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Dos maneras de conducir con alegría

Propuesta. Los dos autos generan una sensancion de alegría y comodidad a quien los conduce.

Propuesta. Los dos autos generan una sensancion de alegría y comodidad a quien los conduce.

AGENCIAS

Fue hace mes y medio. Volkswagen anunció la llegada del Polo Sportline 2018 con un optimismo que nos pareció exagerado. La versión justo por debajo del GTI se desmarcaba apenas por unos rines de aluminio de 16 pulgadas, carcasas de espejos exteriores pintadas de negro y no mucho más. Y, qué caray, un Polo es un Polo es un Polo, ¿no? Sin embargo, un agradable recuerdo regresó de inmediato a los pocos minutos de conducirlo: la marca alemana tiene maestría en sacarle potencia y torque a motores pequeños (1.2 litros, en este caso) por medio de la sobrealimentación por turbo, sin elevar el consumo de combustible propio de un desplazamiento diminuto. ¡Qué viva el propulsor TSI!, nos decíamos, mientras experimentábamos la aceleración vivísima desde muy abajo (¿1,500 rpm?), sostenida sin dramas hasta más allá de las 4,500. Esas sensaciones, además, enfatizadas por la caja DSG de siete velocidades: uno de esos desarrollos por los que las armadoras pasan a la historia. Esta es la manera ideal de rodar por la ciudad, concluimos. No importa que este Polo no transmita sorpresas estéticas. Es más: el elemento "atuendo de oficinista y alma de atleta" era parte de su encanto.

El juego se puso más interesante. Tres semanas más tarde, conocimos al auto en el que Suzuki ha volcado sus mayores esfuerzos de ingeniería de la última temporada: el Swift de tercera generación. Un "hatchback" de éxito global que, al adaptar la plataforma Heartect que conocimos (y amamos) en el modelo Ignis y contar con el motor Boosterjet (tres cilindros, un litro, turbocargado) en su versión tope de gama, doblaba la apuesta del "motor pequeñito/potencia notable". El Swift había alcanzado el estatus que su vocación intuía: un auto para conductores en serio. ¿Barrería en nuestra mente con las impresiones que nos había dejado el Polo Sportline? Decidimos averiguarlo.

Sobriedad frente al desparpajo controlado. El nuevo Swift decidió ser "abombado". Nos explicamos: la primera generación en México planteó un lenguaje basado en líneas de expresión continua a los costados de la carrocería, que iniciaban en los faros delanteros en diagonal, de ángulo muy cerrado. La segunda generación evolucionaba esa misma personalidad (trazos rectos también en los interiores), pero esta tercera mandó a la papelera los gestos. Dos líneas redondeadas hacia arriba, sin continuidad, enmarcarían las ruedas. Ni modo: es la moda de diseño, junto a las parrillas delanteras enormes. Lo que queremos decir es que Suzuki se la jugó ante los fans del modelo que nació en 2004. Frente a este riesgo, el Polo propone un "look" familiar que casi aburre, pero da seguridad, confianza (sí, el diseño también tiene la misión de transmitir ese tipo de cosas). El Sportline no tiene empacho en declararse el hermano menor del Golf. Y es robusto.

El tema de la India ronda a estos autos. El Polo está fabricado directamente en ese país. Y en el caso del Swift, hay que recordar que en el gigante asiático se vive una verdadera locura por este subcompacto (casi la mitad de los autos es de origen Suzuki-Maruti). Quizá es sólo una curiosidad, pero cuando pedimos opiniones en la redacción de Autopistas sobre el aspecto del Swift 2018, alguien dijo: "Se ve indio, ¿no? De la India, pues". Podemos lanzar, a nivel de hipótesis, que esta tercera generación se lanzó preponderantemente para el mercado asiático, mientras que la de 2004 tuvo una misión, sobre todo, europea.

Formas de marchar. Los dos nacieron para ser revolucionados, pero su carácter es muy diferente, tanto como su aspecto. El Sportline, con torque superior y la DSG, se antoja para recorridos largos en autopista. El Swift luce más en entorno citadino y carreteras onduladas, al menos con la caja manual de cinco velocidades. Es curioso: a pesar de que la plataforma Heartect se adelanta en lo tecnológico, el Polo tiene una marcha más cómoda. Será su ADN alemán o la suspensión mejor ajustada a nuestras ciudades.

¿Es injusto comparar un auto nuevo con otro que casi termina su ciclo de vida? Digámoslo así: el Polo Sportline es tan sólido que aguanta el embate del brillante recién llegado; y el Swift es tan excitante que se le sube a las barbas a un casi clásico del acoplamiento TSI más DSG.

Suzuki Swift

En un segmento que incluye al Mazda 2, el Seat Ibiza, el Toyota Yaris y, claro, el VW Polo, la tercera generación del Swift se desmarca al transmitir sensaciones "totalmente 2018" (junto con el Río de Kia, quizás). Para obtener el conjunto completo de características superiores (seis bolsas de aire, control de estabilidad, pantalla "touch" con conectividad plena...) hay que optar por la versión Boosterjet.

Volkswagen Polo

El próximo Polo pronto será revelado en Europa (y será "más Golf" que nunca, previsiblemente). Por lo pronto, la presente encarnación le saca buen jugo a su postura de solidez y confiabilidad general, y lo hará hasta el último minuto. El Sportline tiene una ventaja enorme: la transmisión DSG de siete velocidades y el motor 1.2 TSI conforman uno de los mejores acoplamientos mecánicos en años recientes.

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Escrito en: Automóviles

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