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EL MILAGRO MéXICO-CANADIENSE

CÉSAR PARADA Y JAVIER ORTEGA-ARAIZA

El mundo de negocios norteamericano se estremeció la última semana de abril, al tiempo que Donald Trump criticaba duramente las políticas "proteccionistas2 del gobierno de Canadá, principalmente en la industria de los productos lácteos.

Repentinamente, habían vuelto a escena aquellas amenazas de abandonar el Tratado de Libre Comercio, que todos los escépticos pensaban se habían quedado sólo en promesas de campaña. Líderes políticos -tanto opositores como republicanos- salieron a escena a tratar de calmar a su impulsivo líder.

El Financial Times reportó que Tom Donohue, presidente de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, se volcó "en modo de guerra" contra la medida que algunos medios aseguraban ya se cuajaba en una nueva orden ejecutiva desde el Despacho Oval.

"Antes del TLC, el comercio entre Estados Unidos y México era de $50 billones. Ahora es más de $500 billones. ¿Qué es aquello que debiera no gustarnos?", expresó Jeff Flake, senador por Arizona del partido que hoy gobierna Estados Unidos.

Los mercados norteamericanos sintieron la tensión en lo que fue una jornada de histeria colectiva en los índices bursátiles.

Sin embargo, transcurrió la semana y a finales de la misma, pasó lo que la gran mayoría pronosticaba, en parte gracias a una intervención de última hora de Justin Trudeau y Enrique Peña Nieto: Trump anunciaba que Estados Unidos no se retiraría del TLC, sino que simplemente buscaba una renegociación.

México y Canadá comparten más que un vecino. El panorama de fusiones y adquisiciones entre los dos países -un indicador del potencial para hacer negocios conjuntos- ha ido in crescendo en los últimos años. Una de las compañías emblemáticas de México, Grupo Bimbo, adquirió varias de las panificadoras más importantes del país, comenzando por Canada Bread en un trato de 1.6 billones de dólares y que a posteriori derivó en las adquisiciones de Saputo e Italian Home Bakery.

Muchos emprendedores mexicanos emigran a Canadá para escalar sus negocios globalmente y poco a poco, Canadá comienza a reemplazar a Estados Unidos como la principal sede en el exterior, independientemente de que uno de los objetivos sea el mercado estadounidense.

Ante un inminente -y de igual manera impredecible- ataque estadounidense al movimiento de libre comercio que impera en la región, se pueden hacer dos cosas.

Tomar represalias independientes, como las que ya propuso la Premier de British Columbia Christy Clark en torno a la industria del carbón o como las que propone el ex presidente Felipe Calderón para erosionar la base de votantes de Trump, sugiriendo rechazar o gravar los productos agrícolas estadounidenses previo su acceso al mercado nacional.

Sin embargo, estas medidas tienen más peso cuando van acompañadas de un plan conjunto, de un trabajo unificado entre dos viejos conocidos que deben enfrentar a un gigante que se encoge en medio de ambos. Dos socios que deben generar alianzas, no solo para bloquear, sino para ampliar sus propios horizontes que los hagan inmunes ante ataques in promptu que de dicho gigante puedan venir.

México y Canadá no son países ajenos a los milagros. En la crisis financiera de 2007-2008, Canadá fue una de las economías menos afectadas por la recesión, de la cual su industria financiera salió sumamente fortalecida en comparación con su vecino del sur.

En el sentido estricto de la palabra, Canadá es un milagro: un país donde día con día, millones de ciudadanos de todos orígenes del mundo conviven en paz y tranquilidad, olvidando los conflictos que los agobian en sus territorios de procedencia.

Por otro lado, México sigue siendo, en medio de toda esta incertidumbre, una de las economías con mayor potencial de crecimiento.

Países de gente trabajadora y creativa, México y Canadá tienen hoy una oportunidad única, a pesar de la turbulencia que impera en el entorno global.

Una oportunidad de reforzar lazos, de construir puentes, que si se construyen con cimientos sólidos, pueden sustentar un milagro impensado, no sólo sobreviviendo en un entorno económico y político incierto, sino trascendiendo, rompiendo fronteras que eliminen la dependencia de un socio comercial inestable y que potencialicen el intercambio de bienes y servicios con el resto del mundo, dando un impulso a sus economías y demostrando que ante muros, siempre habrá un puente más alto que los logre atravesar.

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