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Al Larguero

MACHADA

ALEJANDRO TOVAR

En domingos como el último, la gente debe aprovechar el medio tiempo para comer lo mejor que pueda, pues hacerlo durante el vértigo de un partido así en Bernabeu suele crear el efecto que define al que apenas llega del desierto inhóspito con el que suele tomar el menú y leerlo tres veces sin ajustar una decisión coherente. Si la comida es "rápida" se corren riesgos graves porque el estómago necesita espacio para digerir y si es meditada, ajustada al fin de semana en familia, con la jefe de casa comandando un buen banquete familiar, deberá dejarse hasta el final, con, otra vez un gran peligro, el de perder el apetito si el resultado no se ajusta el color del corazón.

Toda la gente que favorece con sus temores y alegrías a cualquier equipo, con los colores que fueren, deben tener la mente ajustada a la ilusión permanente: la de vivir con la ferocidad de la contienda pero sin desatender las virtudes y méritos de todo buen rival. Los fans quisieran que sus jugadores coparan toda la cancha para avanzar al compás de la "Caballería Ligera" y que impusieran condiciones en todos los sectores del terreno como una mancha que invade el territorio pero que sus atacantes no pidieran permiso al llegar al área, sino que se comportasen en todo tiempo como tiburones ante peces.

Aunque siempre casi todos tenemos colores dibujados en la mente y en el alma misma, ver al Barsa y Madrid en pantallas modernas es en sí mismo, un fenómeno social impactante, contra los antifutbol, que son solamente una pequeña banda que vive otro tipo de emociones que pueden ir desde estar con películas de Netflix o aburridos de ver la cara enfadada de la mujer en domingo porque está encerrada y si acaso, solamente fue a misa para comulgar como siempre y de esa forma enfrentar el rostro taciturno del mismo marido.

Para los atrapados en esta enfermedad incurable, el futbol es la forma más bella inventada por el hombre para alcanzar la libertad, pero también este juego es medida de confusión, donde los temores repentinos alarman hasta el tipo más valiente, ése que lucha ante lo que se debe entender, que el rival también tiene buenos jugadores, buena dirección técnica, grandes aspiraciones y son seguidos por millares como el tuyo propio y que todos tienen caprichos exquisitos, porque la gloria gusta a todos y porque el alma siente que se escapa cuando "los otros" aparecen diestros, aptos y peligrosos, con ganas depredadoras para iluminar su propia esperanza.

El futbol no es un manual de buenas maneras, es una guerra donde se juega el difícil legado de los héroes de este juego, donde no se puede ser artista sin dañar a nadie, donde un solo hombre de pronto cambia el panorama con el toque maravillado de su talento único, ése que Dios dota sólo a unos cuantos, como Messi, que resolvió la batalla dominical con una pincelada divina.

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