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RENÉ DE LA TORRE

Una vez que se ha elegido el club que determina el pulso de la sangre no hay camino de regreso, dice Juan Villoro en su libro Dios Es Redondo. El autor en diferentes oportunidades ha manifestado que elegir unos colores y no otros es un momento existencial básico. "Se elige un equipo porque es el equipo de tu padre, porque es el equipo de tu ciudad, de tu barrio, porque te gustó la camiseta, por un jugador determinado o por múltiples razones, pero una vez tomada la decisión, el resto de tu vida está asociada con este momento". Así pues, el escritor mexicano concluye que cambiar de equipo de futbol es como negar la propia infancia.

Tomo sus palabras como introducción para definir la importancia de ser aficionado de un equipo, pero ¿cómo es ser un buen hincha? ¿Qué es lo que define a un buen aficionado? Digo, todos sabemos lo que es un villamelón y lo podemos distinguir sin tanto problema pero, ¿cómo ser buen aficionado?, es una respuesta que puede variar dependiendo a quién se le pregunte.

Hay quienes ubican al buen aficionado como aquél que consume la mayor cantidad de productos del club, ése que compra cada temporada la nueva indumentaria, la taza de café con el escudo impreso, la gorra que adorna su cabeza con los colores de su equipo, ése que cada inicio de torneo asegura su lugar para todos los partidos como local y muestra un apoyo total que incluso se intensifica cuando los suyos caen en una mala racha.

Ese mismo aficionado, desde su desbordada pasión, reniega de aquel fanático que al igual que él acude con regularidad al teatro con escenario de campo verde, se siente parte del equipo, se apasiona con los triunfos y se le infla el pecho al contar las historias épicas que han escrito los héroes que han defendido sus colores, pero que se muestra crítico cuando las cosas no van de la mejor manera, soporta los malos resultados pero está convencido que tal jugador o el técnico en turno no deben continuar y así lo externa sin tapujos, incluso, si el mal tiempo se ha extendido por años, señala a sus directivos. El primero tacha de "villamelón" al segundo. El último acusa de "borrego" al primero. Es el bucle infinito de la pasión.

¿Pero quién es mejor fanático que el otro? Desde mi punto de vista, ninguno. Los dos son buenos aficionados, cada quien lo es a su manera.

Y es que cada quien vive su pasión conforme a sus convicciones.

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