Columnas la Laguna

EL NAZAS, UN RÍO VENERADO POR LOS LAGUNEROS

HIGINIO ESPARZA RAMÍREZ

Cada 20 ó 25 años el río Nazas recupera impetuosidad y reclama su antiguo cauce, modificado y reducido a un canalón contra filtraciones y los desbordamientos que inundaban las colonias ribereñas de las tres ciudades. Son épocas en que las presas Lázaro Cárdenas y Francisco Zarco ya no lo pueden contener y prefieren liberarlo para que sus cortinas no revienten.

Nadie puede asegurar en estos tiempos que el Nazas ya olvidó por donde corría libre y sin estorbos. Sus salidas fogosas del cauce original causaron daños materiales, pero eso no lo puede evitar. Es parte de su esencia y los viejos laguneros guardan agradables recuerdos de su grandeza.

Por ejemplo, don Isidoro Leal, un empresario acaudalado que bien pudo haber ido al mismo río Nilo de Egipto o al Amazonas brasileiro, en temporada de aguas caudalosas rendía tributo al Padre Nazas introduciendo con solemnidad un pie y luego el otro, con las botas bien puestas, en la revuelta ola, turbia y fertilizadora, de la creciente que llegaba al vado de la carretera Gómez Palacio-Nazareno. No había puente que nos alejara del río, como ocurre ahora.

Un ritual que su secretario particular y gente de las cercanías observaban con respeto. Enseguida introducía las manos con los pulgares de fuera -al estilo de Clint Eastwood, tan alto y apuesto como él- en los bolsillos del ajustado pantalón vaquero y se quedaba mirando, ensimismado, cómo poco a poco el flujo se extendía a todo lo ancho del lecho y crecía hasta convertirse en un torrente dentro del cual desaparecían los numerosos bancos de grava cavados a gran profundidad por materialistas y constructores y barría con las cribas y sus instalaciones.

Pero no sólo él gozaba a su modo muy particular el renacimiento cíclico del afluente: laguneros en romería se posesionaban con horas de anticipación de las orillas bajas en los dos extremos del vado: a la llegada de la "punta" de la avenida unos se descalzaban y arremangaban el pantalón para meter los pies pero los más chapoteaban con la ropa puesta, se mojaban cara y rostro y salpicaban a los adultos adustos que desde la orilla sólo miraban con la música por dentro.

Todo esto en el susodicho vado carretero y en los alrededores de la antigua ciclopista de Lerdo - borrada del mapa por las aguas turbulentas y restituida prontamente en lugares ribereños más altos y aparentemente más seguros- así como en el parque nacional de Raimundo, Las Piedras, en los suburbios de Villa Juárez (hoy Ciudad Benito Juárez) y otros puntos de fácil acceso a las márgenes.

Reacciones espontáneas sin afanes de exhibicionismo. Don Isidoro y sus coterráneos, cada quien por su lado y a su manera, confirmaban año con año su cercanía sentimental con el Padre Nazas, agradecían sus beneficios y se divertían.

Ahora la realidad es diferente: Se nos fue "Cholón", el vado desapareció, el río sometido se desvió por los canales San Fernando, Sacramento y Tlahualilo y se acabaron las romerías. Pero cuidado con las aguas broncas; éstas llegarán muy pronto y de nuevo correrán por el viejo cauce para arrastrar todo lo que obstaculice su trayectoria madre: casas, establos, sembradíos, escombros, basura, cribadoras y demás estorbos atentatorios de sus derechos fluviales.

Por lo pronto, un Nazas aparentemente tranquilo, vuelve a hacerse presente en su cauce modificado. Cientos de laguneros lo admiran desde sus orillas y los puentes vehiculares que enlazan a Torreón y Gómez Palacio y el llamado puente negro ferroviario. A su paso majestuoso se saturaron los pasos mencionados y se demoraron las comunicaciones entre Torreón, Gómez Palacio y Lerdo. Esto no es nuevo: sucedió en el pasado y ahora se repite.

Gente a pie lo mismo que en automóviles y camionetas, se desplazan por la brecha que circunvala las instalaciones deportivas lerdenses para llegar lo más cerca que sea posible al resucitado río.

Sus aguas resbalando rumorosas por la represa de San Fernando, generan tranquilidad espiritual y son dignas de la mejor fotografía testimonial de un recurso natural muy propio de la Comarca Lagunera.

Grupos familiares improvisan campamentos sobre los bordos de piedra caliza que contienen y encauzan la corriente y ahí se quedan -sombrilla a mano por si llueve o calan los rayos del sol- subrayando su veneración al Padre Nazas, el mismo que nos regresa, una vez más, el optimismo y la alegría de vivir a su lado.

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Escrito en: Higinio Esparza Ramírez

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