Columnas Social

ENSAYO SOBRE LA CULTURA

José Luis Herrera Arce

CANCÚN

El imaginario siempre nos ha referido a los lugares paradisiacos; simplemente se trata de un lugar donde es posible tener el disfrute sensual de la naturaleza. La playa, el Sol, la arena, entregarte a la inactividad permitiendo que el arrullo de las olas del mar se apropie de tu cuerpo. Buscar un buen lugar para comer y por las noches, zambullirte en el sonido estrafalario de las discotecas, con el fin de realizar todas esas danzas que con el tiempo has aprendido que en compañía se disfrutan mejor.

Cancún hace treinta años no existía como lo hace hoy. Simplemente a alguien se le ocurrió que en esas playas podía surgir un destino turístico que se pondría de moda, dotándola de todas las modernidades de la industria. Comenzaron a brotar los hoteles donde era posible obtener todos los servicios y la gente se dejó embelesar por las promesas que ofrecía. Si se trata de descansar, es un buen lugar de descanso. La playa es más que suficiente para ello; por supuesto, todos los hoteles situados en las playas tienen su costo, a la altura de sus servicios.

Uno que no cuenta con tales presupuestos puede optar por hoteles más modestos, que seguramente están del lado de la laguna, que más bien se usa para los yates de pesca lo que le llaman la marina. Según cuentan, ahí hay cocodrilos por lo que no se aconseja meterse a nadar. En mi caso, ni siquiera tuve la suerte de tener ventana que diera hacia una vista disfrutable. Por lo demás no me quejo. Cuando viajo, del hotel sólo he buscado una cama y una regadera con buena presión.

Lo que la naturaleza ha dado a la ciudad es la playa, lo demás se lo construyó el hombre. Si le gusta la arquitectura, recorrer la costera será interesante, aunque no pueda introducirse a los castillos de la modernidad. Por lo menos, existe un buen lejos que a uno deja fascinado.

La ciudad ofrece todo los servicios; si se trata del paraíso tiene que hacerlo. La modernidad nos lleva a pensar en los centros comerciales que aquí abundan con todas esas marcas que nos refieren al lujo en todo tipo de mercancías. A nadie le cobran por ver, y la turisteada más que nada se trata de ver y de disfrutar ese ambiente que está a tu alrededor y del cual, te sientes parte.

Si no estás en la playa, andas curioseando en todas esas tiendas cuyos artículos no vas a comprar, pero que, sin embargo, deseas, y después de cansarte de ver tanto, lo que buscas es un lugar para comer. Todo tipo de restaurantes saldrán a tu encuentro, o tú los encontrarás a ellos y para todos los presupuestos.

En dos días, lo que puedes hacer es irte a la playa y recorrer la costera que para mi gusto tiene una sección que se convierte en embudo y el tráfico es demasiado lento. En ese lugar, están las mejores discos. Desde la calle es posible apreciar los cuerpos de deliciosas mujeres que bailan, o contornean sus cuerpos, invitando a los jóvenes a entrar. Los viejos como yo, no tienen nada que hacer en esos lugares.

Aquí la vida es relajada. Nadie dice nada porque los centros nocturnos se promocionen de esa manera. Es parte de la cotidianidad. A los lugares de recreo vas a hacer lo que no harías en tu casa o en tu ciudad y es válido bajo ciertas reglas. Bueno, eso digo yo; la realidad es que hoy en día las reglas se han roto.

Este lugar va para convertirse en una especia de las Vegas, los lugares temáticos para adultos y para niños. De esos que piden tener buenos presupuestos si quieres sacarles jugo; pero aun así, la playa pública no cuesta y son seguras, están bien cuidadas, tienen servicios sanitarios y regaderas. Nos pasamos un mediodía en ellas; si no que chiste tenía ir ahí.

En estos tres artículos he hablado de tres estados diferentes de la república mexicana que por la distancia muchos no habrán tenido la oportunidad de conocer. Son tan diversos entre sí, como lo pueden ser otros lugares de la república. Tenemos tanta diversidad que no debemos de envidiar a nadie. Todos los contrastes que la naturaleza te puede ofrecer existen, desde el mar hasta las cumbres con nieves eternas.

Uno de los deleites que puede darse el hombre es viajar, con la familia, con los amigos. Lo mejor de este viaje es la convivencia que pude tener con mi hijo; Eso, sin duda alguna, ha sido lo mejor.

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