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Julio Hernández, astillar al poder

Entrevista

Foto: Cortesía Julio Hernández

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YOHAN URIBE JIMÉNEZ

A partir del 'gasolinazo' y la iniciativa de Donald Trump para levantar el muro de la discordia, Julio Hernández elabora una crónica periodística que recorre los callejones más oscuros de la clase política mexicana. En su último libro, Encabronados, el periodista lagunero toma la bandera del desencanto popular y pregunta cómo puede seguir adelante un México tan golpeado por los poderes públicos. La solución, parecida a salida de emergencia de un laberinto, comienza por atender al sentido común y exigir, a los políticos que ya agitan sus aspiraciones presidenciales, respuestas y propuestas verdaderas para la crisis que padece la sociedad mexicana.

Desde hace dos décadas, Hernández es autor de la columna Astillero de La Jornada, diario nacional de izquierda. Hoy día es director de La Jornada San Luis. Fue reportero de Unomásuno y Excélsior. Colaboró en la mesa de los periodistas en Televisa, con Víctor Trujillo, y actualmente participa en Imagen Televisión. En 2015 fue calificado como el tercer periodista más influyente del país en Twitter.

¿De tantas razones por las que puedes estar encabronado, es la política la que más harta?

Si, yo creo que es un proceso lento de toma de conciencia, de entender que los problemas y los asuntos no son fortuitos, azarosos, o porque así deben de suceder. Durante mucho tiempo la sociedad mexicana ha vivido anestesiada entre otras cosas debido al control informativo que ejercen los medios de comunicación, sobre todo las grandes televisoras abiertas de difusión nacional. En los años recientes a más gente le ha ido quedando claro que la causa de sus problemas está en la forma en que se administra la riqueza pública. Muchas veces la gente cree que son pleitos en las alturas, en las élites y que finalmente no les afectas, pero ahora lo ven gracias a casos extremos como el de Veracruz, con Javier Duarte de Ochoa.

Creo que, en general, a nivel nacional la clase política se ha exhibido como una verdadera colección de rapacería, frivolidad e ineficacia. Eso es lo que a mí me parece distintivo del encabronamiento generalizado, la gente está encabronada por la razones que sabemos y conocemos diariamente, pero hoy existe un hartazgo contra la clase política, contra los partidos, los candidatos, etcétera, lo cual no necesariamente tiene que ser positivo. Un encabronamiento así, sin salida, sin opciones u organización, social, igual hoy se convierte en un estado de animo y mañana se vuelve lo contrario, valemadrismo, apatía, desidia.

Sobre ese encabronamiento, ¿también se corre el riesgo de que se vuelva bandera populista?

Si, es un riesgo probable, viable, porque el encabronamiento no es un estado de consciencia necesariamente positivo; puede desahogarse solamente en visceralidades en las redes sociales, en el enojo de las reuniones familiares o con amigos. El paso que la sociedad mexicana no ha podido dar es el de convertir ese encabronamiento en un juicio crítico profundo de todos los sectores políticos, los candidatos y las campañas. Mientras la gente siga con una actitud de enojo extremo pero, al mismo, tiempo, mantenga la credulidad en las promesas y las ofertas de que todo puede resolverse sólo en una elección y que sólo votando por alguien se va a tener el cambio verdadero y profundo, eso formará parte del gran engaño y del proceso de sustraerle al pueblo la posibilidad de construir cosas distintas.

Yo creo que ahí está la diferencia entre encabronarse y adquirir una conciencia política activa.

¿Qué se puede hacer con esa ira?

Pienso que sí se está haciendo algo. El libro comienza con la explosión de violencia social incontrolada que hubo con el gasolinazo. Analice con mucho cuidado lo que sucedió en esos días de inicio de año, y la verdad es que hubo, sobre todo en el norte del país, acciones muy fuertes por parte de grupos sociales que simple y sencillamente decidieron enfrentarse con autoridades e instituciones.

Me parece que el sistema político, el régimen, esta arrinconado, porque sabe que no tiene legitimidad para ejercer la represión que en otras instancias los gobiernos legítimos y con respeto social pueden practicar porque finalmente forma parte de la esencia del estado, la viabilidad y la capacidad para reprimir lo que vaya en contra de las leyes y las instituciones. El problema en México está en que la inmensa mayoría de los gobernantes saben que son unos pillos y que no pueden reprimir ni castigar porque no tienen legitimidad, y eso provoca que se este dando una espiral de falta de respeto a la autoridad, a las instituciones y a las leyes, que no puede ser buena.

El encabronamiento puede llevar a desbordamientos sociales, a represión gubernamental, a una multiplicación de la protesta y su agudización.

¿Y en conflictos armados?

No veo viables lo movimientos armados en México. Después de la represión de 1968 se vino la desesperación de quienes, sobre todo jóvenes, creyeron en el camino de las armas, que fue una ruta fallida. Hoy, lo que se tiene es el camino fallido de las elecciones y un sistema político que ya no da para más. El sentido de lo político se pervirtió cuando el Estado mexicano, a través del secretario de gobernación Jesús Reyes Heroles, implantó una reforma política que le entregó a los opositores la posibilidad de ser diputados, regidores y senadores de representación proporcional, es decir, les dieron porciones pequeñas del pastel del poder y, por otro lado, les dio dinero para que hicieran política. Actualmente, el dinero es el mecanismo de mayor perversión de la vida política nacional, porque se necesitan ríos de efectivo para ganar una elección, provengan estos de los recursos públicos, de donadores “anónimos”, o de grupos del crimen organizado. Creo que por ahí va el gran desastre.

Después de Javier Duarte, César Duarte, Roberto Borge y demás, ¿crees que los casos que vengan sí se controlen?

Lo de Veracruz es verdaderamente una tragedia porque, ante un caso extremo de corrupción tan criminal y descarada como la de Javier Duarte, quien quedó como gobernador fue otro arquetipo de la corrupción, de la marrullería, de la suciedad política, como lo es Miguel Ángel Yunes Linares. Es decir, literalmente -y no sólo porque allí hayan detenido a Duarte de Ochoa- en Veracruz salieron de Guatemala para entrar en 'guatepeor'. No puede ser que quien quede como alternativa sea otro igual a Duarte. Pero eso lo vemos en la gran mayoría de los estados, la supuesta alternativa es la del menos peor, la gente tiene que escoger al menos peor, pero no porque haya una esperanza real.

Yo me pregunto, y sobre eso estoy tratando de elaborar otro texto, ¿de qué ha servido el voto por la oposición y la alternancia de siglas partidistas en el poder? No tengo registro de un sólo hecho trascendente, importante o profundo que se haya logrado por la vía de los votos. Ni con Juan Sabines y Pablo Salazar en Chiapas, ni con Padrés en Sonora, ni con Malova en Sinaloa , ni con Gabino Cué en Oaxaca. Al final, el gran problema no es el engaño de la alternancia de siglas, la cuestión es que mientras no haya una ciudadanía crítica y activa que empuje, presione, que haga que las cosas cambien, los del poder seguirán turnándose. En el 'turnismo' electoral hoy le toca a uno y mañana a otro, parece que hay cambios mas en el fondo no sucede nada.

¿Qué papel juegan los medios de comunicación en el encabronamiento?

Una asignatura que (Enrique) Peña Nieto, no se atrevió a tocar ni siquiera a nivel retórico dentro de su paquete de reformas llamadas estratégicas, es la de los medios de comunicación. Seguimos, lo digo como director de La Jornada en San Luis, sujetos a los vaivenes de ánimo de los gobernantes en cuanto a las asignaciones de publicidad oficial, sin que se hayan regulado los criterios como lo prometió cuando era candidato el actual presidente de México.

Los presupuestos de publicidad oficial siguen siendo utilizados para castigar a los opositores a un régimen. Acabamos de presenciar, sin que la sociedad se diera por enterada, sin que hubiera escándalo porque quien hubiera hecho escándalo serían los propios medios, la manera en la que se modificó la ley de telecomunicaciones para cancelar la idea de que no se incluyese la opinión dentro del segmento informativo en los canales de televisión, es decir, que se suministre de manera clara, definida, lo que es opinión y se distinga de lo que es información. Creo que los medios de comunicación siguen siendo aliados del poder, sobre todo los electrónicos, aunque en la prensa escrita hay ejemplos similares; poseen una gran corresponsabilidad en el grado de postración cívica en el que vivimos los mexicanos y en la falta de una conciencia crítica. Por eso suelen satanizar movimientos sociales opositores y se alinean de manera insidiosa a los dictados de quienes tienen el poder económico y político.

¿Por eso ofrecen distractores como el futbol, las telenovelas y demás?

Claro, las telenovelas, el fútbol, que a mí me gusta pero no hasta el fanatismo, constituyen formas de evasión. En realidad, el encabronamiento es un estado de animo que puede ser pasajero y con frecuencia suele ser sustituido de manera rápida por este tipo de distractores. Pienso que la polarización social ha sido prevenida mediante esta sofisticación del entretenimiento ligero, de las fórmulas para mantener adormecida a la población. Creo que la crisis económica del sistema y la falta de recursos públicos a partir de la reforma energética está llevando a cada vez más gente a tener una consciencia social por la vía del bolsillo, de sentir la crisis ya no en terrenos ideológicos sino en terrenos económicos. Creo que eso es lo que esta arrojando a mucha gente a desesperarse, a encabronarse y a lanzarse contra los poderes.

¿Ves el 2018 como la oportunidad del cambio?

Para mí, la mayor posibilidad de cambios se podrá dar si es que llega López Obrador. Sin embargo, desde mi perspectiva, la profundidad y la dimensión de esos cambios esta muy acotada. En primer lugar, hay una legalidad que ha instituido Peña Nieto con sus reformas estratégicas que será prácticamente irreversible, como el asunto de los energéticos. Ni modo que vayamos a botar de tierras mexicanas a las grandes trasnacionales que se acaban de instalar y que tienen contratos firmados a largo plazo con términos que incluyen sanciones enormes en tribunales internacionales.

El factor Trump será importante. No quiere que en México haya un gobierno exitoso de una izquierda pálida pero izquierda a fin de cuentas. Por otra parte, me parece que la propia construcción del proyecto de Andrés Manuel entregada a Alfonso Romo, a quien había calificado años atrás como integrante de la mafia en el poder, y el acceso de grupos de un pragmatismo político extremo carcome y erosiona la viabilidad de un cambio profundo con López Obrador.

¿Es necesario acercar este tipo de libros a los jóvenes y los activistas de redes sociales?

Ojala y lo leyeran. Pocas cosas hay que me enorgullezcan y me alienten tanto como saber que hay jóvenes que leen mis textos, eso me hace sentir que el ejercicio que uno realiza no es en vano, aunque sea algunos jóvenes y, ojalá, en las escuelas de periodismo.

Este libro lo que trata de hacer es avivar el debate, porque en México se está cayendo en una sacralización de la esperanza, es decir, la esperanza convertida casi en el fin último de la acción política y eso no es el punto. El punto está en entender que, si no se mueven las cosas desde abajo, si no hay un estremecimiento social verdadero, si todo lo que hace la gente en este encabronamiento se queda ahí, si no trasciende y se convierte en acción política organizada, todo va a seguir igual.

Twitter: @uyohan

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