Eroica, la película revolucionaria

En una escena de la película Eroica (ortografía original), Beethoven conversa con sus anfitriones y otros invitados y desde su carácter romántico por rebelde, o rebelde por romántico, afirma que bajo un buen gobernante la pobreza podría desaparecer. La princesa Josefina Lobkowitz, quien le dedica gran admiración, le dice con cariñoso hipocorístico “Lui, eres un soñador”.

En otro momento, cuando el conde Dietrichstein critica a Napoleón, Beethoven se le enfrenta con un enunciado terminante que revela por qué dedica su sinfonía Eroica al guerrero francés: “Es el paladín de los pobres”. Y esas palabras me recuerdan lo que Beethoven le escribe a su doctor Wegeler en 1801: “mi arte debe consagrarse a mejorar la condición de los pobres”.

A pesar de lo que puedan sugerir los párrafos anteriores, no trataré aquí mi adhesión a la fórmula soñadora de Beethoven por la necesidad que México tiene de un buen gobernante para abatir por lo menos en parte la pobreza en que vive mucho más de la mitad de la población, según estadísticas oficiales manipuladas y según buenos periodistas críticos y bien informados.

Hablaré de la película Eroica, producida por la BBC de Londres con la dirección de Simon Cellan Jones porque me parece una película heroica por su inclinación revolucionaria que surge de considerar la personalidad de Beethoven, artista de impulso estético revolucionario y de ideas sociales de la misma cualidad.

Eroica es la tercera sinfonía de Beethoven y de ella, de su “estreno” privado en el castillo del príncipe Lobkowitz trata la película dirigida por Simón Cellan Jones. Durante todo el filme el director mantiene un eficiente equilibrio entre la ejecución total de la sinfonía (hace que el público la escuche toda) y el desarrollo del guion en la trama dramática.

La película, fechada en 2003, nos introduce a una obra que significó una eclosión revolucionaria en la música y paralelamente nos participa de una eclosión revolucionaria en el pensamiento social. Beethoven, insuflado por la atmósfera de la Revolución Francesa y el avance republicano de Napoleón, compone la sinfonía y habla como antimperialista.

Parecería que el director quiere mostrar la vocación revolucionaria de los artistas. Se aprecia así en el personaje de Beethoven y hasta en los parcos diálogos de algunos músicos. El mismo conjunto de ejecutantes se presenta en la película como L’Orchestre Revolutionnaire et Romantique, nombre significativo y que quizá no necesita traducción.

Pero la película de Cellan Jones también contiene el ingrediente amoroso. Asistimos al capítulo de la vida sentimental de Beethoven con la princesa Josephine Brunswik. El rechazo de la princesa para el artista me despertó la necesidad de volver a leer Vida íntima de Beethoven, de André de Hevesy, donde se tratan sus aproximaciones y rechazos sentimentales con otras mujeres y con “la amada inmortal”.

Sin embargo vuelvo a la película en la que se ve cómo mientras el prepotente Dietrichstein sufre aversión por la obra, los estratos sociales bajos la sienten propia; cómo mientras el pequeñoburgués copista la considera monstruosa, algunos sirvientes piden permiso para escuchar la ejecución en la misma sala.

Todavía más, mientras Dietrichstein considera a la Eroica diabólica y violenta y el acomodado Haydn sufre al escuchar el tercer movimiento porque siente que Beethoven está destruyendo la forma sinfonía, las cocineras se solazan con sus arrebatos o se embelesan con las notas del adagio assai.

Eroica, la película, es un manjar sinestésico. Satisface simultáneamente a la vista como filme y al oído como obra musical. Es además revolucionaria porque reconoce la revolución musical iniciada por Beethoven y el pensamiento revolucionario que en lo social adoptó el artista.

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