¿Qué harías si este fuera tu último año?

En una de las tantas reuniones navideñas surgió de pronto la pregunta que generó por un instante un silencio: ¿Qué harías si supieras que es tu última Navidad? Luego alguien extendió el plazo: ¿Qué harías si supieras que es el último año que vives?

De bote pronto fueron surgiendo las respuestas, primero en relación a la Navidad: “Yo les diría a todos los que quiero que los quiero”. “Yo buscaría resolver todos los conflictos que tengo con otras personas”. “Perdonar y que me perdonen”. “Yo regalaría todo lo que tengo”.

Luego las respuestas sobre lo que sucedería en nuestras vidas si nos dieran un diagnóstico fatal o en una premonición divina nos aseguraran que la rayita de nuestra existencia indica que sólo serán 365 días los que vivamos: “Me gustaría viajar e ir a todos los lugares que he soñado conocer”. “Comería todo lo que me diera la gana sin fijarme en los kilos”. “Estaría el mayor tiempo posible con las personas que amo”. “Leería todos los libros que tengo pendientes”. “Escucharía música e iría a todos los conciertos posibles”.

De pronto, con voz queda, alguien dijo tímidamente: “Yo me dedicaría a no perder un solo amanecer, a ver las estrellas, a caminar descalza por el jardín, a meterme en cada célula de mi ser las caras de mis hijos, rezaría todo lo que no he rezado, meditaría todos los días buscando mi paz interior, haría las recetas que mi mamá hacía para que el olor se quede impregnado en el espíritu de mi familia, subiría a pie el Cerro de las Noas, caminaría por la rivera del Nazas agradeciendo a los legendarios sabinos el oxígeno que me regalaron, me pondría mis mejores ropas porque cada día sería especial, me acabaría todos los perfumes que tengo guardados, pasearía a mi perro tanto como pudiera, visitaría a mi gente para encontrar los lazos de amor más que los de la sangre, me mojaría en los días de lluvia, me empolvaría con los terregales, bailaría y trataría de reconocer mi cuerpo y mis sensaciones, me desvelaría solo por gusto”. La voz tímida de la mujer se fue haciendo poco a poco poderosa y concluyó; “por eso les digo que me dedicaría a vivir”.

¿Por qué tenemos que esperar para vivir a plenitud? ¿Por qué dejamos para el final lo que podemos hacer hoy? Tal vez exista en nuestra naturaleza humana un espíritu de postergación cifrado en la garantía de que nada nos pasará y que el final de nuestros días es remoto, lo que significa que podemos darnos todo el tiempo del mundo para hacer lo que nuestro corazón nos manda.

Steve Jobs dictó un discurso en la Universidad de Stanford en 2005 y dijo una frase que se quedará para la posteridad: “Durante los últimos 33 años de mi vida, he mirado al espejo cada mañana y me he preguntado a mí mismo: ¿Si hoy fuera el último día de mi vida, me gustaría hacer lo que voy a hacer hoy? Cuando la respuesta ha sido que no demasiados días consecutivos, sabía que tenía que cambiar algo. Recordar que pronto habré fallecido, es la herramienta más importante que jamás he encontrado para tomar las grandes decisiones de mi vida”.

Por eso creo que los propósitos de vida no pueden formularse solo en fin de año, sería muy bueno que nos diéramos la oportunidad de plantarnos propósitos diarios, que con alegría busquemos hacerlos experiencia de vida. Deseo para cada uno de los lectores espíritu y aliento para 2017.