(Primera parte)
Desde hace varios años, tenía la idea de escribir al respecto, sobre todo cuando veía, oía o leía en las notas sociales de éste o algún otro medio informativo, los nombres de niños y niñas demasiado fuera de nuestro hermoso idioma español y los cuales no correspondían a los apellidos paternos y maternos muy castellanizados; sin embargo, al ver el 3 de octubre pasado, en la columna Mirador de Armando Fuentes Aguirre, sobre El niño que nació en New Bedford, Massachusetts, el año de 1876, en el seno de una comunidad puritana, al cual registraron con el nombre de Ichabod, que significa “hijo del diablo”, por los motivos que en el mismo mensaje se mencionan, que quise retomar aquel tema de hace muchos años y escribir al respecto.
Creo que a fines del siglo XIX, o tal vez desde antes y hasta principios y mediados del siglo XX, que era muy común que al nacimiento de un bebé, inmediatamente los padres revisaban el santoral del día, y en muchos casos, se “apegaban” a los nombres que en él se señalaban, de tal manera que imponían al nuevo miembro de la familia alguno de los nombres que en éste aparecían.
También, era muy común tiempo más atrás, imponer varios nombres, y un ejemplo de ello es el que llevó la segunda esposa de Porfirio Díaz: María Fabiana Sebastiana Carmen Romero Rubio y Castelló, para ser conocida simplemente con el nombre de Carmen Romero Rubio.
Me llaman la atención, no solamente en la actualidad, sino desde hace ya varias décadas, los nombres tan “extravagantes” con los cuales registran muchos matrimonios a sus hijos e hijas y que se salen de la gran lista de hermosos nombres que emanan de nuestro santoral y que sustituyen por nombres extranjeros, no tiene caso nombrarlos, pues no quisiera herir susceptibilidades a los que así lo llevan, sin embargo, estas parejas no han tomado en cuenta que esos niñas y niños a los pocos años se enfrentarán a la “crueldad” de los mismos niños y serán objeto de lo que en mi época se llamaba “burla” y actualmente se ha sustituido por un extranjerismo llamado bullying.
El tan actualizado bullying creo que ha estado presente desde siempre, por muchas décadas y lo vemos no sólo en los medios socio culturales de estratos bajos, sino también en el medio de clases que se decían medias, hasta las completamente altas y/o de “abolengo”.
Yo lo viví sobre todo en los años de primaria, y aunque eran burlas por tan sólo tener un “nombre” fuera de lo común, me hacían sentirme mal, ya que no había ningún niño conocido o desconocido que portara mi nombre.
Sinceramente, me afectó mucho, por no decir muchísimo, no contar con un “tocayo”.
Recuerden que en infinidad de casos un nombre atractivo, agradable al oído y a la pronunciación, será para muchos parte de su presentación y tal vez del éxito; por el contrario, un nombre fuera de lo común, de los que ya van desapareciendo precisamente por eso, y dizque se imponían porque así se llamó el abuelo, la abuela, un tío, una tía muy querida, será un estigma emocional que cargará un niñ@ por toda su vida.
Creo que como ciudadano, con todos los derechos y obligaciones que tengo por el solo hecho de haber nacido en este país, por ser mexicano, puedo sugerir ponencias que pudieran ser aceptadas por las altas autoridades, es algo que me gustaría tomaran en cuenta los que promulgan las leyes: Debe o debería haber una ley que prohíba a todo mexicano y mexicana imponer a sus hijos nombres que estén fuera de nuestro hermoso lenguaje castellano
o español, exceptuando, por supuesto, los que provienen de nuestras numerosas lenguas autóctonas, de nuestras
etnias, que en realidad son muy hermosos y se pueden llevar con mucho orgullo, hay infinidad de ellos que los escuchamos por todos lados y sinceramente no se oyen mal.
