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ARTURO MACÍAS PEDROZA

TERRORISMO MOTORIZADO

Impactados por el atentado terrorista en Barcelona, comenzó la cascada de tinta ensangrentada que tanto reditúa a los medios de comunicación. Estas líneas no pretenden ser un vampiro más que se alimenta de sangre derramada en desgracias, sino una llamada de atención a la responsabilidad en la conducción de vehículos de motor; no es que no sean importantes las 14 víctimas mortales y demás heridos, pero sería seguirles el juego a los terroristas y a los medios.

Los terroristas han descubierto en los autos un arma poderosa; un misil dirigido que les evita el uso de otros medios más sofisticados y peligrosos para ellos. El espíritu se maravilla al comparar las condiciones de los transportes por carretera, tan precarios en el siglo pasado. En los últimos años, sin embargo, los problemas han tomado una amplitud y una complejidad completamente nuevas, llegando a ser el tráfico uno de los más preocupantes del mundo moderno. Las muertes por circunstancias viales sobrepasa extraordinariamente las causadas por terrorismo. Están en juego diversas problemáticas: los diseños de las ciudades, la economía, la salud, la ecología y por tanto implican el ámbito político, sindical, social y moral. La circulación está en crisis y pone en gravísima dificultad a la industria, a la política, a la legislación y en definitiva a muchos espacios de la vida civil moderna. Es necesario, pues, encontrar remedios decisivos en diversos aspectos y poner en movimiento un proceso de educación, que protejan la vida del ser humano y su convivencia humana digna.

Nuestra Comarca Lagunera está caracterizada por ser una metrópoli muy extensa y necesita un buen sistema de transporte; las ciudades y estados que la conforman no están solamente yuxtapuestos, sino correlacionados íntimamente de varias maneras y con diversos lazos: trabajo, familia, vivienda, diversión, comercio, religión… Sin embargo esta unidad debería traducirse en una coordinación entre las diversas autoridades que la conforman, para poder cumplir su obligación de procurar el bien común proporcionando servicios de transporte dignos, rápidos, económicos y seguros, que redujeran el número de vehículos particulares y con ello la contaminación, los tiempos de traslado y sobre todo los decesos y daños a personas y bienes.

Pero parece que hay demasiados interese particulares (sindicatos, grupos, compromisos políticos, monopolios…); también existe poca preocupación de las autoridades por enfrentarlos y resolver las situaciones y problemáticas, carentes de visión a largo plazo, insensibles al viacrucis que vive cotidianamente la población; tampoco ayuda la escasa participación por la ciudadanía que deja solos a unos cuantos grupos y personas "quijotescas" gritando en el desierto con acciones muy loables pero con poco apoyo.

Urge que se organice el tráfico desde otra perspectiva más sabia. Dado el número creciente de vehículos la parálisis total del tráfico parece ya inminente. Es necesaria mayor responsabilidad por parte de todos. Cada día se pierden miles de horas laborales o de convivencia con la familia, consumo de combustible y cada vez más densa contaminación atmosférica. La invasión del automóvil está provocando problemas insolubles: el envenenamiento atmosférico, el exceso de autos en las calles, las neurosis cardiacas, la imposibilidad no ya de circular sino de hallar estacionamiento. Por tanto esta revolución del motor de hace algunas décadas, constituye hoy el fantasma más grande de nuestro futuro porque entraña problemas de tal envergadura que nadie puede afrontar por sí solo.

Aumentar las carreteras siempre será insuficiente, siempre se requiere actualizar la legislación, seguro obligatorio, seguridad de los vehículos, tutela del paisaje, defensa de centros históricos y de peatones, vehículos que no contaminen, pero sobre todo un programa unitario de las infraestructuras de los transportes es clave para la reordenación de esta locura llamada "era del automóvil".

Pero junto con soluciones mundiales de acciones solidarias, podemos evitar muchas muertes con la revisión preventiva del vehículo, la señalización y buen estado de las calles, los dispositivos de seguridad, control de emisiones contaminantes, planes de vigilancia, control y socorro por parte de autoridades, nuevas políticas públicas de transportes. El estado puede y debe, a través de una recta ordenación del tráfico y adecuadas disposiciones, ayudar mucho a poner remedio a este importante problema.

El auto es la segunda cosa más cara en la que gastamos después de la casa, pero es usado sólo un 4% del tiempo. ¿No es un desperdicio? La tecnología ha dado a muchos la opción de dejar de pagar todos los gastos que giran en torno al automóvil por medio de la aplicación digital llamada "uber" (el precio del auto, lugar para guardarlo, gastos de combustible, multas, refrendos, permisos...) también esto contribuye a que haya menos autos en circulación reduciendo los tiempos de traslado. Un transporte público masivo y rápido sería un buen complemento.

Conducir tiene una proyección social quizá mayor que otras acciones humana, porque la calle es un lugar de convivencia y de relaciones mutuas. Nunca como en la carretera se está en contacto con el prójimo, aunque de una manera distinta a las relaciones de la vida ordinaria. Es un espacio en el que hay que tener en cuenta a los demás, sus derechos y sus responsabilidades. También aquí debemos cumplir unos ineludibles deberes de solidaridad, de cortesía y de respeto, creando un clima y realizando unas acciones que ayuden y favorezcan la seguridad. Conducir un vehículo exige una gran responsabilidad porque beneficia o perjudica al propio conductor, pero es igualmente un bien o un mal para los demás. La Imprudencia es la causa fundamental de los accidentes, mata más que muchos terroristas. Si un terrorista es un antisocial, un mal conductor también lo es. Hay vidas en sus manos. Eso lo sabían los terroristas al usar vehículos. ¿Lo sabemos nosotros? La educación vial es indispensable e implica adquirir un habito de formación humana: el uso del automóvil requiere una autonomía y sentido de autocrítica mayores que los necesarios en muchas otras actividades humanas; el conductor necesita de una disciplina y descubrimiento de valores que el tráfico tiene. Es culpable quien infringe disposiciones graves, aun cuando no se provoquen desgracias y aun si no es visto por un tránsito. Educar en esto empieza desde la familia y la escuela desde temprana edad.

Todo se basa en el respeto de la vida humana: no la respeta un fanático terrorista, pero tampoco lo hace un irresponsable o un imprudente.

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