Primitivismo pedroparamero

En el plano material o en el metafísico, los habitantes del universo de la novela Pedro Páramo, son también moradores del primitivismo.

Entre los muchos reconocimientos que Juan Rulfo recibió por su obra literaria genial, apunto que un 9 de julio de 1976 fue elegido como Miembro de Número de la Academia Mexicana de la Lengua. Así, tenemos un motivo que añadir a las celebraciones de su centenario en este mes canicular.

Por ello, comentemos que Pedro Páramo, su estrujante novela, es como toda obra literaria mayúscula, una fuente inagotable de gozo para el lector y para quien con escalpelo indague en sus entrañas y exprese puntos de vista que surjan de mente común, de mente especializada o de mente ingenua.

La novela, de hondo tono poético, es un piélago, no, un páramo de primitivismo, un recuento de maldades, una floración de perversidad y perversiones desde el principio, cuando la madre de Juan Preciado, con un profundo rencor, impulsada en sus momentos últimos por el instinto de venganza, le exige que cobre caro a Pedro Páramo el olvido en que los tuvo.

A partir de ese deseo de venganza, impulso primitivo, se pueden ir eslabonando situaciones en las que brotan conductas prerracionales similares a las que nos surgen a todos. Pero vayamos a los seres humanos que Rulfo crea en su novela-poema Pedro Páramo.

Los entes de ficción que el saluyense traza se disocian física y metafísicamente y en el hechizo de su arte literario vemos por un lado los cuerpos, materiales, sean muertos o vivos, habitando la corteza terrestre; o, igual, los vemos en sus –como se dice a veces– despojos; en sus restos, en fin, en otra forma de materialidad, poblando tumbas de un cementerio antiguo.

Por el lado metafísico, vemos las almas de aquellos fenecidos viviendo sus fantasías, sus sueños, sus temores (algunos difuntos se asustan con los fantasmas de otros fallecidos), sus ilusiones, sus rencores, sus pensamientos y sus expresiones vocales subsistentes en el espacio y en el tiempo. Y así miramos a cada uno de esos seres antes vivos, luego muertos y luego considerados, observados y comentados por sus propias almas ya desprendidas de los depósitos corpóreos a los que pertenecieron.

En fin, cada muerto-fantasma-recuerdo-voz subsistente en el no tiempo de la novela, tiene su mundo metafísico y su vida; habla de ellos como los humanos hablan de sí y de su mundo material y de su mundo metafísico.

Pero veamos que, en el plano material o en el metafísico, los habitantes del universo de la novela Pedro Páramo, son también moradores del primitivismo. Por ejemplo, Miguel, el muy joven hijo de Pedro Páramo, ha asesinado y hasta estuprado a la hija de su víctima. Doble primitivismo aquí, el homicida y el sexual; aunque éste, también, doble primitivismo de parte de la hija porque se entrega con docilidad concupiscente al asesino de su padre.

Aparte de los abundantes homicidios, Rulfo retrata el primitivismo regido por el impulso sensual en el gozo de Susana San Juan que disfruta dejarse poseer por el mar totalmente desnuda; también lo retrata en la felicidad de Dolores Preciado que aunque ha pretextado: “Me toca la luna”, para aplazar la cópula nupcial con Pedro Páramo, intenta bajar la luna más pronto con el agua caliente de un aguamanil. Quizás otro de los ejemplos extremos de la novela sea el incesto de Donis y su hermana. Creo que el primitivismo es un rico tema por explorar y explotar en la gran novela que es Pedro Páramo.

No dejaré pasar la oportunidad de decir que la singular novela me parece un gran poema narrativo, un poema a la manera de La Odisea y La Ilíada, monumentales paradigmas homéricos, y de la Divina Comedia, de Dante, por la asombrosa capacidad artística de Rulfo que crea una lógica-estética –o una estética lógica–, es decir, una narrativa de las honduras del ser humano y de los poderes del arte de narrar ficciones.

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