Siglo Nuevo

Silvia Cherem

Entrevista

Foto: Cortesía Silvia Cherem

Foto: Cortesía Silvia Cherem

YOHAN URIBE JIMÉNEZ

El escenario es la Ciudad de México de principios del siglo XX. Las noches triunfales salpicadas de ramos de rosas, las cartas de admiradores y los aplausos sin fin son el refugio de Esperanza Iris. Bendecida por el éxito, marcada por la tragedia y obsesionada con enamorarse de hombres que no la merecen, la Reina de la Opereta de México vive los sinsabores de la fama, la pérdida de sus hijos y el dolor de ser traicionada por su último amor, Paco Sierra, quien la lleva de la felicidad sobrada a la desdicha inconmensurable.

Silvia Cherem pone al descubierto la cara más frágil de una estrella y, al mismo tiempo, de una mujer que luchó incansablemente por defender aquello en lo que creía, aunque esto la haya conducido al olvido.

La escritora ganó el Premio Nacional de Periodismo 2005 en la categoría de Crónica, por la serie Yo sobreviví al tsunami. Ha sido tres veces semifinalista del galardón que otorga la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, institución forjada por Gabriel García Márquez. Publica crónicas seriadas, entrevistas de largo aliento y reportajes especiales de temáticas nacionales e internacionales de índole cultural, política, científica y social.

Es autora de Entre la historia y la memoria (Conaculta, 2000), Trazos y revelaciones. Entrevistas a diez pintores mexicanos (FCE, 2004), Una vida por la palabra. Entrevista a Sergio Ramírez (FCE, 2004), Examen final. La educación en México 2000-2006 (Crefal, 2006), Al grano. Vida y visión de los fundadores de Bimbo (Khálida Editores 2008), entre otras publicaciones.

¿Es Esperanza Iris el primer referente de la ópera en México?

Mira, yo no soy conocedora a profundidad de qué pasa exactamente con el mundo de la ópera en México. Por supuesto, sé de la trayectoria de Placido Domingo cuando estuvo en México, de su madre, lo que hicieron en nuestro país; conozco de Fernando de la Mora y de algunas de las cantantes del país que han destacado, pero no me atrevería a opinar sobre el tema. Mi contacto, como lo registro en los agradecimientos de la novela, fue a partir de que conocí a la hija de una pareja de americanos en un viaje (estando yo en Galápagos). Me contó que México le resulta un país sumamente difícil, ambivalente, para ella es un país que cimbra a la familia. Tienen sentimientos más bien negativos. Sus padres estuvieron en el vuelo 575 de septiembre de 1952 de la Compañía Mexicana de Aviación, que haría la ruta Ciudad de México–Oaxaca y fue objeto de un atentado explosivo en pleno vuelo. Afortunadamente no dejó víctimas mortales, el piloto aterrizó la nave con un boquete en la parte delantera. Sin embargo, para ella sus familiares conocieron la muerte en nuestro país, aunque pudieron salvarse.

Una historia de terrorismo te llevó a una tragedia humana...

Mi primer contacto con está historia no es por la ópera, sino por el bombazo. Me tardé un tiempo en entender la relevancia que tuvo ese atentado, parte de las páginas siniestras de la prensa del país, que está en El libro rojo publicado hace muchos años así como en el libro Crímenes y terror en la prensa mexicana. Cuando investigaba en la hemeroteca noté que es uno de los episodios más dramáticos de la prensa nacional y entendí el porqué de la relevancia que tuvo esta pesadilla. Esperanza era la esposa de Paco Sierra y, al menos hasta diez años antes de su muerte, no cejó en defender lo indefendible y en denigrarse a grado tal que... Tenía todas las puertas abiertas, toda la admiración, y es que no sólo fue cantante de ópera sino toda una empresaria. Construyó en 1918, con su dinero, el teatro que llevaba su nombre. Cuando ella muere es tanta la lástima y el hartazgo que la sociedad le tiene que cuando se le vende el teatro a la ciudad le quitan su nombre.

Durante treinta años el teatro que ella construyó dejó de llamarse Esperanza Iris. Hasta hace 10 años, cuando el teatro cumplió noventa, le dejaron como nombre Teatro de la Ciudad Esperanza Iris. Pero la realidad es que durante más de tres décadas hasta eso perdió. El sentido de su vida fue construir ese teatro y regalárselo a México. Por eso es tan terrible esa tragedia que sucedió y a la que la arrastró su tercer marido: Paco Sierra.

¿Esperanza Iris es nuestra versión de Edith Piaf?

Yo creo que no hay la menor duda de que si tuviéramos que compararla con alguien sería con una figura de la talla de Edith Piaf, como lo planteas. Ahora, pienso que la grandeza de Esperanza fue que, además de cantar, construyó, fue empresaria, por eso forjó una leyenda, no sólo pisó los escenarios, también fue una mujer con una disciplina, una visión, una determinación muy sorprendente. Nada más imagínate, en plena Revolución Mexicana la mujer hace giras hasta de tres años yendo a todos, todos los teatros de América. Viaja a España y el Rey, en 1920, está a sus pies, igual que Jacinto Benavente, el artista Joaquín Sorolla la quería pintar; la señora era lo que le sigue de venerada, en México, Venustiano Carranza le inaugura su teatro. Bastaba que ella levantara la mano para que le pusieran lo que ella quisiera a sus pies.

Sin embargo era de una debilidad emocional que, si me preguntas, es eso lo que a mí me atrapó de una manera tan brutal. Un personaje de esa grandeza y, quizás por la condición de mujer, creer que ella no podía caminar sola en el mundo, que necesitaba tener un macho a su lado. Fue tanta su tragedia personal, fue como ella decía: “Todo lo tuve a manos llenas, tuve todo el esplendor pero también toda la desgracia”.

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Foto: Notimex/Carmen Varela

Cómo periodista siempre es atractivo acercarse a una figura, ¿es más atractivo cuando ronda la tragedia?

No tengo la menor duda que es así, además es atractivo para la literatura porque tuve todo a mi alcance, llegué a todos los archivos que te puedas imaginar. Las cartas que Paco le escribió desde la cárcel, todos los diarios de ella, sus notas. Era una mujer que guardaba todo y haz de cuenta que los guardó para mí porque fui reconstruyendo archivos y más archivos, tocando puertas llegué a lo inimaginable. Lo más difícil fue depurar para poder plantear y contar su historia.

Entre las tragedias también está la pérdida de sus hijos, ¿cómo explicar tanto dolor?

Yo creo que no hay manera, por eso en la novela meto un elemento mágico, esa cabeza de jíbaro que sí existió. Hay una fotografía de Esperanza, siendo una muchacha de no más de 25 años, donde la sostiene. Se la regaló un admirador en Quito. Cualquiera que sepa lo que es una cabeza de jíbaro sabe que se trata de una maldición, es un indio que fue vencido por un adversario y que de alguna manera quiere quedarse, esto lo escribo yo, así es mi interpretación, se reduce la cabeza del enemigo un poco para quedarse con su alma, con su inteligencia, su esencia y dominarlo. Parece una maldición. Bueno, conservar esa cabeza, que llevó hasta sus últimos días, es algo simbólico, uno tiene que atribuir tanta mala suerte a algo. No hablo de las relaciones, creo que ella, como mujer, fue corresponsable de asociarse con la gente menos indicada, no tuvo esa inteligencia emocional para darse cuenta, hablo de toda la tragedia, es inconcebible una vida así.

Una figura importante como la de Esperanza, ¿por qué fue tan olvidada?

Tienes toda la razón. Trato de reivindicarla ahora que se cumplen cien años de la inauguración de su teatro. Creo que ya es hora de que sepamos que Esperanza Iris es mucho más que el nombre de un teatro. Es el nombre de una gran cantante, sí, pero también de una promotora y de una empresaria cuyo éxito se registró durante momentos muy complicados de nuestra historia, los de la Revolución Mexicana. A eso se agrega la complejidad de que era mujer en un momento en que la condición femenina tenía muchos obstáculos para brillar en cualquier campo, no sólo en la música.

¿Fue más difícil escribir la historia de otra mujer?

Mira, me hizo meterme en su piel a lo largo de todos esos años. Si yo hubiera estado platicando contigo, viendo una película, leyendo un libro o viendo una situación ajena, todo, todo se vinculaba con Esperanza Iris. Todo era: ella puedo haber vivido esto, pudo haber sentido esto, pudo haber dicho esto, todo lo estaba ligando en mi mente con esta mujer; estaba tan metida en la piel de Esperanza que me da un dolor enorme ver el libro ya publicado porque quisiera seguir teniéndola en mi corazón, en mi mente, en mi cuerpo y seguir puliendo y puliendo y seguir cambiando situaciones. Ahorita que se publicó se me acerca gente y me dice: “Oye, mi suegro tenía una relojería y fijate que Paco fue a su relojería tales veces”. Es el tipo de cosas que puedo ir ligando. Quiero decirte que todo en la novela es verdad, todo.

Empecé a escribir la historia hace siete años, en 2010, cuando viajé a Galápagos. Conseguí el libro del que la mujer me habló dos años después, en una librería de viejo en Inglaterra. De ahí me fui a la hemeroteca, al Archivo de la Ciudad, al Archivo del Senado. Conseguí los datos de un sobrino nieto de Esperanza Iris, rastreé el cuadro de Sorolla, conseguí los archivos de los abogados, de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Fueron, cuando menos, tres años de investigación y dos de escritura muy intensos.

¿Tratas de reivindicar el oficio periodístico? Es una novela y también una crónica detallada.

Yo creo que, en realidad, no es una novela porque sea una mentira, una ficción, es una novela porque recreo situaciones y voces. Pero todo es cierto, incluso el tenor de las voces. Ahora, yo he hecho esto quizás toda mi vida sin darme cuenta, siempre escribo crónicas con este mismo tinte literario. Escribía biografía y creo que lo hacía con este mismo tinte literario. Esto se llama novela porque es una recreación, pero para mí no es otra cosa que una continuación de mi trabajo periodístico

La investigación, las voces de los personajes, ese tipo de historias por las que no puedes pasar con indiferencia, una narración que rescata a esos personajes que hicieron parte importante de la vida nacional en un momento histórico muy complicado para cualquiera, y que consiguieron, como en el caso de Esperanza, llegar a convertirse en referentes, pues es un reto que no te imaginas.

¿Periodismo narrativo y literario que gracias a la inmediatez del Internet está en crisis?

Estás dando en el clavo. Necesitamos, más que nunca, reivindicarnos con un oficio que era mucho más que informar rápido. Contar historias permite ponerse en los zapatos de los personajes que las protagonizan, entender situaciones. Es algo que necesitamos retomar. Esperanza Iris es un ejemplo. Tú la comparas con Édith Piaf, no sé si ella también fue empresaria, pero Esperanza viajó por todo el continente, fue emprendedora cuando esa palabra no era popular, es decir este personaje es tan grande como maravilloso.

Ahora, como mujer, para decírtelo en buen español, me enca… molesta (Silvia ríe) que una mujer que era tan grande y que desafió tantas normas, en el plano emocional fuera tan dependiente y tan inestable.

Foto: Fundación Carlos Slim / Agustín Víctor Casasola/ Secretaría de cultura/SINAFO/INAH
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Foto: Notimex/Carmen Varela
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