Los días perdidos
En la época de la Revolución
Francesa, allá por los últimos
años del Siglo XVIII (18), hubo
un duro enfrentamiento con
la Iglesia Católica, tanto que
se llegó a promulgar una ley
donde se decretaba que la
gente del clero pasaba a ser
empleados del estado.
Era tal el estado de cosas,
que los revolucionarios quisie-
ron borrar todo lo que oliera
a Cristianismo, y entonces de-
cidieron tirar a la basura el
viejo calendario gregoriano y
hacer uno nuevo.
Dijeron: “Nosotros ya no
queremos tener semana de
siete días, ahora serán décadas
de 10 días”, y a éstos - los días
- para no quebrarse mucho la
cabeza, les pusieron simple-
mente “primidi”, “duodi”, “tri-
di”, “quartidi”, “quintidi”, “sex-
tidi”, “septidi”, “octidi”, “noni-
di” y “décadi”, o sea, que co-
mo que se les quiso quemar el
cerebro con tanta creatividad.
“El año sí lo vamos a dejar
en doce meses”, dijeron, “pe-
ro le vamos a hacer algunos
cambiecitos en cuanto a la
identificación de cada mes”.
Luego, hicieron un re-
cuento y una sencilla multipli-
cación: tenían doce meses y
cada mes tenía tres décadas
y cada década tenía diez dí-
as, entonces, multiplicaron 12
por 3 y por 10 y el resultado
según Pitágoras era y sigue
siendo de 360, así que les fal-
taban 5 días para completar
el año y seis para el bisiesto,
pero dijeron: “No hay proble-
ma: Vamos a agregarle al año
cinco días de fiesta y uno más
para el bisiesto y se los dedi-
camos – los días de fiesta - a
la Virtud, al Talento, al Traba-
jo, a la Opinión, a las Recom-
pensas, y cada cuatro años, el
día adicional, lo dedicamos a
festejar a la Revolución”.
Como ya habían agarrado
correntía en su labor de hacer
pedazos el calendario tradi-
cional, decretaron que a par-
tir de entonces el primer día
del año sería el 22 de sep-
tiembre, que es el día del
equinoccio de otoño, y ade-
más coincidía con el inicio de
su revolución. Equinoccio es
la fecha en que la noche du-
ra lo mismo que el día.
A los años, los numeraron
de acuerdo con el sistema ro-
mano, o sea, que serían el año
I, el II, el III y así sucesivamen-
te. A los meses se les pusieron
nombres de acuerdo con los
ciclos de la Naturaleza. Eran
Germinal, Floreal y Pradeal en
primavera, Mesidor, Thermidor
y Fructidor en verano, Vendi-
miario, Brumario y Frimario en
otoño y Nivoso, Pluvioso y
Ventoso en invierno.
El calendario nunca pren-
dió en el pueblo francés, que
estaba demasiado acostum-
brado a su calendario religio-
so, además de que no les pa-
reció que desaparecieran sus
fiestas religiosas, y menos que
su descanso semanal fuera
una vez cada diez días en vez
de cada siete. Finalmente, lle-
gó Napoleón Bonaparte, en
1806, transó con la Iglesia Ca-
tólica y decidió abolir para
siempre el extravagante ca-
lendario,
ESCRÍBALE A JUAN RE-
CAREDO:
PREGUNTA DEL PÚBLICO:
Gloria Morales Torres nos ha-
ce una pregunta que nos han
hecho anteriormente muchas
veces: ¿qué es lo correcto, de-
cir “un vaso de agua” o decir
“un vaso con agua”?
RESPUESTA:
Algunas personas argumen-
tan que no debe decirse un
vaso de agua porque el vaso
es de vidrio, pero eso no es
así. Hay figuras retóricas que
nos permiten decir el conti-
nente por el contenido y la
preposición DE puede apli-
carse en muy diversas formas.
Concretamente, es correcto
decirlo de las dos maneras.
Reflexión para terminar:
La esclavitud más denigrante
es ser esclavo de sí mismo.
¿Cómo dijo? LAS PALABRAS
TIENEN LA PALABRA.