Columnas Social

PIÉNSALE PIÉNSALE

Arturo Macías Pedroza

IGLESIA ¿PUNTA DE LANZA O RETAGUARDIA DE LA HISTORIA?

Somos testigos de la debilidad que acompaña al gobierno mexicano manifestado en muchas áreas como la ineficiencia en servicios, la incapacidad de impartir justicia, la vulnerabilidad ante presiones internas y externas de poderes fácticos, la baja credibilidad de las instituciones y la impopularidad de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial en sus diversos niveles; las esperanzas puestas en la administración actual se han perdido por completo a causa de promesas incumplidas y el combate a la corrupción sigue sin dar señales de vida; las reformas estructurales necesarias para enfrentar el cambio de época no han dado los resultados que se esperaban (algunas hasta han sido contraproducentes como la laboral, la fiscal o la educativa).

Ante tales situaciones ha habido quienes quieren hacer leña del árbol caído, sin darse cuenta que es nuestra propia casa la que está cayendo. Pero no es la Iglesia quien quiere aprovechar la debilidad del estado para retomar poder, como algunos "comecuras" quieren hacernos creer. Todo lo contrario, las marchas, manifestaciones, promociones del voto, llamadas a la participación social, labor educativa y demás actividades de la Iglesia, no tienen como objetivo primordial la búsqueda del poder sino el servicio, la liberación y dignificación del ser humano. Es cierto que en otros tiempos los poderes político y religiosos se entretejían e influían mutuamente; pero desde que Benito Juárez le hizo el gran favor a la Iglesia de liberarla de las riquezas que poseía por herencias de la colonia, retomó su papel originario de servicio.

Fue en otros tiempos cuando la fuerza económica, política y social de la Iglesia, había sido de gran utilidad a la formación de la gran nación de la que ahora gozamos. Gracias a ella vino el desarrollo social de las comunidades que florecieron en torno al liderazgo político-religioso de los grandes evangelizadores. El país hubiera sido muy diferente sin esa fisonomía impresa por los que defendieron, dignificaron, y promovieron a la población indígena y mestiza, los que unificaron, fundaron y desarrollaron comunidades en torno a las misiones; los que enseñaron técnicas, ciencias y artes del viejo mundo adaptándolas y modelando la mexicanidad. (Junípero Serra, Luis de Vittoria, Vazco de Quiroga, por mencionar sólo a los famosos).

Pero ya no puede ser así, ni la Iglesia lo desea; ahora ella se perfila como un elemento unificador de fuerzas positivas, como respuesta a la crítica situación que se vive en esta coyuntura. El gran poder e influencia que aun tiene la Iglesia en este país con organización, infraestructura y motivaciones profundas, deberá ser utilizada con criterios de servicio, que brotan de una mentalidad renovada, cuya bandera enarbola el Papa Francisco, y que se está concretizando en la Región Lagunera. Las diócesis jóvenes de Gómez Palacio y Torreón, libres de inercias y lastres ancestrales que algunas otras tienen que vencer, están despertando para ser renovadas y renovadoras, y ser factor fundamental en el renacimiento de este desierto lagunero que, surcado estos días por el Padre Nazas, es imagen de una arteria que porta en su líquido vital, esperanza de vida en plenitud.

Los que en verdad quieren al país no teman a una Iglesia que hoy por hoy puede contribuir a la reconstrucción del país. Ahora la Iglesia tiene claros sus límites dentro de una sana laicidad que respeta los ámbitos que no son de su competencia pero sabe los suyos, y contribuye con sus elementos propios a modelar con valores auténticamente humanos la nueva nación que se asoma en este cambio de época.

Los que a la Iglesia temen y combaten, son los defensores de un laicismo a ultranza, poco interesados en el México lindo y querido, encerrados en sus fanatismos e interés mezquinos. Ciegos a las buenas intenciones, a los argumentos de razón y a la búsqueda sincera de la verdad. Como dice el dicho: "El león cree que todos son de su condición". Pero poseedores de poder y de medios, engañan a la gente presentando una caricatura de Iglesia, buscadora de poder o encerrada en una espiritualidad desencarnada y alejada del mundo. Actuando así, si en verdad buscaran mejorar a México, se privan de quien podría ser su mejor aliada.

Pero para poder cumplir su misión benefactora en esta tiempo y en este región particular en la que peregrina, la Iglesia deberá superar no pocas dificultades: el inmovilismo, la falta de colaboración entre diócesis, movimientos y comunidades religiosas, compartir carismas e implementar un plan diocesano concreto y evaluable que integre objetivos comunes, haga sinergias en base a transversalidad e interlocución de personas y programas, evite el trabajo aislado y la ineficacia (parece que en Gómez Palacio se está ya en ese camino), supere el clericalismo que deja toda iniciativa a las cúpulas religiosas, para dar paso a liderazgos laicales fuertes, creativos y preparados, el fortalecimiento de la débil fe de muchos de sus miembros, para que puedan ser también sujetos de cambio. Algo muy importante será la superación de las diferencias y la creación de fuertes lazos de colaboración con otras iglesias, con autoridades, con grupos y con asociaciones de la región, para hacer proyectos fuertes en beneficio común, que puedan incidir en la solución de las problemáticas que nos aquejan; para ello habrá necesidad de apertura, diálogo, colaboración y propuestas por parte de todos.

Desde esta óptica la Iglesia será más atractiva para todos los que buscan espacios efectivos de transformación de la realidad. ¿Será usted el nuevo elemento transformador de esta fuerza llamada Iglesia? Será capaz de sumarte a ella?

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