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Más allá del escándalo, la debilidad del sistema político mexicano

'En México tenemos partidos políticos frágiles, que saben ganar elecciones, pero no gobernar'

Más allá del escándalo, la debilidad del sistema político mexicano

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ELIA BALTAZAR

Los recientes escándalos de corrupción que involucran a gobernadores de distintos estados y partidos evidencia que México carece de sistemas de control sobre los gobiernos locales, de órganos de vigilancia independientes, de pesos y contrapesos políticos y de partidos de oposición vigilantes.

Desde el año 2000 que el PAN ganó la Presidencia, "hay una falta de control total sobre los gobernadores, que ha llegado a tal punto que éstos pueden enriquecerse de una manera escandalosa y no hay nadie que les ponga freno", afirma Irma Méndez de Hoyos, investigadora y académica de la Facultad de Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).

Especialista en sistemas electorales, la académica advierte que aun ahora, con la vuelta al poder del PRI, no se restableció ningún tipo de relación de control entre los gobernadores y el Presidente, como lo había en el pasado, cuando el Ejecutivo federal era su "jefe" y a él le rendían cuentas.

"Ahora lo que vemos es una falta de equilibrio de poder en los estados y falta absoluta de controles, a partir del gigantesco espacio de poder que ganaron los gobernadores, desde el año 2000", dice.

Méndez de Hoyos explica que la democracia es un sistema de controles y nace bajo la idea de que entre gobernantes y gobernados debe existir un conjunto de instituciones que permitan el control de los que, de manera casi natural, tienden al abuso, como es el caso de los gobernantes.

"Lo que se hace entonces es generar mecanismos de control y en las democracias más consolidadas esos controles son mucho más severos y fuertes, de tal manera que este tipo de cosas no pasan, porque cuando el señor gobernador comienza a robar, hay alarmas", dice.

Pero en México, explica, los poderes Legislativo y Judicial en los estados no son fuertes, tampoco hay una oposición que vigile y los órganos autónomos, los institutos de transparencia, están prácticamente bajo control de los gobernadores.

En las democracias donde funcionan los controles, la corrupción es menor y el costo de corromperse es muy alto. "Pero en México no pasa nada", dice.

La investigadora se pregunta: ¿dónde estaba la oposición en Veracruz, Quintana Roo, Coahuila o Chihuahua?

"En las democracias los partidos de oposición juegan un papel fundamental, más allá de las elecciones, les pagan por hacer su trabajo de sombra, de policía detrás del gobierno en turno, porque saben que si no hay alguien, un perro sabueso que esté viendo y husmeando por todos lados, la democracia no funciona", afirma.

En México, sin embargo, tenemos partidos políticos frágiles, que saben ganar elecciones, pero no gobernar, explica Méndez de Hoyos. "No han invertido un peso en preparar a sus cuadros para ser legisladores, presidentes municipales o gobernadores y tomar decisiones, porque el eje de todo esto es cómo tomas decisiones y cómo controlas a aquellos que tienen el poder. Cuando eres oposición, controlas; cuando eres gobierno tienes que tomar buenas decisiones".

Pero en el país los partidos "gastan en comprar votos y voluntades y ganar elecciones, pero no invierten en ideas, proyectos, no tienen una maquinaria que piense cómo solucionar los problemas públicos, que capaciten, y esto a pesar de que la ley los obliga a serlo. Son partidos que sólo saben ganar elecciones a la buena y a la mala, pero después gobiernan con ocurrencias y con las mismas prácticas que sus oponentes y antecesores".

Además, dice, en los gobiernos locales no operan órganos autónomos con poder ni capacidad para controlar, persiste la impunidad, hay un estado de derecho endeble, con denuncias que pocas veces prosperan en investigación y castigo. "Si a eso le añades una sociedad desarticulada y poco participativa, vemos el contexto propicio para aquellos gobernantes que quieren enriquecerse".

--Los casos de Javier Duarte en Veracruz o Guillermo Padrés en Sonora, ¿sientan un precedente que obligue al país a pensar en cómo prevenir la corrupción en los estados?

--El gran dilema que tenemos es que no hemos querido pensar qué hacer con nuestro federalismo. En los 90 hicimos toda una reingeniería en el sistema electoral, pensando en que los estados se iban a ir adaptando. Pero fueron agarrando sus propias mañas, sus propios modos de hacer las cosas y tuvimos un desastre.

"En 2014 se dio reversa y se centralizó todo. Se llegó a la conclusión de que como los estados se habían servido con la cuchara grande, había que centralizar todo y ahora tenemos una autoridad electoral nacional, les pagamos a los estados sólo para no pelearse, pero no se solucionan los problemas.

"Como ya vimos que ni el centralismo ni el federalismo como existe nos solucionan las cosas, entonces tenemos que pensar en un nuevo arreglo de pesos y contrapesos y pensar si los estados son realmente capaces de depurarse a sí mismos. ¿Son capaces como sociedades y gobierno de transformar su propio microsistema político? ¿O es necesario que desde el centro hagamos un gigantesco aparato policiaco en lo electoral, en lo administrativo, en lo judicial, para que funcione. La verdad es que hasta ahora no hay un solo modelo que nos haya funcionado para pensar en el futuro. Esa es la gran tarea, en lo electoral y en lo demás", dice la investigadora de Flacso.

Respecto del Sistema Nacional Anticorrupción (SNA) y su viabilidad en las entidades, Méndez de Hoyos opina que este funcionará siempre y cuando en cada uno de los estados se generen las instituciones que permitan que en cada uno se vaya transformando a sí mismo.

"No habrá manera de que desde el centro limpiemos los estados. Se tienen que hacer cargo los propios ciudadanos de cada uno de los estados, con sus propios controles y empujones. Tiene que haber un conjunto de factores más locales que federales. El problema es pensar que desde el centro podemos reactivar una sociedad o podemos hacer que los institutos de transparencia funcionen, por ejemplo", dice.

--¿De qué depende entonces que funcione el SNA?,

--De su independencia. Las instituciones que mejor desarrollan su función de control son aquellas que funcionan de manera independiente, de los partidos y de los poderes. No hay democracia que funcione de manera natural bien. En todos lados tiene que haber muchos controles. Lo que nos enseñan estos casos es: ojo, el equilibrio que tenemos es muy malo, y los controles son nulos.

Por eso, afirma, hay que fortalecer a los poderes legislativos locales, obligar a los partidos a que inviertan en formación y se conviertan en verdadera oposición vigilante, fortalecer el Poder Judicial y su independencia, y darle a los órganos autónomos mucha más capacidad de control.

De otra manera, advierte, seguiremos conociendo otros casos de corrupción, en distintas medidas.

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