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Los límites de la influencia

Ideas nocivas que saltan de una cabeza a otra

Foto: Archivo Siglo Nuevo

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REDACCIÓN S. N.

Para que los lobos no enseñen a aullar a 'uno de los suyos' la fórmula incluye cultivar en los menores los beneficios de los ambientes sanos, motivarlos a participar en actividades comunitarias que redunden en pulir sus vocaciones y habilidades tanto físicas como espirituales.

Es un motivo frecuente de conflictos en el seno familiar. Los padres discuten con el hijo acerca de una amistad que no ven con buenos ojos. Las razones, sin embargo, no son del todo claras para aquel al que van dirigidas. Los progenitores tienen sus razones para llamar a ese individuo o grupo una 'mala influencia'. Sin embargo, el menor no entiende o no quiere ver la razón de tanto problema. Muchas veces esta escena se termina hasta que ya es demasiado tarde.

Vivir en comunicad implica que, en algún momento, surgirá una relación y ésta será capaz de influir en la conducta de una persona. Sucede con los 'amigos' que llegan a ocupar un lugar importante en la vida. No siempre es posible apreciar la manera en que un vínculo va encauzando, influyendo, para llevarnos a un lugar en el que, por ejemplo, hacerle bullying a alguien se vuelve el pan de cada día.

Una mala influencia puede hacernos cometer errores como herir a otras personas. En casos extremos se llega a arriesgar la libertad o incluso la vida.

IDENTIFICAR

Se trata de agentes perniciosos; suelen tener argumentos convincentes para lo que hacen o dicen; pueden parecer seres encantadores y afectuosos. Aprovechan el sentido gregario, la baja autoestima y la poca atención que recibe su 'amigo' para ganarse su lealtad o asegurar una complicidad.

Hay signos que ayudan a detectar cuando una relación nociva está engendrando conductas indeseables en los hijos: si estos empiezan a exigir con insistencia artículos que uno de sus conocidos posee; si desobedecen órdenes por darle gusto a su amistad; si esconden información sobre él o ella. En este cuadro también se incluyen los signos que apuntan al consumo de tabaco, alcohol o drogas.

Un aspecto importante a considerar es que los menores bajo una influencia negativa acaban por hacer cosas que saben que están mal por el temor a ser rechazados o excluidos.

Especialistas y colectivos dedicados a difundir materiales dirigidos a construir mejores relaciones escolares, familiares y comunitarias coinciden en que es necesario estrechar los lazos familiares, fomentar relaciones abiertas y sinceras, tener salidas recreativas, practicar deporte, en suma, pasar tiempo de calidad.

Para que los lobos no enseñen a aullar a 'uno de los suyos' la fórmula incluye cultivar en la descendencia los beneficios de los ambientes sanos, motivarla a participar en actividades comunitarias que redunden en pulir sus vocaciones y habilidades tanto físicas como espirituales.

Una asignatura que deben cubrir los progenitores es mantener una comunicación adecuada con sus vástagos para generar empatía. Otro ingrediente indispensable es confiar en ellos ya que eso refuerza sus ánimos para no hacer algo que sea motivo de decepción en su núcleo familiar.

Comunicarse también implica platicar sobre valores y sobre el deber ser. Se trata de una de las mejores defensas contra quienes buscan hacer de nuestros seres queridos sus compinches.

Los padres deben tomarse el tiempo para explicar a los infantes y recordar a los jóvenes cuestiones como ¿qué es una mala influencia? Esto les permitirá tomar mejores decisiones a la hora de socializar. El menor debe saber que es común encontrarse con personas que buscan introducirnos por senderos incorrectos. Brindar atención a los hijos puede hacer la diferencia a la hora de que reciban invitaciones para fumar o beber o participar en una actividad fuera del marco de la ley.

Un aspecto del que las figuras paternas y maternas deben cuidarse, recomiendan especialistas, es criticar a las malas compañías. Esto produce, sobre todo en la etapa adolescente, que los hijos se pongan a la defensiva o se encaprichen. Una estrategia para estos casos consiste en apuntar, de forma calmada, a comportamientos y acciones específicas.

Cuidar a un ser querido de los agentes perniciosos también implica estar al pendiente de los lugares que frecuenta, conocer a sus amistades y, de ser posible, a los padres.

EL BUEN ACTUAR

Así como los menores hacen tareas por cumplir, ya sea escolares o domésticas, la pareja o los jefes de familia deben cumplir con deberes en el seno familiar que contribuyan al crecimiento integral de sus vástagos.

En esa lista se encuentran cuestiones formativas como fomentar en su descendencia una actitud sociable que le permita tener amigos y facilite el desarrollo de su personalidad.

Otro deber es enseñar la importancia de ser 'responsable', esto ayudará a los retoños a encarar de forma reflexiva las disyuntivas que se les presenten, a analizar sus opciones, a ser críticos a la hora de tomar decisiones, a no temer las reacciones negativas de otros y evitar conflictos.

Una tarea fundamental consiste en nutrir la autoestima del menor, de manera que tenga confianza, que sea independiente y comprenda que ser uno mismo es defender los puntos de vista propios, y que las mejores decisiones se toman luego de sopesar las alternativas. Eso les da argumentos para negarse a las propuestas de las malas compañías.

Cuando existe la sospecha que un hijo se está juntando con lobos, el primer paso para despejar dudas es comunicarse. Si la sospecha se confirma hay que seguir platicando con el vástago, saber qué está pensando o sintiendo. Muchas veces se recurre a la opción equivocada por una baja autoestima o falta de seguridad.

Más deberes paternos son darle su espacio a los críos, aceptarlos como son, no proyectarse en ellos ni cargarlos con expectativas.

PUNTOS A FAVOR

Reconocer una influencia perniciosa conduce a trabajar respuestas para atajar su crecimiento. En ese apartado el objetivo es que el menor llegue a comprender que no todas las relaciones son adecuadas, positivas o convenientes, que si bien se puede intentar influir en los agentes nocivos para que cambien, a veces no hay más solución que marcar distancia.

Si un niño o un joven actúa con responsabilidad y no se deja convencer de hacer algo incorrecto, los padres no deben dejar pasar la oportunidad de felicitarlo.

No hay que perder de vista que así como hay presión de malas influencias para cometer actos indebidos, en el otro lado de la moneda hay exigencias de tipo positivo en las relaciones que entablan los menores.

Esto puede motivar a niños y adolescentes a participar con mayor entusiasmo en actividades sociales, en disciplinas deportivas y temas culturales.

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