Siglo Nuevo

El gigante que no espera

China en el nuevo orden mundial

Foto: Gainesville news

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IVÁN HERNÁNDEZ

Los sueños de la China comunista se expanden por el orbe con la forma de tratados comerciales, cooperación económica y planes para instalar nuevas rutas de la seda. Los efectos se dejan sentir en territorios como Coahuila: empleos ya perdidos o en riesgo.

China ya no sorprende a nadie, pero sí asusta a muchos. La nación que aglutina al 20 por ciento de la población mundial amenaza con obligar a Estados Unidos a compartir el título de potencia mundial, etiqueta que los norteamericanos mantienen en exclusiva desde la caída de la Unión Soviética.

En enero pasado, el presidente chino, Xi Jinping, dio una muestra de sus intenciones en el Foro Económico Mundial 2017, realizado en Davos, Suiza.

Jinping es el primer jefe de Estado chino que acude a dicha reunión anual, la más prestigiosa a la hora de tratar los asuntos del capitalismo global.

No fue, desde luego, un acto de buena voluntad, el gigante asiático negoció la presencia. Una de las condiciones fue que el discurso de Xi estuviera apenas unas horas separado del momento en que Donald Trump se convirtió en el cuadragésimo quinto presidente estadounidense.

En Davos, Jinping remarcó el papel de China, uno principal, en el devenir económico del planeta. Si la Unión Americana vira hacia el proteccionismo y censura las consecuencias de los tratados comerciales bajo el lema "América primero", su principal competidor mantiene y remarca la línea de la globalización y la apertura comercial.

La opinión del presidente del foro, Klaus Schwab, en declaraciones a la prensa internacional, es que el país de la muralla alcanzará pronto a Estados Unidos como potencia económica. Por el momento China no ha subido el escalón para dejar el nivel de potencia regional.

La pública intervención de Xi en Davos también se concedió pensando en reforzar su calidad de líder indiscutible de la nación de cara al congreso del Partido Comunista chino (PC), a realizarse en otoño próximo, en el que se elegirán nuevas autoridades.

En esa reunión quinquenal del PC, los grupos de poder luchan por obtener las mejores posiciones posibles; sin embargo, alcanzar lugares privilegiados depende en buena medida de los errores cometidos por las otras facciones.

Xi Jinping ve en ese congreso la oportunidad de consolidar su poder.

EL DISCURSO

La cita en Davos no gozó de la presencia de los principales jefes de gobierno europeos ni de buena parte de los mandatarios de América Latina.

Los reflectores, entonces, fueron acaparados por Xi y su mensaje fue, básicamente, oponerse a las proclamas de Donald Trump.

Porque Jinping se manifestó contra las guerras comerciales y a favor del mundo globalizado. Expuso que la crisis financiera fue resultado de dos factores: las carencias regulatorias en temas de mercado y la búsqueda de beneficios sin importar lo demás.

La desigualdad agravada, la ampliación de la brecha entre naciones ricas y pobres, sostuvo, es resultado de que "nada es perfecto".

Llamó al mundo capitalista a promover el libre comercio y la inversión y a no encerrarse en las fronteras nacionales porque, para China, la economía global es el gran arbusto del que no se puede escapar y cada nación debe elegir el mejor camino y el ritmo que se adapte a sus necesidades.

China, aseguró su presidente, apostará por una red de acuerdos comerciales; de aquí al 2024, importará productos y servicios con un valor de ocho billones de dólares; aprobará proyectos de inversión extranjera por 650 mil millones, así como inversiones por 750 mil millones en el exterior y de su población saldrán 700 millones de turistas.

El gigante asiático espera que los demás países sigan su ejemplo, mensaje que ha sido interpretado por diversos analistas como una advertencia a Estados Unidos o mejor dicho hacia el nuevo presidente americano.

RIESGO

La consultora Eurasia, en su informe sobre retos globales 2017, asegura que este año hay riesgo de un enfrentamiento directo entre China y la Unión Americana.

El factor Trump sería el principal aliciente de los actos poco amistosos entre ambas naciones, toda vez que el magnate presidencial ha tenido gestos en contra de la política de "Una sola China", según la cual sólo existe un país con ese nombre (la República Popular China) y su capital es Pekín, en detrimento de la República China, asentada en la isla de Taiwán, lugar donde se refugiaron los nacionalistas derrotados por la revolución comunista.

La política de “Una sola China” tiene más de cuatro décadas vigente, desde los años de Richard Nixon (1969-1974); los chinos la propusieron y los estadounidenses la aceptaron, ya que en esos días lo más importante era bloquear al rival soviético.

Con las suaves maneras que el chico de Queens tiene hacia el mandatario ruso, Vladímir Putin, se avizora un giro en el sentido opuesto, arreglarse con Rusia para frenar al gigante asiático, y las consecuencias para el planeta no serían bicocas.

No obstante, especialistas de política internacional consideran que un enfrentamiento entre americanos y chinos no tendría ganadores.

Entre las puyas lanzadas por Trump y su equipo destaca la del secretario de Estado, Rex Tillerson, quien durante su audiencia de confirmación por el cargo, amenazó con bloquear el acceso de China a las islas artificiales que ese país construye en el mar del Sur, en aguas que reclaman naciones cercanas, como Filipinas.

El gobierno de la potencia emergente utilizó la prensa estatal para difundir su réplica.

En el China Daily, por ejemplo, se publicó que los comentarios de Tillerson poseían altas cargas de ingenuidad, un escaso rango de visión, prejuicios y una fuerte dosis de irrealidad en materia política.

Instalar un bloqueo, señalaba el medio, sería un desastre.

Otro medio chino, el Global Times, expuso que si aplicar esos conceptos a la relación con China será la regla de los funcionarios de Trump no hay más horizonte que prepararse para un conflicto.

Bloquear a China se vuelve más complicado luego de que un aliado de los norteamericanos, Filipinas, decidió probar los beneficios de llevar una buena relación con el referente de la región Asia-Pacífico.

Las opciones militares del país de Mao, de cara a un posible enfrentamiento, son malas, toda vez que sus equipos, su poder de ataque, no está al nivel que demanda un contrincante como el policía del mundo.

Además, la relación entre ambos países tiene un grueso volumen de operaciones. El dinero del país asiático sostiene 2.6 millones de plazas laborales en Estados Unidos y China es el tercer comprador de bienes y servicios estadounidenses.

No obstante, durante la campaña por la presidencia, Trump gustó de tuitear ideas contra China, como acusar a esa nación de manipular su divisa o amenazar con imponer a sus productos aranceles del 45 por ciento.

EL ALTO MANDO

En octubre pasado, Xi Jinping logró consolidarse como el alto mando de China.

En la reunión anual efectuada ese mes, con la presencia de 400 dirigentes partidistas, Xi fue declarado "núcleo" ('hexin') del Partido Comunista.

El título, aunque es honorífico, tiene un valor simbólico importante. Para empezar, propulsa a Xi como un líder a la altura de lo que fue Mao Zedong, hace que todas sus órdenes sean indiscutibles y termina con cualquier limitación de tiempo o edad para ejercer el mando.

En un documento emitido al final del congreso se llamó a los 89 millones de afiliados del instituto político a unirse en torno al Comité Central "con el camarada Xi Jinping como núcleo".

Además de mandatario de la nación, Xi es secretario general del Partido y presidente de la Comisión Militar Central y jefe de Estado. También encabeza varias comisiones cuyas competencias abarcan desde la seguridad del Estado hasta la reforma económica.

Algunos analistas opinan que Jinping busca extender su período, no se conformaría con una década como presidente; sus acciones estarían dirigidas a agregar un quinquenio a su gobierno, de manera que dirigiría al país hasta 2027.

No obstante, acumular poder posee un lado complicado, el de aumentar la carga y la responsabilidad. Eso lo dejaría como uno de los principales responsables en caso de que China no consiga resolver dificultades como la baja en el ritmo de crecimiento del país, el gran poder que han acopiado las empresas estatales o la desconfianza de los países cercanos.

EL PAÍS QUE NO ESPERA

El único país que no espera, así define a China el periodista español, Antonio Navalón. Destaca que el gigante asiático muestra solvencia a la hora de resolver problemas internos y externos y pujanza para fortalecer su posición como la economía más fuerte del mundo.

La relevancia del país de la muralla es tal que un buen número de mandatarios que estrenan cargo decide, como una de sus primeras acciones, volar a Pekín a platicar con Xi Jinping y negociar apoyo financiero.

La razón es simple: China posee los recursos y la capacidad para invertir en cooperación para el desarrollo.

La batalla del siglo XXI, según Navalón, no estará en Europa y tampoco en el Mediterráneo, sino en Asia.

Entre los factores que han reforzado la importancia de los chinos se encuentra la inminente defunción del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TTP por sus siglas en inglés), un pilar de la estrategia americana en el continente asiático.

Una docena de naciones, que en conjunto acumulan el 40 por ciento del PIB mundial, se sumó a la iniciativa estadounidense que dejaba fuera a China. En el gigante percibieron a ese tratado como una herramienta para contener su influencia económica en la región Asia Pacífico.

En una gira por América Latina, en noviembre pasado, Jinping aprovechó que el pacto promovido por la administración de Obama quedó prácticamente condenado a no existir a raíz del triunfo de Trump. El chico de Queens calificó al tratado como el "peor peligro" para su país.

Xi aprovechó la oportunidad para difundir su compromiso con el libre comercio y promover tratados con naciones americanas pensando en aumentar su influencia en el continente.

En Ecuador, Xi asistió a la firma de acuerdos de cooperación económica, cultural y judicial, también participó en la inauguración de la central hidroeléctrica Coca Codo Sinclair, financiada por los dos países y que costó más de dos mil 200 millones de dólares.

En Perú presidió una firma de acuerdos en el sector energético, el minero y de infraestructuras.

En Chile firmó pactos bilaterales para las áreas de comercio y comunicación.

Además, el gigante respalda dos propuestas: la Asociación Económica Integral Regional (RCEP por sus siglas en inglés) que abarcaría a 16 países de la región Asia-Pacífico, Japón incluido, y el Área de Libre Comercio para Asia Pacífico (FTAAP) que estaría compuesto por 21 economías.

Otro ambicioso plan es la constitución de las Nuevas Rutas de la Seda, un conjunto de redes de transporte, de comunicación e infraestructuras que unan a China con Europa por tierra y mar.

El gobierno chino estima completarlo en 2025, para financiar las obras dispuso un fondo de 40 mil millones de dólares.

ROMPER LA RED

Goles con efecto, anotados con una potente billetera, son los que se ha esmerado en mostrar al mundo la Superliga china de fútbol.

Los escritorios del balompié de esa nación fueron especialmente llamativos en las semanas finales de 2016. El Shanghai Shenhua fichó por dos temporadas al argentino Carlos Tevez, exjugador del Manchester United inglés y del Juventus italiano.

Si bien no se difundieron los detalles monetarios del contrato, una agencia oficial informó que el Apache cobrará 40 millones de dólares al año, de manera que se convierte en el futbolista mejor pagado del mundo.

Boca Juniors cobró 11 millones de dólares por el traspaso.

Otro club de Shanghái, el SIPG, sedujo al centrocampista brasileño Oscar y este dejó al Chelsea en una operación estimada en 70 millones de euros.

Antes de que se dieran a conocer los dos fichajes, según medios deportivos, los equipos del país asiático gastaron 380 millones de euros en contratar jugadores para la próxima temporada.

La conclusión que se consigna en medios europeos es que la liga asiática está dispuesta a rivalizar con los más grandes de los equipos europeos para hacerse con jugadores de primera línea.

Esa cartera abierta para el gasto es un eco de un interés expresado por el presidente Xi: convertir a China en una potencia del balón.

UN REVÉS

No todo es ganar para la potencia más poblada del planeta. El año pasado, la Unión Europea, Estados Unidos y Japón decidieron no reconocer a la República Popular China como una economía de mercado, denominación que implicaría reducir los aranceles que se aplican a los productos importados de este país.

La disgustada nación amagó con adoptar medidas que complicarían su ya difícil relación comercial con el resto de la Tierra.

En 2001, la nación asiática ingresó a la Organización Mundial de Comercio condicionada por unas especificaciones diseñadas al gusto de los miembros para protegerse contra casos de dumping.

El dumping se presenta cuando un país exportador vende a otro mercado un producto a un precio inferior al que maneja a nivel doméstico.

Una cláusula de la afiliación ha representado, en los últimos quince años, impuestos más altos de los que deberían aplicarse a las mercancías chinas. La vigencia de ese seguro caducó el pasado 11 de diciembre.

Sin embargo, los protocolos de ingreso no indican que una vez superado el plazo el gigante de la muralla deberá ser considerado como una economía de mercado.

En China se quejan de que reciben un trato injusto, mientras que el resto de las potencias alegan que el socio no ha cumplido con sus compromisos y no se ha transformado como lo exige la categoría que busca.

Un estudio del Instituto de Economía Política (EPI por sus siglas en inglés) pronostica que conceder a China la denominación de economía de mercado incrementaría entre un 25 y un 50 por ciento las exportaciones del país hacia la Unión Europea en comparación con los volúmenes enviados en 2011.

Además, la disminución de aranceles a las mercancías Made in China pondría en riesgo el empleo de entre 1.7 y 3.5 millones de personas, en especial en países como Alemania, Francia, Italia y España.

El revés propinado al país de la muralla estuvo bien coordinado ya que si la Unión Europea hubiera otorgado la categoría sin que Estados Unidos hiciera lo propio, existía el riesgo de que todos los productos chinos se desviaran hacia el viejo continente e inundaran el mercado.

CONTRAS CIVILES

Organismos defensores de derechos humanos señalan que un déficit del gobierno comunista se ubica en el trato a los individuos.

El primero de enero de este año entró en vigor una ley que regula a las organizaciones no gubernamentales que operan en territorio chino.

La norma, han denunciado diversos organismos defensores de las garantías básicas, es controvertida porque deja a estos colectivos a merced de la policía.

Entre los requisitos que se establecen para operar es que los agentes del orden estén al tanto de los proyectos, vigilen las cuentas y decidan la legalidad de las actividades realizadas por las oenegés. La policía, incluso, podrá decidir sobre la permanencia en el país de un grupo. Otro aspecto difícil de digerir para las asociaciones sin fines de lucro es la obligación de detallar los orígenes de sus recursos.

En China hay cerca de siete mil organizaciones civiles y la norma les impone la obligación de contar con el respaldo de un patrocinador local, a decir, una agencia gubernamental relacionada con su campo de acción.

"La ley otorga a las autoridades estatales un poder prácticamente ilimitado para vigilar e interferir con los asuntos de las oenegés", fue la opinión emitida en un comunicado por la delegación de la Unión Europea en China.

En el gobierno chino acusan a entidades extranjeras, básicamente a Estados Unidos, de no escatimar esfuerzos ni métodos con tal de mermar al gigante asiático. Las oenegés serían parte de esos esfuerzos.

A mediados de 2015, instancias defensoras de los derechos básicos denunciaron que elementos de seguridad detuvieron o interrogaron a numerosos abogados, más de ochenta, que defienden causas relacionadas con garantías elementales.

En Amnistía Internacional afirman que desde la llegada al poder de Xi Jinping, en 2012, varias organizaciones denuncian una drástica reducción del activismo aparejada con un significativo incremento en el número de detenidos y cambios de normas que refuerzan el control gubernamental.

Las autoridades, por su parte, argumentan que el fin de las nuevas leyes es garantizar la seguridad y estabilidad del país.

En el grupo China Human Rights Defenders sentencian que el gobierno de Jinping lleva a cabo la "persecución más grave de defensores de los derechos humanos" que se ha registrado desde mediados de los noventa.

En estos años, afirman, se ha limitado el margen de maniobra de la sociedad civil con medidas como un mayor control de Internet, el incremento de la censura en los medios de comunicación o una vigilancia más recia hacia los contenidos que se difunden en las aulas.

Un informe de CHRD expone que en 2014 fueron detenidos 955 defensores de los derechos humanos, casi tantos como en los dos años previos juntos (mil 160 detenciones).

La escalada en el número de aprehensiones se debió, según la organización, a que las autoridades temían que el Partido Comunista perdiera el control del país bajo la influencia de las revoluciones populares registradas en países como Ucrania, Georgia o Egipto en los primeros años del siglo XXI.

EDUCANDO A LAS MASAS

El éxito de China tiene un fundamento educativo. Esto queda claro cada que se difunden los resultados del Programa Internacional de Evaluación de los Alumnos (PISA por sus siglas en inglés).

Los estudiantes chinos obtienen los primeros lugares, pero el método utilizado no es moneda dorada.

Yong Zhao, autor del libro ¿Quién le teme al dragón grande y malo?, expone que los buenos resultados de ese país en las evaluaciones se deben a verbos como extinguir, asfixiar, arruinar. Las víctimas de estas acciones son la curiosidad, la creatividad, el individuo, la salud y las familias.

También maneja que la injusticia y la desigualdad en ese país no son menores gracias al sistema educativo que se funda en un modelo de repetir y memorizar.

En el gigante asiático hay más de 318 millones de estudiantes desde nivel inicial hasta posgrados y cerca de 15 millones de docentes.

Un aspecto muy difundido del componente educativo del país asiático es la dureza de los exámenes de selección para entrar a los niveles de educación superior.

Sacar buenas notas es indispensable para aspirar a una buena posición social. El reto implica, cuando menos, un fuerte desgaste y una ansiedad poco saludable para niños, jóvenes y familiares.

De entre los estudiantes chinos, quienes más destacan en las pruebas internacionales son los alumnos de Shanghái y sus primeros lugares en matemáticas, lectura y ciencia.

Debido a la fuerte competencia niños y jóvenes chinos estudian al menos diez horas del día y destinan parte del fin de semana a recibir lecciones de refuerzo.

El Banco Mundial elaboró un reporte sobre las causas del éxito académico y encontró que la ecuación se completa gracias a que los maestros pasan solo un tercio de su tiempo enseñando e invierten la mayor parte del día en capacitación, prácticas y trabajo con mentores.

Hasta cerca de un tercio de los ingresos de los docentes llegan gracias al pago de recompensas.

Los profesores nombrados directores, además de cumplir con sus tareas administrativas, siguen ejerciendo su papel frente al aula. Parte de sus emolumentos depende del desempeño de los planteles a su cargo.

Un factor más es que Shanghái, con una población de más de 23 millones de personas, tiene su propio sistema de educación descentralizado y participa en las pruebas PISA por elección propia.

El 10 por ciento de los alumnos más pobres de esta ciudad son tan buenos en matemáticas como el 20 por ciento de los adolescentes más pudientes de Reino Unido y Estados Unidos.

Shanghái posee uno de los sistemas educativos más igualitarios del mundo.

Un aspecto que no encaja en la forma occidental de hacer las cosas es que el sistema no contempla franjas de rendición de cuentas a los padres o mecanismos para impugnar las decisiones de las escuelas o las autoridades educativas.

ACERO

La ambición, la potencia productiva y su éxito académico hacen de China un referente obligado del nuevo orden mundial. El mar de productos del gigante impacta con sus olas incluso a territorios como Coahuila.

En julio de 2015, empresarios advirtieron que la crisis del acero amenazaba con cobrarse cerca de 40 mil empleos.

Altos Hornos de México había despedido a dos mil 500 empleados; DeAcero detuvo operaciones en la planta de Ramos Arizpe y despidió a dos mil 500 operarios; ArcelorMittal México, con dos plantas siderúrgicas en Lázaro Cárdenas, Michoacán, anunció que dejaría sin empleo a dos mil 800 trabajadores.

Según Antonio Domínguez Lara, director de proyectos especiales de la empresa DeAcero, los empresarios del ramo pedían al gobierno aplicar un arancel del 35 por ciento al acero chino ya que estaba permitido por las reglas internacionales, pero no se aplicaba.

La aleación de hierro, acusaron, llega a México con precios dumping lo que deja en un estado de indefensión a los acereros nacionales.

Incluso se realizó una marcha de más de 10 mil personas en el centro de Monclova para demandar al gobierno federal la adopción de medidas de protección para la industria siderúrgica mexicana.

China produce el 48 por ciento del acero crudo a nivel mundial, una cantidad de 790 millones de toneladas.

En 2015, México ocupó el primer puesto entre los importadores latinoamericanos de acero chino, con 209 mil toneladas.

El precio de la aleación mexicana era un 65 por ciento más caro. China vendía la tonelada a 522 dólares, la mexicana costaba 900 dólares.

América Latina produce 66 millones de toneladas anuales de acero crudo, lo que representa cerca de 4.1 por ciento de la producción mundial. La región consume al año 69 millones de toneladas.

La cuestión no es fácil de resolver ya que, como se expone en el Perfil de la Industria Siderúrgica en México 2004-2013, la industria mexicana está en desventaja “en cuatro de los cinco factores de la competitividad, es decir, precio de los energéticos, costo fiscal, costo financiero e infraestructura limitada”.

En septiembre del año pasado, el dirigente nacional de los trabajadores metalúrgicos, Tereso Medina Ramírez, afirmó que la importación de acero chino fue el factor principal de la pérdida de más de 12 mil empleos en Coahuila.

Las quejas tuvieron un efecto positivo, el primero de octubre del año pasado, la Secretaría de Economía del gobierno federal refrendó la aplicación de aranceles de 15 por ciento contra importaciones ilegales de acero chino de placa, planchón, lámina en frío y lámina en caliente, lo que propició un respiro en la industria que en 2015 agonizaba en medio de despidos masivos.

Para 2017, alertan en el sector, las siderúrgicas mexicanas sufrirán un alza considerable en sus costos de operación, con el correspondiente incremento de precios mientras China, se quejan, seguirá ofertando precios muy por debajo de los reales, atractivos para los consumidores y motivo de desplome para las acereras nacionales.

La Cámara Nacional de la Industria del Hierro y el Acero ha planteado que el impuesto a la aleación china sea definitivo y que se amplíe la gama de productos gravados, además de que el porcentaje sea de un 20 o un 25 por ciento en lugar de un 15 por ciento.

China ya no sorprende, pero sí asusta. El gigante abrió su muralla y quiere comerse al mundo.

Correo-e: [email protected]

Xi Jinping, presidente de la República Popular China en la reunión anual de Foro Económico Mundial 2017 en Davos, Suiza. Foto: Foro Económico Mundial
Xi Jinping, presidente de la República Popular China en la reunión anual de Foro Económico Mundial 2017 en Davos, Suiza. Foto: Foro Económico Mundial
Quiosco que muestra titular de un periódico chino sobre cómo responder al presidente Trump. Foto: AP
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Desde 2012, Xi Jinping ha construido un nuevo sentido de identidad china. Foto: NG Han Guan/AP
Desde 2012, Xi Jinping ha construido un nuevo sentido de identidad china. Foto: NG Han Guan/AP
El presidente Donald Trump muestra la orden ejecutiva para sacar a Estados Unidos del acuerdo comercial TPP (Acuerdo de Asociación Transpacífico), el pasado 23 de enero. Foto: EFE/ Ron Sachs
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Michelle Bachelet se reúne con Xi Jinping en Chile, en una visita oficial con el objetivo de fortalecer lazos políticos y económicos (2016). Foto: AP
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Muchas organizaciones de derechos humanos han notado el aumento de las medidas represivas en China contra grupos religiosos, periodistas, abogados, minorías étnicas, etcétera, (2015). Foto: Dissident
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Foto: Caramba Comunicación Visual
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Foto: South China Morning Post
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Trabajadores y empresas protestan contra el reconocimiento de China como economía de mercado y reclaman apoyo al comercio justo, al crecimiento y a la creación de empleo en el sector de acero en Europa (2016). Foto: Público España
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