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El suicidio romántico en el siglo XXI

Ayudar en la tristeza también es salvar vidas

Foto: Archivo Siglo Nuevo

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JUAN EUSEBIO VALDEZ VILLALOBOS

Si existe la sospecha de que alguien cercano a nosotros se mueve por esos terminantes caminos, es conveniente acercarse a expertos del sector salud: psicólogos, médicos y psiquiatras.

“… me and my head high and my tears dry. Get on without my guy. You went back to what you knew. So far removed from all that we went through, and I tread a troubled track. My odds are stacked. I'll go back to black.”

Fragmento de Back to black de Amy Whinehouse

Las redes sociales juegan un papel importante en nuestras vidas. Hoy en día es común que muchos de nosotros, antes de realizar cualquier cosa, primero verifiquemos nuestra página azul o la del pajarito. En semanas pasadas la noticia sobre la muerte del vocalista de la banda de rock Linkin Park, Chester Bennington, fue el boom de estas plataformas.

Se pudo ver un aluvión de publicaciones referentes al suicidio. Se empezaron a destapar, no sólo entre estrellas de la música, miedos, preguntas, reflexiones sobre el tema que a veces preferimos omitir, incluso si esto significa ignorar señales presentes en nuestra cotidianidad.

Una publicación que se repetía con cierta insistencia mostraba a un sujeto con calva y lentes que despotricaba durante cinco minutos, lanzaba insultos y reproches contra la acción del rockero. Argumentaba que era ilógico pensar que un sujeto con fama, fortuna e influencia pudiera caer en este tipo de solución. De cobarde y de idiota, el protagonista del video tachaba a Chester.

La conclusión y remedio del calvo ante este fenómeno era buscar la belleza en las “pequeñas cosas”, a manera de ejemplo mencionaba: “el comerse unos tacos en la esquina”. Tal respuesta es todavía más hueca y sin sentido cuando de ideación suicida (pensamientos respecto a desear y formular planes de quitarse la vida) se trata.

Es frecuente expresar ante quienes atraviesan por una tristeza profunda recomendaciones (“échale ganas), frases descalificadoras (“no es para tanto”) y consejos (“deberías ir a correr” o “deberías conseguir pareja”). No se pone en tela de juicio la intención de ayudar, pero a quien ha contemplado el suicidio como una opción no le sirven para nada.

Es fácil quedarnos con la idea romántica de que el suicidio es una decisión, apropiarnos de una postura superficial ante el misterio del hecho. Para modificar ese parecer hay que colocarse un lente diferente, donde el suicidio no es cuestión de determinación sino un acto multifactorial y definitivo que, en no pocas ocasiones, está precedido por trastornos mentales.

PROBLEMA DE SALUD

Tomemos el ejemplo de dos estados mexicanos. Coahuila y Durango, en el primero, a menos de cinco días de concluir el primer tercio del año, se habían registrado 27 casos de individuos que acabaron con sus vidas; en el segundo se acumularon 37 reportes. Son 16 expedientes al mes entre las dos entidades. Estas cifras nos muestran al suicidio como un problema de salud pública. No es un asunto que le competa a motivadores o histriones.

Para profundizar en la cuestión hagamos un ejercicio diseñado con la intención de generar empatía con alguien que se encuentra en un estado de depresión mayor, trastorno anímico que por sus características abre la puerta a ideas terminantes.

Imaginemos a un gran número de gente. Todos tienen algún tipo de contenedor en el que depositan el sufrimiento y el dolor: el de unos es un dedal, como el que usan las abuelas para tejer; otros cargan con una cubeta de 20 litros, de esas en las que se vende la pintura; algunos más poseen un tinaco con 2 mil litros de capacidad.

Si vertemos el dolor en forma líquida y llenamos, sin olvidar ninguno, los recipientes hasta el tope, ¿cuál de las tres vasijas está más repleta?

/media/top5/SNfamsuicidio.jpg Foto: Archivo S. N.

La respuesta es que todos están hasta el máximo de su capacidad. Así es como percibimos el dolor. Hay personas con una pipa; otros individuos, que por lo general padecen un trastorno del estado de ánimo, no disponen sino de un dedal. Los seres humanos sentimos según nuestro envase. Este ejercicio permite hacerse a la idea de que juzgar el sufrimiento ajeno es algo inútil.

Estudios recientes han demostrado que en las depresiones mayores se manifiesta dolor físico. A quienes padecen ese tipo de alteración anímica, literalmente, les duele vivir.

La pequeña analogía hecha ayuda a entender que cualquier señal debe ser tomada con seriedad; también llama a estar conscientes del modo en que pueden acabar las cosas. Si bien los últimos estudios han demostrado la relación entre los trastornos del estado del ánimo y los suicidios, también es un hecho que las crisis (alguna pérdida económica o la ruptura de una relación) llegan a constituirse en detonantes del acto. Esto nos habla de la condición multifactorial del fenómeno.

PERSONALIDAD SUICIDA

Hablar de un molde es difícil, cada caso tiene sus características particulares. La Organización Mundial de la Salud no ha podido detectar la existencia de un factor en específico que orille a los seres humanos a inclinarse por la no existencia. Se habla de un cúmulo de piezas que intervienen: genéticas, biológicas, sociales, psicológicas y culturales. De indicios sí se puede hablar, hay señales que deben hacernos prender los focos rojos.

Algunas son: desaliento, apatía, intenso sufrimiento psicológico, ideas de culpabilidad, extraviar el sentido de la vida, cinismo, deseos por tener armas, pérdidas recientes (amorosas, familiares, económicas), depresión, consumo de alcohol y drogas, experiencias traumáticas y antecedentes familiares.

Si existe la sospecha de que alguien cercano a nosotros se mueve por esos terminantes caminos, es conveniente acercarse a expertos del sector salud: psicólogos, médicos y psiquiatras.

Es importante comentar a propósito del video mencionado, en las miles de reacciones a favor, que la ignorancia y la desinformación están al alcance de un clic.

CONCLUSIÓN

La idea de suicidarse es uno de los tabúes más tenebrosos que puede abordar el ser humano. Una reacción común consiste en darle una explicación romántica, lo que representa cargarle la culpa del acto al individuo y dejar fuera, libre de mancha, a la sociedad ante una salida con largo recorrido histórico. Es indispensable acercarse a cuestiones que, como el suicidio, reflejan el lado oscuro de nuestras comunidades. La censura y el silencio nunca serán soluciones. Es necesario adentrarnos sin remordimientos, empezar a hacer cambios que nos lleven a mejor puerto.

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