital. Entre esos muros, en su despacho, el arquitecto Antonio Rivas Mercado proyectó gran parte de sus obras, incluida la Columna de la Independencia, y bajo ese techo nació y vivió su hija Antonieta, gran promotora cultural del país,.

La Fundación Conmemoraciones 2010 y su Patronato, está integrada por Ana Lilia Cepeda De León, Cristina Artigas Walther, Martha Chapa Benavides, Carla Estrada Guitrón, Julieta Armida González Morales, Antonio Juan Marcos, Guadalupe Loaeza Tovar, María Teresa Matabuena Peláez, Rafael Micha Smeke, Bruno Newman Flores, Guillermina Pilgram Santos y Alejandro Soberon Kuri.

El proyecto ejecutado, además de alcanzar la meta de rescatar un bien inmueble con valor histórico y artístico, es también el inicio de una singladura que busca posicionar a ese espacio como un nuevo punto de encuentro para exposiciones y coloquios con los habitantes de la Guerrero y de la ciudad.

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Foto: Archivo Fundación Conmemoraciones 2010.

SUMA

Creada en 2007, en torno al Centenario de la Revolución y al Bicentenario de la Independencia de México, la fundación tiene como objeto social recuperar fincas que reúnan los requisitos para ser consideradas patrimonial material.

El patronato de la fundación se propuso reacondicionar la residencia levantada a finales del siglo XIX, un ícono para la urbe toda vez que Antonio Rivas Mercado, uno de los arquitectos más importantes del porfiariato, además de la Columna, diseñó el salón de Embajadores de Palacio Nacional y la casona donde hoy se ubica el Museo de Cera en la colonia Juárez.

Si bien la importancia arquitectónica (su valor estético) de la residencia puede ser objeto de juicios diametralmente opuestos, el carácter simbólico y el prestigio generado por la calidad de las figuras que allí se reunieron, además del contexto en que lo hicieron, están fuera de duda. La propiedad tiene la capacidad de transportar al visitante a una época de rupturas con las formas y grandes personajes del devenir nacional, sin olvidar que esos muros fueron los primeros en tener novedades de los trazos de uno de los constructores del México moderno.

Ana Lilia Cepeda preside el patronato de la fundación e impulsó las labores de restauración. Para la correcta ejecución del proyecto, relata, se adquirió un predio contiguo a la propiedad que se integrará al área sujeta a intervención.

A lo largo de 9 años, explica, la fundación fue recabando fondos tanto públicos como privados para concretar una renovación cuyo costo superó los noventa millones de pesos.

Cepeda coordinó esfuerzos similares en locaciones como el Ex templo de Corpus Christi, el Panteón de San Fernando, la Esmeralda y el Museo Carlos Monsiváis. Además, fue Directora General del Fideicomiso del Centro Histórico de la Ciudad de México.

Afirma que recuperar estos bienes inmuebles es fortalecer al país. La Ciudad de México, que fue llamada 'la ciudad de los palacios', tiene solamente en el Centro Histórico más de 1 mil 500 inmuebles con valor monumental.

“La complejidad de la restauración cuando empezamos a hacer los levantamientos y las calas, para empezar a ver lo que había que hacer, nos llevó a a descubrir que (la casa) tenía unos pisos fantásticos de manufactura inglesa con más de noventa diseños diferentes, para lo que contamos con el trabajo tanto del doctor Gabriel Merigo como del maestro Luciano Cedillo, quien fue director del INAH. Se trata de un esfuerzo de varios años donde hubo constancia, tenacidad de un equipo grande y de un patronato convencido”, explica Ana Lilia Cepeda.

Además de honrar el pasado, como indica la directora Cepeda, este sitio tiene el potencial para convertirse en un detonante económico de la Guerrero. Ya es un punto de destino del turibús.

Para estimular su faceta de lugar de encuentro se está organizando una serie de talleres para niños, jóvenes y adultos, pero haciendo hincapié en programas infantiles de formación patrimonial. La intención del patronato es que los niños conozcan más de historia y del patrimonio de su urbe y defiendan la riqueza de las calles por donde caminan.

La idea de aprovechar la Casa Rivas Mercado no se limita a efectuar un rescate arquitectónico e histórico. El patronato contempló dentro de las tareas a realizar la opción de que la edificación contribuya a un cambio social y comunitario en el tradicional sector de la metropolí. Durante la búsqueda de recursos, los integrantes de la organización escucharon voces que se negaban a invertir por la ubicación del lugar en un sector conflictivo. Para vencer la resistencia, los del patronato trataban de explicar que es indispensable respaldar este tipo de proyectos ya que permiten reconstruir el tejido social.

El edificio a un costado de la casa será demolido (no tiene valor arquitectónico) y ahí, comentó la directora, la intención es empezar a trabajar un programa cultural integral en el que haya conciertos, presentaciones de libro, cursos, talleres.

“Estaremos consiguiendo recurso, tenemos la donación de un biblioteca para contar con un programa de fomento a la lectura, la finalidad es que sea cien por ciento cultural y abierto al público, también contemplamos instalar un museo de sitio que hable de la familia Rivas Mercado y de la propia restauración”, explico la directora.

A raíz del satisfactorio resultado obtenido en el que fuera hogar de un célebre arquitecto porfirista y de una importante gestora y promotora de la escena cultural mexicana, la fundación ha sido invitada a hacerse cargo de otros proyectos de restauración.

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Vista del piso terminado del antiguo comedor externo Foto: Archivo Fundación Conmemoraciones 2010.

RESPLANDOR RECOBRADO

Para el arquitecto Gabriel Merigo, estar a cargo de la restauración de la residencia de un personaje como Antonio Rivas Mercado tiene un valor emotivo que se desglosa en dos perspectivas.

La primera consiste en que cualquier proyectista planea lo mejor de sí mismo para sí mismo. “cuando un arquitecto construye su propia casa, es muy especial, porque se permite algunas cosas que sería muy difícil que hiciera con la casa de algún cliente”, explica Merigo refiriéndose a la Rivas Mercado.

El segundo punto, es que era un profesional de vanguardia, un alma libre, un hombre muy viajado, con mucha cultura y muchos referentes docentes, no por nada trabajó como director en la Escuela de San Carlos, Bellas Artes. El creador de la Columna no sólo destacó en el arte que eligió para hacer carrera, también forjó una reputación en la academia, y ésta casa era el lugar que diseñó para vivir con su familia.

Por estas razones define su contribución a los empeños dirigidos a recobrar el brillo del número 45 de la calle Héroes como uno de los trabajos más importantes que ha tenido.

“El arquitecto Rivas Mercado era un hombre que retaba lo que existía en aquel momento, que era el racionalismo, un movimiento muy rígido en el que todo se desarrollaba a partir de la mente. Los sentimientos, la inspiración y este tipo de conceptos pasaban a segundo término, razón por la que la arquitectura que se producía era clásica, con el lenguaje racionalista. En ésta casa se ve que él ya no comulga con tal actitud tan rígida y se sube al carro del romanticismo que se empieza a ver en todo el mundo”, explicó Merigo en entrevista con Siglo Nuevo.

El discurso fundamental del romanticismo es el eclecticismo, algo que se percibe en la casona a simple vista. Nada más acercarse al inmueble es posible detectar que la estructura responde a propuestas del corazón, de los sentimientos, que se abre a la espontaneidad del talento; sigue, en fin, una dirección que no necesariamente obedece a reglas escritas y dogmas del arte arquitectónico, más bien remarca el espíritu libre del proyectista porfiriano, una personalidad que se abrió fuera de los limites marcados por el ideal racional aplicado a los materiales.

DIÁLOGO URBANO

Uno de los aspectos que más motivaron a Merigo a la hora de intervenir en el rescate del inmueble de la Guerrero, además del interés por colaborar en la rehabilitación de una edificación tan valiosa desde el punto de vista patrimonial, fue la posibilidad de ayudar a establecer un centro de actividad capaz de generarle beneficios a una colonia que, desde su origen, ha sido muy lastimada, como lo demuestran los indicadores socioeconómicos. La colonia remite a los ferrocarrileros de Buena Vista, en 1873, a la calidad de sector obrero en tiempos en que el arquitecto Rivas compró el terreno. Nunca fue un centro urbano de riqueza como otras zonas cercanas.

Hasta la fecha la Guerrero se mantiene como un área socialmente deprimida. No ha hecho diferencia que en sus calles se hayan alzado algunos referentes arquitectónicos de gran valor, como el inmueble de los Casasús, que está frente al de los Rivas Mercado. Además, allí vivieron familias como la Escandón o la Limantour. Se espera que la irrupción de un importante proyecto cultural sirva para promover en los habitantes de la colonia una serie de intereses que mejoren de manera ostensible la calidad de vida de los vecinos.

Establecida a finales del siglo XIX e inicios del XX, la Guerrero goza de alcurnia patrimonial debido a su marcado estilo arquitectónico porfiriano. Ejemplo de esa riqueza es la iglesia de Santa María la Redonda. Antes de convertirse en la Guerrero, ya gozaba de un prestigio hecho de huesos gracias al Panteón de San Fernando, declarado monumento histórico por el Instituto Nacional de Antropología e Historia en 1935. En esos nichos descansan los restos de ilustres representantes de la historia mexicana del siglo XIX como Melchor Ocampo, Miguel Lerdo de Tejada, Ignacio Comonfort, Ignacio Zaragoza y el presidente Benito Juárez.

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Gabriel Merigo, arquitecto de la restauración Casa Rivas Mercado. Foto: Archivo Fundación Conmemoraciones 2010.

EN PIE

Consolidar la parte estructural de éste edificio de dos niveles y un sótano representó un reto de consideración. Constituyó un aspecto esencial de las tareas que no es posible apreciar a simple vista. Cuando el gobierno capitalino adquirió la propiedad e invitó al arquitecto Merigo a trabajar en la restauración, lo primero que éste hizo fue quitar una capa de cemento aplicada con el fin de ocultar las múltiples cuarteadoras de los muros y los tabiques rotos y fracturados.

“Obviamente un tabique fracturado en un muro de carga no es lo más recomendable, más si son muchos, y en el caso de esta casona eran varios lo que tuvimos que cambiar, uno a uno, por tabiques nuevos con la misma capacidad y la misma compresión. No puedes alterar las características del que estas reponiendo porque te afecta en el muro, se comporta distinto si no tiene las mismas propiedades, inyectamos todas las cuarteadoras escondidas, eso causó un retraso y aumentó el presupuesto. Son cosas que no se ven porque están escondidas”, explica el arquitecto Merigo.

Al detenerse frente a la casona, no hay dificultad para reparar en la inclinación, una bastante acentuada, que padece, al menos noventa centímetros de poniente a oriente. Se trata de un perjuicio causado por una fuga de agua, quizás originada en alguno de los edificios colindantes, que no fue atendida a tiempo. El estropicio se hizo mayor luego de la construcción del Instituto Washington, que se apoyo en la casa. El hundimiento, gracias a los trabajos renovadores, se detuvo y el armazón estructural fue estabilizado, pero no se pudo revertir el producto de años de dejadez.

Las maderas son esplendidas, la herrería es impresionante y la cantera de las fachadas causa un deleite visual, pero, los mosaicos de los pisos son las auténticas joyas, consiguen hipnotizar al visitante valiéndose de sus colores, formas, y materiales. No se trata sólo de piezas de calidad superlativa, también invitan a reflexionar sobre la carga simbólica del edificio, sobre su papel de testigo de una de las épocas más imponentes para la arquitectura mexicana.

Según el proyectista restaurador, los mosaicos son lo más importante y lo más representativo de la Casa Rivas Mercado. Cuando el equipo responsable de devolverle su brillo puso manos a la obra casi todos los azulejos estaban desprendidos, muchos habían desaparecido. Algunos vecinos relataron que unos guardias de seguridad que había en la propiedad los vendían o bien los obsequiaban, a manera de souvenir, a quienes acudían a visitar el lugar donde vivieron el arquitecto porfiriano y la hija vasconcelista.

“Fuimos afortunados, los tapetes de cerámica formados por los azulejos son diseños muy repetitivos y eso nos permitió llenar las lagunas sin alterar el diseño original. Hicimos los planos respectivos, calculamos el número de piezas de los cerca de 90 diseños distintos que fueron instalados originalmente en el inmueble, entre azulejos de diferentes formas, tamaños colores y estilos”, explica Gabriel Merigo.

El arquitecto contratado por la fundación y su patronato elaboró las cajas con los diseños de los mosaicos, incluso viajó a Inglaterra en busca de una fábrica que conservará en el catálogo de productos la elaboración de ese tipo específico de baldosas cerámicas. La pesquisa dio resultado, Merigo encontró un establecimiento que, por tradición, produjo el material requerido con las características deseadas. Luego de varios estudios, encontraron el molde adecuado para elaborar las más de 35 mil piezas a reponer.

“En toda obra de restauración es muy importante la investigación preliminar. Uno de los principios esenciales es que no puedes inventarte cosas, todo lo que se le pone al inmueble tiene que estar perfectamente fundamentado, porque cualquier invasión ajena de material da pie para un 'falso histórico' (intervención que restituye los elementos originales pero suplanta el trabajo original del artista al modificar aspectos creativos de la obra arquitectónica, lo que transforma su esencia). Nos costó trabajo encontrar la fábrica. En el siglo XIX eran muchas porque ésta cerámica tuvo mucho éxito cuando sustituyó a los mármoles y los granitos que, en esa época, eran muy costosos”, agrega el proyectista.

En su interior, la Casa Rivas Mercado, luce otra serie de mosaico, unos de cristal. Merigo precisa que la presencia de estos elementos se registra en otras casas de la época en la Ciudad de México. La diferencia entre aquellas y el número 45 de la calle Héroes estriba en el uso ingenioso que hizo de ellos el creador de la Columna de la Independencia. Los ubicó de manera que forman una línea en la dirección de mayor extensión de la residencia y esa línea coincide con un eje en el techo que tiene un tragaluz. Esto permite que la iluminación natural entre al segundo nivel y llegue hasta la primera planta marcando una frontera entre las zonas reservadas a la privacidad y las áreas destinadas al uso colectivo del hogar que un arquitecto de porfiristas ayeres diseñó para él y su familia.

Foto: Archivo Fundación Conmemoraciones 2010.
Foto: Archivo Fundación Conmemoraciones 2010.
Foto: Archivo Fundación Conmemoraciones 2010.
Foto: Archivo Fundación Conmemoraciones 2010.
Fragmentación de sillares de cantera, faltantes parciales y daños por moho. Foto: Archivo Fundación Conmemoraciones 2010.
Fragmentación de sillares de cantera, faltantes parciales y daños por moho. Foto: Archivo Fundación Conmemoraciones 2010.
Aspecto del techo una vez retirada la lámina acanalada. Foto: Archivo Fundación Conmemoraciones 2010.
Aspecto del techo una vez retirada la lámina acanalada. Foto: Archivo Fundación Conmemoraciones 2010.

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