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Impopularidad presidencial

Opinión - Jaque mate

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SERGIO SARMIENTO

Deje usted el gasolinazo o los saqueos de comercios de los primeros días de enero. Deje también de lado las controvertidas designaciones de miembros del gabinete o el hecho de que la economía nacional no repunta. Quizá lo más preocupante en este quinto año de gobierno es la impopularidad del presidente Enrique Peña Nieto.

Los mexicanos no han sido nunca críticos de sus presidentes. Todos los mandatarios han tenido buenas cifras de popularidad, aun cuando la pierdan una vez que dejan Los Pinos.

Carlos Salinas de Gortari es hoy un personaje cuestionado, pero en su quinto año de gobierno tenía una popularidad sorprendente: 81 por ciento, según Consulta Mitofsky. Ernesto Zedillo empezó muy mal su sexenio, sobre todo por la crisis económica de 1995, pero en el quinto año de gobierno alcanzaba ya una aprobación de 64 por ciento. Vicente Fox tuvo un excelente primer año y perdió terreno en el segundo, sobre todo por un fuerte aumento en las tarifas de electricidad, pero para el quinto lograba ya 59 por ciento. Felipe Calderón tuvo tres primeros años magníficos, pero en el quinto su popularidad cayó a 52 por ciento, en buena medida por la violencia del crimen organizado.

Enrique Peña Nieto tuvo también un buen inicio de sexenio, con cifras de aprobación superiores al 60 por ciento, pero ha sufrido un impresionante desplome en los últimos años. A fines de 2016 registraba una aprobación de apenas 22 por ciento, inferior incluso a la de Zedillo durante la crisis de 1995.

Muchos factores han incidido en este colapso. Quizá el inicial fue la información sobre la adquisición de la Casa Blanca por parte de su esposa, Angélica Rivera. La desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa ha tenido un peso importante, al igual que la fuga del Chapo Guzmán. El aumento de los precios de la gasolina en enero ha sido un elemento adicional.

El creciente papel de las redes sociales en la información es otro elemento crucial. La gente se informa cada vez menos en medios tradicionales. El papel del rumor se ha multiplicado por las redes sociales. Hoy cualquier información emitida por un medio tradicional es cuestionada, mientras que las que se reciben a través de Twitter o Facebook son aceptadas sin importar qué tan increíbles sean.

Algunos han celebrado la caída de la popularidad del presidente. Señalan que las protestas y los actos de vandalismo de los primeros días de enero son el equivalente mexicano de la primavera árabe de 2011. Pero la similitud es cuando menos inquietante.

En ese 2011 se iniciaron una serie de rebeliones contra gobiernos árabes que resultaron en el derrocamiento de varios regímenes. Estas rebeliones fueron aplaudidas e incluso apoyadas desde Washington. Pero, ¿cuáles han sido los resultados? Egipto vive ahora una dictadura, Libia y Siria están sufriendo sangrientas guerras, Túnez ha logrado mantener una frágil democracia, pero en la que se fortalecen cada vez más los grupos fundamentalistas islámicos.

En México la impopularidad del presidente puede traducirse en derrotas para su partido, el PRI, en las elecciones de 2017 y 2018. Esto no necesariamente sería un problema. México ha vivido ya gobiernos de partidos muy distintos. Pero el saldo final puede ser el triunfo de un gobierno populista, como en Venezuela con Hugo Chávez en 1998 o en Estados Unidos con Donald Trump hoy.

Twitter: @SergioSarmiento

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