Completo. Además de música el violinista libanés Ara Malikian presentó un espectáculo visual. (ERNESTO RAMÍREZ)
Más que un concierto tradicional con obras para violín, lo que presentó anoche en La Laguna el músico libanés Ara Malikian, fue un espectáculo visual y auditivo que pondera los géneros de manera equitativa, con la capacidad de pasar de La vida breve de De Falla, a la "Life On Mars" de David Bowie.
El violinista libanés rompe los formatos en todos los sentidos. Su vestuario, la iluminación del escenario, los efectos de humo, e incluso como buen rockstar, se da el lujo de salir a escena media hora después de lo anunciado.
El quinteto de cuerdas, integrado por dos violines, viola, chelo y contrabajo, con dos percusionistas; más que un ensamble parece una banda de rock. Malikiani, brinca, se arrodilla, corre, mueve la cabeza bruscamente y manipula el violín como cualquier rokero su guitarra.
Durante el concierto, el violinista realizó un recorrido cronológico por su vida. Empezó tocando música árabe para recordar su infancia. Narró sus cuatro años amenizando bodas judías en Alemania, su experiencia con el rock en Inglaterra y su encuentro con la Orquesta Sinfónica de Madrid y el jamón serrano.
Con un gran sentido del humor y entre anécdotas y chistes, dedicó el estreno "mundo mundial" de su Fantasía torreonense y puso al público a reír y a aplaudir, mientras recordaba también cómo en su adolescencia soñaba con ser como John Travolta.
Tres hombres y dos mujeres, hacen parte del ensamble de cuerdas, a todos, y en especial a Ara, se les nota el oficio y la academia, en la técnica de interpretación, el estilo y el repertorio; sin embargo es un concierto para escuchar, pero también para ver, abrir los sentidos y disfrutar de un espectáculo escénico. Y un músico que se divierte tocando.
Un concierto diferente
Ara Malikian, tanto en la calle como sobre el escenario, ha criticado frecuentemente lo ortodoxo del "mundillo cultural y de la música clásica, con todos sus formatos cuadrados y solemnidad", como lo dijo anoche en el Teatro Nazas. Se reconoció, al igual que los integrantes de su grupo, como un desterrado de los clásicos, sobre todo por su aspecto; mientras que recurrió a ellos desde una trinchera diferente y amable.
Como una de las sorpresas de la noche, el libanés interpretó una adaptación del clásico mexicano de La Llorona, y una de las obras suyas de mayor factura, fue la dedicada al exterminio del pueblo armenio a inicios del Siglo XX.
