EL CAMINO HACIA EL ARTE
Si se trata de arte mexicano el movimiento muralista es conocido por excelencia alrededor del mundo. Desde el que se encuentra dentro del país hasta aquel que traspasó fronteras y que es llamado en otras latitudes como un referente del esplendor del arte nacional. Dinámico, monumental y transgresor esta forma de expresión caracterizó el culmen de años preparación anterior que fueron gestando las circunstancias para que lo que hoy se conoce con los tres grandes, es decir los máximos exponentes de esta corriente pictórica e ideológica. Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco.
Sin embargo, para tener plena conciencia de origen y desarrollo del movimiento, es necesario contemplar que sus orígenes no radican únicamente con la decisión de Vasconcelos de promover una educación visual -táctica usada por la Iglesia para evangelizar a sus fieles que no sabían leer- mediante imágenes que eran fácilmente reconocibles, con una narrativa sencilla de seguir y que se encontraran al alcance de cualquier persona sin la necesidad de que ingrese a un museo, galería o colección.
Pero ¿qué había antes de este gran movimiento? Naturalmente, sí hay precedentes. Desde la época precolombina los muros de construcciones eran cubiertos con estelas. Teotihuacán tiene un gran catálogo de pintura mural conservada, así mismo en Bonampak y Cacaxtla. Una característica de ellos es el uso de colores brillantes, rojos y azules en predominancia con imágenes que refieren a deidades y ritos religiosos e histórico-narrativos. Después con la llegada de españoles se trató de retomar esta actividad, pero con fines evangélicos en la fe católica.
La academia de San Carlos brindó herramientas teórico-prácticas para llevarlos a cabo, con temáticas mayormente religiosas, Juan Cordero fue uno de los primeros en plasmar en muros imágenes que dejaban poco a poco la religiosidad, otro muralista poco reconocido es Ángel Zárraga autor de los frescos que se encuentran en la Catedral de Monterrey, pero antes de eso realizó murales en Europa, donde se encuentra gran parte de su obra en castillos, embajadas y universidades.
Aparte de los tres grandes, otros artistas realizaron obra mural entre los que se encuentran Gerardo Murillo "Dr. Atl", Rufino Tamayo o Roberto Montenegro, Ernesto Ríos Rocha, entre otros.
También este movimiento se nutrió de filosofías que abogaban por la educación y cultura para todos, el socialismo y la redignificación de las raíces precolombinas así como la sobrevalorización de lo indígena sobre todo aquello que proviene del extranjero.
También en esta historia del muralismo se encuentran las peripecias que se tenían que pasar para conseguir un muro, incluso de en el período en que floreció el movimiento, como María Izquierdo, pintora contratada para cubrir con su obra las escaleras del Palacio de Gobierno de la Ciudad de México, pero que después el contrato fue rescindido, y pese a cartas de reclamo sólo logró la propuesta de algún otro edificio público, pero de menor relevancia, la cual rechazó.
Así como éstas, existen historias que conforman lo que se entiende como muralismo en México, pero que por diversas razones son poco conocidas y van quedando relegadas, pero aún así forman parte importante de este movimiento y que no podría entenderse sin ellas, tanto como antecedentes y aquellas que ocurrieron durante o después de los años fructíferos.
