Elecciones ensayo

Ni la Madre Teresa de Calcuta habría escapado de ser llamada corrupta en una campaña mexicana.

Este domingo 4 de junio habrá elecciones para gobernador en Coahuila, el Estado de México y Nayarit, así como para presidentes municipales en Veracruz.

Todas las votaciones son importantes, pero éstas se consideran como ensayos de los comicios nacionales de 2018.

La coahuilense es crucial tras dos sexenios consecutivos de miembros de la familia Moreira. La del Estado de México destaca por ser la demarcación más poblada del país y el terruño del presidente Enrique Peña Nieto, quien busca sostener su relevancia política en un momento en que su popularidad se ha desplomado.

Un punto positivo es que los tiempos en que conocíamos los resultados de los comicios mucho antes de que se emitiera el primer sufragio han quedado atrás. Las encuestas reflejan contiendas cerradas, incluso empates, por lo que no hay favoritos. Las elecciones se decidirán el mismo día del sufragio. Esto es beneficioso, es parte de lo que todos esperamos en una verdadera democracia.

Muchos aspectos de nuestro sistema para nombrar a los gobernantes, sin embargo, son negativos. Quizá el peor lo representan los insufribles spots de radio y televisión que se han convertido en el principal instrumento de propaganda del sistema electoral mexicano. Estos promocionales, confiscados a la radio y la televisión abierta en la reforma electoral de 2007, dan a los partidos y a los candidatos un tiempo enorme, hasta cuatro minutos la hora, mezclado con la programación habitual de las emisoras. Un efecto es que disminuye el público de estas empresas, eso ha llevado a despidos importantes en sus plantillas de trabajadores; otro es que da a los políticos un escaparate que no podrían obtener de otra manera.

El problema estriba en que estos tiempos privilegiados son desperdiciados por los políticos. Los spots se han convertido en simple ruido ambiental. No dicen nada memorable, se confunden unos con otros, generan irritación en el público que se ve obligado a verlos o escucharlos.

El bajo nivel de la clase política se exhibe en estas campañas. Muchas de las propuestas y promesas que escuchamos son irrealizables o implican desembolsos enormes de manera que hacerlas realidad desequilibraría las finanzas públicas o generaría deudas enormes para las administraciones y generaciones posteriores. Pero poco importa esto a los candidatos. Buscan comprar votos con ofrecimientos sin preocuparse de los costos, que para ellos no existen.

De vuelta al tema conductor, en muchos casos ni siquiera hay malas propuestas en la publicidad política. Un porcentaje muy importante de los spots y de las presentaciones de los aspirantes es utilizado para descalificar a los rivales. Ni la Madre Teresa de Calcuta habría escapado de ser llamada corrupta en una campaña mexicana.

Es positivo que tengamos una democracia intensa y que los tiempos del partido único hayan quedado definitivamente atrás. Pero hoy batallamos un sistema político de bajo nivel y muchas veces irritante. Lo peor es que los ciudadanos tenemos que pagar las facturas de todas las actividades y todos los abusos cometidos por los responsables de los asuntos públicos. Si bien hay campañas más costosas, como en Estados Unidos, las nuestras son extraordinariamente caras si consideramos el nivel de ingresos del mexicano. Además, en la Unión Americana partidos y candidatos deben conseguir sus recursos de donaciones voluntarias mientras que en México quitan directamente el dinero a la sociedad a través de impuestos. No hay duda que los políticos mexicanos se han construido un sistema que sólo sirve a sus intereses.

CONTACTO: @SergioSarmiento