Columnas Social

Nuestra Salud mental

Dr. Víctor Albores García

ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C. (PSILAC)

CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA

ADOLESCENCIA EN EL SIGLO XXI

SEXAGÉSIMA CUARTA PARTE

En nuestro Siglo XXI, época de vertiginosos y cambiantes avances tecnológicos, científicos y políticos que intensifican la velocidad de la existencia del ser humano, aparece curiosamente contradictorio a lo que a su vez está ocurriendo en estas etapas del desarrollo humano. Por un lado, la familia en sí y quizás hasta la misma sociedad en general presionan cada vez más para acelerar este ritmo, para que la infancia se acorte y los niños y niñas crezcan y maduren rápidamente, convirtiéndose en adolescentes en el menor tiempo posible, como si la expectativa fuera además, su rápida y más temprana maduración como adultos, de manera que puedan asumir sus roles y obligaciones como tales aún prematuramente, llenando así las expectativas socioculturales. Sin embargo, los resultados parecen demostrar lo contrario, pues aunque es verdad que se tiende a acelerar cada vez más el período de la infancia, al grado de que tenemos niños y niñas extraordinariamente más alertas e incluso cibernéticos, quienes paralelamente aprenden a succionar el chupón mientras practican su naciente motricidad manual en las teclas de un primer celular, para aceleradamente llegar a la adolescencia, parece suceder lo contrario cuando arriban a esta etapa en la que a pesar de ese rápido desarrollo tecnológico de nuestros días, la adolescencia, contradictoriamente tiende a prolongarse en forma ilimitada hasta convertirse en lo que tan atinadamente se expresa en esa frase muy de moda en las redes sociales, de cómo los chicos o las chicas de hoy pueden encontrar y mantenerse "en una zona de confort", difícil de abandonar. Lo que está sucediendo globalmente, no sólo en México, sino en América Latina, EUA y Europa misma, es que este período de la vida que llamamos adolescencia se ha prolongado a un grado tal, que ya no podemos afirmar que se termina en la década de los veintes, como sed suponía tradicionalmente, sino que sobrepasa tal límite y se alarga hasta los treintas o incluso en algunos individuos hasta los cuarentas y cincuentas, etapas en donde se mezclan y confunden las tareas, valores, objetivos y parámetros de lo que llamaríamos adolescencia con el adulto joven o el adulto de edad media; un fenómeno que quizás siempre ha existido, pero que se palpa más poderosamente en este siglo. Este planteamiento tan cotidiano nos enfrenta a una serie de cuestionamientos y reflexiones con los que tratamos de comprender el porqué de semejante fenómeno. Si utilizáramos todavía aquellos criterios enunciado por Erikson en su teoría del desarrollo social y emocional, encontraríamos que estos individuos actuales, chicas y chicos, no están preparados todavía de asumir los roles sociales y las responsabilidades que se espera de ellos, tal vez porque en el fondo no han logrado integrar y consolidar aún una buena parte de su identidad, ese proceso largo y complejo, cuyos núcleos básicos se forman desde la infancia y se van asentando en la adolescencia, pero que continúan modificándose, fundiéndose y madurando en los años restantes de la existencia, con la conformación de la personalidad. Sería difícil pues, ser autosuficientes todavía tanto en el área social, como en la económica.

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