Gómez Palacio y Lerdo Protección Civil Lerdo Gómez Palacio Cañón de Fernández Lerdo Obras Públicas Gómez Palacio

PLAZA LAGUNERA

Los días faustos e infaustos de septiembre

HÉCTOR RAÚL AVENDAÑO

Segunda parte

El mes de septiembre, en el historial de Gómez Palacio y por extensión de La Laguna, se significa por habernos deparado sucesos faustos e infaustos. Dolorosos y festivos días, recargados de penas, algunos y de alegrías, otros; indelebles en el recuerdo de los laguneros.

En la anterior entrega comentamos aspectos de: la llegada del ferrocarril a la región, las avenidas del Río Nazas y el inicio, en épocas pasadas, del año lectivo; ahora, con respecto al noveno mes, trataremos sobre algunas fiestas que dieron y continúan dando identidad a nacionales y españoles que poblaron la Región Lagunera.

Septiembre es por antonomasia el mes de la bonanza. Desde que la producción de algodón tuvo a la mano el portentoso medio de comunicación que constituye el ferrocarril (1883), inmediatamente, se abrieron nuevas y extensas superficies para su cultivo. Posteriormente, la introducción de una nueva variedad de semilla, traída del vecino país del norte, revolucionó la productividad; en lugar del primitivo árbol, se optó por el arbusto que multiplicaba la calidad y cantidad de los capullos y facilitaba su recolección. Esos factores, encumbraron al líder de los productores de algodón de La Laguna, don Rafael Arocena, quien se daba el lujo, en Nueva York, durante los primeros años del siglo pasado, de fijar el precio del "oro blanco" a nivel internacional.

La enorme producción algodonera resultante de las nuevas formas de cultivo, demandó la presencia de ejércitos de pizcadores -bonanceros- procedentes de los pueblos cercanos y de los estados de Zacatecas, Aguascalientes y Jalisco, quienes requirieron de satisfactores primarios y servicios elementales, dando pie a un incipiente comercio regional.

Disculpen el brinco, pero el suscrito cronista no se aguanta las ganas de platicarles que, siendo niño, tuvo la oportunidad de observar en el mes de septiembre de 1956, como, de la noche a la mañana, se instalaba un campamento sobre las banquetas del gran edificio ubicado en la avenida Francisco I. Madero, esquina con Matamoros (que fue propiedad de don Félix López Lamberta), donde hombres y mujeres, enfundados en sus sacos de pizcar -a manera de sleeping bags-, se dispusieron a pernoctar en dicho lugar, para ser despertados muy de madrugada por los gritos que emitían, desde sus camiones de redilas, los ofertantes de empleo: ¡a veinte centavos el kilo!

Esa población flotante que se apersonaba hacia finales del siglo XIX, poco a poco, se fue asentado y formando colonias marginales, que abastecieron de operarios no solo a las haciendas, sino también a la industria y el comercio (y años después a la Revolución), emergentes, merced al auge conseguido con el aprovechamiento del capullo y de los subproductos de su semilla: aceite, glicerina, cascarilla y harinolina (estas dos últimas utilizadas como alimento para mayor rendimiento del ganado lechero, preferentemente) y borra para la fabricación de colchones.

La semilla, que antiguamente se incineraba por constituir un estorbo, de pronto adquirió el brillo del oro, en manos de los "alquimistas" de las empresas jaboneras que en principio se instalaron en la región, entre ellas, la Industrial Jabonera La Esperanza y, que posteriormente, se unificaron para constituir la Cía. Industrial Jabonera de La Laguna, fundada y dirigida por el excepcional administrador don Juan F. Brittingham, pilar fundamental, junto con la Casa Redonda de los ferrocarriles, del progreso económico y social de Gómez Palacio.

"La Laguna tiene dinero, La Laguna tiene algodón, y por eso los laguneros somos felices en esta región". Estos versos que constituyen el estribillo de una versión muy nuestra de La Filomena, reflejan la importancia del cultivo del algodón en el nacimiento y desarrollo de la comarca que habitamos y amamos. Desgraciadamente las nuevas generaciones hemos permitido que gobiernos corruptos y negligentes, desdibujen el rostro de nuestras ciudades y aniquilen el espíritu de lucha que nos legaron nuestros antepasados.

La bonanza lagunera de septiembre, y las coincidencias con: la elevación de la villa del Torreón a la categoría de ciudad, el día 15 (1907); la organización de la Feria del Algodón, por primera vez en 1925; la ceremonia tradicional del Grito de Independencia, y la celebración desde 1918 de las Romerías de Covadonga, le fueron otorgando carta de legitimación, como auténticamente festivo y desbordante, al bendito mes que nos libra del endiablado calor.

La primera Gran Feria del Algodón se celebró del 5 al 15 de septiembre de 1925, teniendo como motivación premiar, con solemnidad, al agricultor que produjera la primera paca con algodón de la última cosecha. Los festejos se realizaron en diversos puntos de la ciudad; la sede se ubicó en terrenos de la histórica Hacienda del Torreón, ahora convertida en Museo del Algodón, donde se montaron atractivos estand y juegos mecánicos, incluida la exposición de industria, comercio y ganadería.

Para solventar los gastos de las obras de carácter urbano que realizó la Junta de Mejoras Materiales, buscando el embellecimiento de la ciudad y la brillantez de la Feria, se solicitó y se obtuvo, una importante aportación en efectivo de parte de transportistas, agricultores, industriales y comerciantes, de la región. Mediante un concurso organizado por "El Siglo" se eligió reina a la señorita Elvira Torres, después señora de Lebrija, que fue coronada el día 5 en el Teatro Princesa; el desfile de carros alegóricos presidido por SGM Elvira I, recorrió el bulevar (avenida) Morelos, que ese domingo 6 se inauguró luciendo sus recién plantadas palmeras y su moderno alumbrado público; la numerosa colonia española contribuyó conmemorando la Batalla y rindiéndole tributo a la Virgen, ambas del pueblo de Covadonga, España (esta tradición lagunera se inicia en 1918), con la brillantez de sus danzas y música, y sin faltar sus corridas de toros. Finalmente, la Feria cerró con una noche mexicana y un baile de gala en el Casino de La Laguna.

En 1932, se celebra por segunda vez la Feria del Algodón, para conmemorar el vigésimo quinto aniversario de la ciudad, con la participación también del Club Rotario de Torreón. Posteriormente, en 1946, el Club retomó la responsabilidad de organizar la Feria, haciéndolo en forma ininterrumpida hasta la fecha, por lo que en este año está cumpliendo, en sus flamantes instalaciones y con superlativa emoción, 70 años de llevar esparcimiento, cultura y bienestar a la gran familia lagunera. ¡Enhorabuena, por su perseverancia, mis queridos rotarios, que año con año se superan! Continuará. Nos encontramos el próximo domingo, D. M. Agur.

PD. Esta columna contiene datos del libro "Historia de Torreón" de Eduardo Guerra.

[email protected]

ACLARACIÓN OBLIGADA

En la pasada colaboración, por un lapsus, propio de la edad que ya despidió la juventud, párrafo sexto, segundo renglón, escribí: (todavía no existía la de El Campestre), refiriéndome a la colonia, durante la inundación de 1968, debiendo decir "todavía no existían las colonias Valle, Rincón y Privada, todas ellas adjetivadas como Campestre, terreno, por donde se deslizó la avenida". Gracias.

Leer más de Gómez Palacio y Lerdo

Escrito en: PLAZA LAGUNERA

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Gómez Palacio y Lerdo

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1265979

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx