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Los huachicoleros, un problema añejo

“A grandes males, grandes remedios, decía mi abuela; para referirse a que si un problema es grave, la solución debe ser enérgica y eficaz. El problema de los huachicoleros no es tan viejo como el adagio mismo, pero tiene ya tiene mayoría de edad, (el mismo gobierno lo dejó crecer), y ahora debe ser tratado como un serio problema delictivo, porque no hay duda que el robo es un delito; aun cuando los delincuentes y familiares y simpatizantes de éstos argumenten que el petróleo es de todos los mexicanos, y qué sólo están tomando lo que les corresponde, según su ciudadanía, Ese razonamiento peca de simplista e infantil.

Lo que no tiene nada de infantil es la pobreza que padecen, y el riesgo mortal que afrontan cada día los que a este negocio ilícito se dedican; desde los “ordeñadores” hasta los distribuidores.

¿Qué pasaría si con esa misma lógica todos los mexicanos que compramos la gasolina al precio oficial, procediéramos como los huachicoleros? Sin duda sería un caos, no sólo por el quebranto a la economía del país, sino por los problemas políticos y sociales que engendraría, pues las clases media baja y baja, poseemos un carrito viejo o una pick-up Onappafa que necesita combustible, y el aumento desmedido que nos trajo la reforma energética, contra las promesas de las autoridades, es factor de empobrecimiento; ya que la distribución de bienes requiere de transportación, y los transportistas lo que hacen es trasladar los costos al consumidor.

La opinión pública se ha polarizado respecto de la posición asumida por las familias de los delincuentes huachicoleros, pues la pobreza es evidente; y aunque ésta no justifica la comisión de un delito; mientras las autoridades gubernamentales y/o federales no atiendan la causal principal de este problema, la solución puede ser además de ineficaz, injusta, inhumana y quizá hasta fatal, como ya ocurrió en este primer enfrentamiento, en el área conocida como Triángulo rojo, mina de oro negro, en Puebla.

Lo más extraño en todo este asunto, y en otros muchos, de índole delictivo; es que las autoridades de diferentes niveles siempre lo han sabido, y hasta llevan un control de daños, saben dónde están los puntos de “ordeña”, las cantidades de combustible que extraen, conocen los lugares y precios de venta. Nada de esto les ha sido ajeno, pues cuentan con la tecnología para saber lo que pasa en el territorio mexicano. Los medios masivos proporcionan información, satélites y drones están a su alcance para conocer la realidad. Pero, curiosamente no emprenden acciones en su contra; y cuando lo han hecho han sido simples escaramuzas para taparle el ojo al macho. Pareciera con esto, que hay complicidad, que hay corrupción con alguno o algunos funcionarios públicos.

Pero, no contaban con este último y lamentable incidente, en el que hubo muertes en ambos bandos. Ahora, el gobierno tendrá que actuar con firmeza para resolver, a medias, este problema; y digo “a medias” porque se van a enfocar en el llamado círculo rojo de Puebla, sabiendo que tienen un mapa en el que figura también Oaxaca, Tamaulipas, Guanajuato, Sinaloa y Jalisco, entre otros con un total de casi nueve mil tomas clandestinas.

Pemex y Peña Nieto: “Échense ese trompo a la uña”. Dios los ayude. Uno cosecha lo que siembra.

Héctor García Pérez,

Gómez Palacio, Durango.

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