Mayo 21 de 1920; Venustiano Carranza, presidente de la república, es asesinado en Tlaxcalantongo, Puebla; sus asesinos gritan: "Viva Obregón". Septiembre 4 mismo año; Álvaro Obregón gana las elecciones con el 100% de los votos. Julio 1 de 1928; Álvaro Obregón se reelige presidente de la república provocando que Madero salte en su tumba y un millón de mexicanos muertos en la revolución, se revuelquen en sus fosas comunes tras haber sido traicionado el principio de "Sufragio efectivo, no reelección" por el que entregaron sus vidas.
Julio 17 de 1928, un fanático religioso llamado José de León Toral decide "cambiar" su vida por la del presidente reelecto, provocando un caos político en el país, el presidente Plutarco Elías Calles legalmente debe irse y su sucesor, Emilio Portes Gil convocará a nuevos comicios; antes el "Jefe Máximo de la Revolución" creará el Partido Nacional Revolucionario, ascendiente del PRI.
Ante la miseria política existente en México, el filósofo José Vasconcelos lanza su candidatura; el PNR postula a Pascual Ortiz Rubio, lacayo de Calles, un apéndice de él que continuaría con la corrupción y protegería a la oligarquía en el poder. Las elecciones se llevan a cabo el 17 de noviembre de 1929; fue el primer fraude escandaloso después de la revolución. Calles había formado su partido con caciques locales, gánster, matones, golpeadores y operadores políticos que estaban dispuestos a hacer lo que fuera, con tal de no perder el poder; todo ello bajo su manto y complacencia. La jornada electoral fue un verdadero infierno para el Partido antireeleccionista Vasconcelista: robo de ánforas, golpizas a los funcionarios de casillas que no se prestaban a que las ánforas se llenaran con votos falsos, acarreo de votantes; mayor número de votos que votantes, muertos que se levantaron de su tumba para votar por el abuelo del PRI; jóvenes universitarios desaparecidos por pertenecer al grupo opositor.
Al final de la jornada, contados los votos, El títere de Calles se llevó el 93.58% de la elección, en tanto que Vasconcelos apenas alcanzó un 5.42% habiendo infinidad de casillas en las que supuestamente, nadie votó por él. De ahí seguirían infinidad de elecciones igualmente fraudulentas: Juan Andrew Almazán en 1940; Miguel Enríquez Guzmán en 1952 y el parteaguas de esta farsa; 1988 con la caída del sistema y el escándalo que aún perdura y que daría nacimiento a un instituto electoral teóricamente ciudadanizado; porque antes, el árbitro era el mismo gobierno.
11 de octubre de 1990, nace el Instituto Federal Electoral (IFE); organismo responsable de organizar las elecciones federales; surgía de la propia constitución, ello le brindaba autonomía frente a los otros poderes; aunque fue hasta 1996 que se puede decir que tuvo independencia real, cuando sus miembros, designados por la cámara de diputados, fueran seleccionados entre ciudadanos no partidistas. Aun así, los partidos políticos empoderados en el congreso, exigieron, como hasta la fecha, cotos de poder de X número de consejeros electorales designados por ellos. Con todo, en su primera fase, se podía hablar de cierta autonomía, la que fue perdiéndose con los años. Si bien el árbitro federal gozaba de aceptación ciudadana al legitimar sus procesos electorales, todo lo contrario, ocurría con los órganos electorales locales, auténticos nidos de mapaches del gobernador en turno, como ocurría y ocurre en Coahuila. En medio de la peor crisis de honestidad de toda la historia de México, el actual ejecutivo decidió, en 2014, transformar el IFE en el Instituto Nacional Electoral, el mismo órgano, pero ahora investido de "cierta autoridad" sobre los organismos locales electorales (OPLES) a quienes se suponía, designaría consejeros de manera honesta, sin dejarse influenciar por los sátrapas estatales.
Certeza, Legalidad, Independencia, Imparcialidad, Objetividad y Máxima Publicidad son los principios rectores de todos los árbitros electorales mexicanos: sin embargo, en las elecciones de 2017 en Coahuila y en Estado de México la marcada y decidida manipulación y tendenciosas acciones de los oples en favor del partido en el poder, demuestran que aquellos son sólo adorno piñateros, a los cuales se les puede dar palo continúa y permanentemente, o bien arrojarlos a un sanitario y estirar la cadena; ambas situaciones tienen exactamente el mismo resultado.
En México se viven las elecciones más caras del mundo; poseen el mayor número de candados; todo se exagera; boletas y actas elaboradas en papel de seguridad, con sellos de agua, símbolos y tiras ocultas; tinta indeleble, lápices imborrables; límite de boletas en casillas, credenciales infalsificables; funcionarios de casilla altamente capacitados, designados bajo un elaborado sorteo de mes de nacimiento y letra del primer apellido y varias monerías más. Pero todo para nada, los gobernadores y sus mapaches burlan tanto la voluntad popular, como las leyes electorales, dominan al árbitro local y utilizan al federal como comodín y terminan culpándolo de sus tropelías tiránicas.
Tras la terrible jornada del 4 de junio de 2017 en Coahuila, donde se conjuntaron todas las marrullerías inimaginables, varias propuestas ciudadanas buscan terminar con la cultura del fraude electoral y la costumbre dictatorial de mantener el poder a toda costa: Segunda Vuelta; Revocación de Mandato; Plebiscito; restricción a los altos costos electorales, entre ellos las fabulosas sumas entregadas a los partidos; reducción de diputados, senadores y regidores municipales. Un auténtico sistema anticorrupción, basado más bien en consejos que en amigos del gobernante saqueador;
Pero como el congreso es propiedad de los partidos políticos y contrario a la ciudadanía, no va a pasar nada que pueda afectar los intereses de esos malandrines disfrazados de políticos. Queda pues, la ciudadanización de la política, la resistencia civil y el gobierno abierto.
