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GLOBALIZACIÓN SÍ, DESIGUALDAD NO

Los fracasos de las políticas económicas de libre mercado, hacen urgente la necesidad de encontrar fórmulas que conduzcan a la disminución de la enorme desigualdad en el mundo, que tiene al 1% de la población del planeta ostentando la mitad de la riqueza mundial y que mantiene a casi mil millones de personas en pobreza extrema de los 7 mil doscientos millones habitantes del mundo.

La Segunda Guerra Mundial marcó una catástrofe humana, la filosofía de la historia de corte hegeliano, dejó ver sus terribles consecuencias no sólo por los miembros del eje, también de los aliados, la verdad del ser humano fue dejado del lado, para dar paso a la fuerza pura y dura: campos de concentración; "gulags" (campos de exterminio ruso) y la bomba atómica.

Después del fin de la Guerra Fría, lejos de lograr la anhelada paz, se ha manifestado un efecto desestabilizador: violencia interétnica; actos xenofóbicos y racistas; abuso de poder; y falta de inclusión social, que junto con la atonía económica de los últimos años han provocado un malestar social generalizado.

Lo que ha implicado un exacerbado neofundamentalismo de mercado "nuestras prioridades, sobre todo y ante todo"; proteccionismo (cierre de fronteras); y reacciones antiglobalización, que han derivado en escenarios riesgosos, incluso para la estabilidad social.

¿Detrás de "la asignación de los recursos escasos a sus mejores fines alternativos", está la preocupación por el bien común o la lucha por la conquista y la defensa del poder?

Tanto los neo keynesianos como los adeptos del libre mercado, de acuerdo a Jeffrey Sachs, miran a la distribución del ingreso como algo "periférico al manejo macroeconómico", interesante desde el punto de vista político o moral, pero no especialmente relevante para el logro de los principales objetivos macroeconómicos: estabilidad de precios, alto crecimiento y bajo desempleo.

Para el economista, estos objetivos han sido insuficientes para lograr la prosperidad y el crecimiento sostenible. Para él la crisis de 2008, no fue un accidente o algo fortuito y sí evidenció "fallas graves en el centro de política económica y pensamiento macroeconómico".

Ésta que comenzó muy focalizada en el sector financiero de Estados Unidos, se propagó pronto al sector real y terminó en una crisis de confianza en todo el orbe, que sigue mostrando sus estragos y que puso al mundo en un estado "de observa y espera". Se exige entonces, una transformación radical, de orden estructural que lleve al rediseño de políticas económicas globales e institucionales en el marco de una cooperación global.

La globalización, un proceso de cambio sin precedente, trajo consigo nuevas tecnologías; nuevos actores; una organización de la producción a escala mundial; creciente poder de los mercados financieros; falta de sincronización entre el desarrollo de la economía y del empleo; y cambios en la demanda aparejados a ciclos más cortos de la producción.

Es indudable el incremento de calidad de la producción mundial a través del intercambio comercial, y una mayor y mejor calidad tecnológica, entre otras razones, por temas de competitividad y atracción de inversión extranjera directa, que derivaron de la globalización. El reto es ¿cómo hacer más incluyente este proceso?; esto es, ¿cómo lograr un patrón de desarrollo más dinámico y equitativo?

Porque la globalización no benefició a todos por igual. Las grandes empresas, importantes ganadoras de este proceso, han maximizado sus ganancias, frecuentemente, a costa del salario de sus trabajadores; evadiendo o eludiendo impuestos a través de privilegios o paraísos fiscales; y, sometiendo a sus trabajadores a través de precios o formas de pago.

Justamente en una economía globalizada, las empresas juegan un papel muy importante en la sociedad, más allá de la generación de empleos y creación de riqueza. Son precisamente a las grandes corporaciones a las que se les atribuye gran parte de las disparidades del ingreso, las pueden ser por esta misma razón, un vínculo muy efectivo para reducir la pobreza y la desigualdad.

Ante el récord distribucional tan deplorable ya comentado, hay una creciente exigencia internacional de una actuación de las organizaciones bajo condiciones de transparencia, ética y humanismo. Las empresas son un verdadero motor de cambio, y la construcción de sostenibilidad, a través de su red social, es irremplazable.

Directora del Instituto de Desarrollo Empresarial Anáhuac en la Universidad Anáhuac, México Norte

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