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El apego al poder

“Si queréis conocer a un hombre, revestidle de un gran poder. El poder no corrompe, sólo desenmascara”. Esta frase dicha por Pitaco de Mitilene, (640-568 a.C.) uno de los siete sabios de Grecia y general griego que venció a los atenienses, expresa parte de la esencia de la naturaleza humana; y seguramente el emperador romano Marco Aurelio, considerado uno de los cinco buenos emperadores, también conocía lo dañino del poder, pues para evitar envanecerse con los vítores y lisonjas del pueblo, cuando paseaba se hacía acompañar por un esclavo, cuya única función era decirle al oído, “Recuerda, sólo eres un hombre”; esto ocurría, cuando la aclamación se intensificaba. Esta idea ha sido parafraseada también como: “Tienes poder, pero... recuerda que eres mortal”.

El párrafo precedente nos da pie para la siguiente reflexión, en torno a nuestros gobernantes, cualquiera que sea su cargo, desde el secretario del secretario del gobernador, asesor del diputado Fulano, o ayudante del senador Zutano. Todos, no hay quien se salve, de ese virus que hace que, quien ha sido contagiado, cambie su manera de ser y de pensar. Se adquiere, por decirlo de otra manera, una habilidad especial, no para ocultarse, sino para transformarse; diríamos que transmutan en camaleones; y si antes pensaba y actuaba conforme los principios ideológicos de la extrema derecha, de la noche a la mañana, comulga con la extrema izquierda; así tan intenso es ese virus llamado “poder”.

No, no hay cura todavía para ese virus, pues se considera casi inherente a la condición humana; es, casi en todos los casos, de índole genético; está en sus cromosomas. Imposible deshacerse de él. Cuando te da, quedas imposibilitado para trabajar honradamente; una vez contagiado del poder político quedas incapacitado para ganarte el sustento como lo hace la gente normal.

Entre nuestros actuales servidores públicos, no necesariamente gobernadores, alcaldes, diputados o senadores; sino cualquier funcionario de cualquier esfera del poder (ejecutivo, legislativo o judicial), hay uno especialmente aferrado con uñas y dientes al poder. Ha sido llamado a cuentas por el Congreso, sobre el caso del Paso Exprés, y lo único que dice es que no renunciará como titular de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, porque eso sería una irresponsabilidad. “Creo que no es responsabilidad en un momento dado dejar el barco a media agua”, dice para justificar su apego al erario.

¡Sí que le pegó fuerte el virus! ¿O será que hay intereses por ahí escondidos con el consorcio constructor Epccor y Aldesa, y teme que se le vengan abajo los contratos que ya les dio para la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México?; pues a ver si en lugar de un auto no se cae un avión.

Pero, me pregunto: ¿Si los titulares de cada Secretaría los nombra el propio presidente, por qué Peña Nieto lo está protegiendo? ¿No sabe, Peña Nieto, que al sostenerlo como titular, es como estar en la misma barca, igual que como estuvo con Julión Álvarez?, (que por cierto, quizás ni culpable sea). ¿No sabe Peña Nieto, que lo único que produce esta necedad de Gerardo Ruiz Esparza, por seguir en el cargo, es abonar al “sospechosismo” por una posible corrupción (moches), y con ella, a su hermana gemela, la impunidad? Creo que Peña Nieto necesita a alguien que le diga: “Tienes el poder, pero recuerda que eres mortal”.

Héctor García Pérez

Comarca Lagunera.

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