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El síndrome de Esquilo

TRES AÑOS SIN PACHECO

El síndrome de Esquilo

El síndrome de Esquilo

VICENTE ALFONSO

El día 26 se cumplirán tres años de la muerte de José Emilio Pacheco. Pienso en su novela corta "Las batallas en el desierto", una de las obras maestras de la narrativa mexicana del siglo XX. Para quienes la leímos de niños, la muerte de Mariana fue lo más horrible que nos había pasado en la vida. Carlos, el protagonista, confiesa que antes de conocerla "no entendía nada: la guerra, cualquier guerra, me resultaba algo con lo que se hacen películas. En ella tarde o temprano ganan los buenos. ¿Pero quiénes son los buenos?". A pesar de que jamás nos quedó claro qué había sucedido, Carlos y yo sabíamos (queríamos saber) que Mariana había muerto por una causa justa. Ella y el padre de Jim "discutieron por algo que ella dijo de los robos en el gobierno, de cómo se derrochaba el dinero arrebatado a los pobres".

Carlos, Jim y yo somos hijos de generaciones obsesionadas con la búsqueda del american way of life. ¿Por qué Jim se llama Jim si es hijo de un político que dedica su vida al servicio de México? Ni siquiera Mariana escapaba a esta contradicción que nos marca en lo más profundo: los flying saucers que prepara son "todo lo contrario del pozole, la birria, las tostadas de pata, el chicharrón en salsa verde que hacía mi madre". Cuando el padre de Carlos cedió a la presión financiera y vendió su fábrica de jabones a los norteamericanos, volvió a casa la bonanza económica. Los hermanos se fueron a estudiar a Chicago y a Nueva York, su padre siguió practicando inglés, la madre cambió las tostadas de pata por el rosbif.

"Si en México la mayoría de la gente es tan pobre ¿de dónde sacarán, cómo le harán algunos para robar en tales cantidades?", se pregunta Jorge en El principio del placer. La vida le contesta: todo, desde la lucha libre hasta las cartas de Ana Luisa, son "una farsa y un teatrito". El principio del placer comienza y termina con relatos que se desarrollan en el puerto de Veracruz. Un niño que se enamora, un hombre maduro también lo hace. A la manera de Las batallas en el desierto, es un libro donde no cabe la nostalgia, sino la decepción y el desconcierto. En las siete historias que contiene el volumen coexisten realidades innegables (la matanza de 1968, la violencia feroz de los setenta, la amenaza de ingobernabilidad) con lo fantástico.

Lo mismo sucede con los catorce relatos de El viento distante. Aún cuando cuentos como "La otra muerte" coquetean con elementos fantásticos, éstos tienen una resolución perfectamente explicable: lo más natural es el asombro.

Protagonizada por dos personajes de quienes sabemos un poco menos que lo indispensable, Morirás lejos, es la novela más extensa de Pacheco. El primero de los personajes, llamado alguien, es un hombre que lee el aviso oportuno sentado en la banca de un parque. Como el narrador lo enuncia, la presencia de alguien en ese lugar no es una adivinanza sino un enigma. ¿Qué hace en realidad ese sujeto que hojea el periódico en un espacio público, inmerso en un fuerte olor a vinagre? ¿Es un obrero sin trabajo, un delincuente sexual, un padre que ha perdido a su hijo, un amante en espera de su compañera, un detective? No sabemos.

Lo que sabemos es que alguien es observado (¿vigilado?) por eme, un hombre que atisba tras la persiana que cubre una de las ventanas de un edificio cercano. Y entre más especulamos acerca de la identidad de alguien, más claro resulta que se trata sólo de un recurso del narrador para no tener que presentarse. Lo único real, tangible, inegable, vergonzosamente cierto en Morirás lejos, es la muerte, ya sea en la destrucción de Jerusalén por las legiones romanas o en los campos de concentración instaurados por el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial: hay millones de fantasmas a quienes preguntar por ese horror.

Si bien las palabras son útiles para apropiarse del mundo, no tienen la misma eficacia para lavarlo. Las palabras no consiguen describir, narrar o consignar la atrocidad del exterminio. Y sin embargo, hay que hacer el esfuerzo. Pacheco y su difuso narrador dicen que así sea la billonésima vez que se narren estas aberraciones, seguirá siendo necesario recordarlas para que no se repitan. Y convergen muchas situaciones que expone la narrativa de Pacheco: de la muerte de Mariana a la traición de Ana Luisa, de la mujer-tortuga que protagoniza "El viento distante" a la voz infectada por la envidia que escuchamos en "La zarpa", contar las desgracias es la mejor forma de evitar que se repitan. Porque de esos horrores quién puede tener nostalgia.

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