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La dieta cetogénica

Por una alimentación curativa

Foto: Archivo Siglo Nuevo

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Genaro Miguel Cervantes Ortega

Existe un método para tratar a los niños que padecen epilepsia, cuyos alcances han ido recobrando fuerza, luego de ser olvidado. Incluso un cierto porcentaje ha logrado curarse mediante dicha dieta, pero vigilada atentamente por especialistas.

La epilepsia es una enfermedad que según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) afecta a aproximadamente 50 millones de personas en todo el mundo y también es la causa neurológica de muerte más común de todas.

En México el 50 por ciento del total de padecimientos neurológicos corresponden a casos de epilepsia, de los cuales, el 70 por ciento son niños, cifras que la convierten en la principal enfermedad de este tipo.

CRISIS EPILÉPTICAS

Todo lo que hace el cuerpo mientras se desenvuelve en cualquier ambiente se transmite mediante pulsos eléctricos. Pero para ciertas personas dichas descargas suelen ser fuertes, incontrolables y constantes. Lo que provoca que el cuerpo sufra de diversos síntomas.

En su guía sobre la epilepsia, José Luis Mendizabal Montes, médico neurólogo distingue tres tipos de crisis:

Crisis parciales: las hay simples, en las que el individuo puede sentir adormecimientos, ver cosas que no son, etcétera, pero no pierde la conciencia y puede darse cuenta de lo que le sucede; y también pueden ser complejas, las cuales involucran mareos, confusión, locuacidad, entre otras situaciones cuyo común denominador es que el sujeto se abstrae de la realidad y no recuerda lo ocurrido.

Crisis generalizadas: ocurren cuando todo el cerebro experimenta el impulso anormal, lo que provoca que el individuo pierda la conciencia; las extremidades comienzan a sacudirse, la boca puede ponerse morada, la respiración se hace ruidosa, e incluso se puede perder el control de los esfínteres. Estos episodios suelen durar entre dos y tres minutos y una vez que concluyen, el paciente puede despertar, presentar dolor de cabeza y cansancio o puede quedarse dormido por cierto tiempo.

Crisis parciales con generalización secundaria: son aquellas en las que se combinan los dos tipos anteriores, sólo que primero se presentan las parciales y estas dan paso a las generales.

También existen las crisis de ausencia, en las que el paciente sólo mantiene la mirada fija, hay una desconexión de la conciencia y dura algunos segundos.

Para ser catalogado como epiléptico es necesario que se presente la repetición de ataques (mínimo dos veces), además de un adecuado diagnóstico, ya que una sola convulsión no es una señal concluyente, puesto que por diversas causas (desde altas temperaturas, golpes en la cabeza, etcétera) todas las personas pueden llegar a sentir uno de estos episodios.

CAUSAS Y TRATAMIENTOS COMUNES

Las causas de la epilepisa varían en cada persona. La OMS, en su apartado sobre esta enfermedad, señala que hay un tipo de epilepsia llamada idiopática, es decir, que no tiene una causa identificable, la cual se presenta en seis de cada diez pacientes. Pero también existen casos de epilepsia de causas identificables, que puede ser un daño cerebral por lesiones antes del nacimiento, malformaciones congénitas, un golpe muy severo en la cabeza, un accidente que limitó el oxígeno que llega al cerebro, infecciones, síndromes genéticos y tumores cerebrales. Cabe aclarar que la epilepsia no se contagia.

Las opciones para tratar la epilepsia son limitadas; en algunos casos se llega a extirpar aquella parte del cerebro donde empiezan los ataques; otra opción es la utilización de la terapia de estimulación del nervio vago (ENV), la cual consiste en implantar un dispositivo en el cuello que envía estímulos eléctricos a lo largo de todo el cuerpo, lo que aunado a algunos medicamentos previene las descargas anormales.

OPCIÓN ALTERNATIVA

La Sociedad Epiléptica del Reino Unido señala que existen al menos 26 medicamentos antiepilépticos y poco más del 70 por ciento de los pacientes pueden tener controlados sus episodios mediante estos. Pero el otro 30 por ciento se enfrenta a la epilepsia refractaria, una variedad que muestra resistencia frente a dos o más medicamentos correctamente indicados. Es ahí donde puede utilizarse la dieta cetogénica, que según la Liga Internacional Contra la Epilepsia es un tratamiento opcional para manejar el padecimiento.

La historia de dicha dieta surge en los principios del siglo XX, cuando existían pocos fármacos para controlar de forma eficaz la epilepsia; la dieta cetogénica se popularizó como método para tratar los casos difíciles debido a que se tenía registro de que la privación de alimento ayudaba a prevenir los episodios.

Conforme se fueron desarrollando nuevos medicamentos se comenzó a confiar en que en algún momento surgiría alguno capaz de curar hasta los padecimientos más graves, por lo que la dieta cetogénica comenzó a dejarse de lado, hasta que en los noventa el doctor John Freeman del Hospital John Hopkins la rescató del olvido, según cita el libro Epilepsias: todo lo que usted desea saber, escrito por un grupo de investigadores chilenos y disponible de manera gratuita en internet (https://www.ligaepilepsia.cl/libro/).

En cuanto a la prescripción de la dieta cetogénica, el especialista José Luis Mendizabal enfatiza que sólo ha de ser aplicada tras una profunda evaluación y por decisión del neurólogo.

Los pacientes de epilepsia infantil que suelen ser tratados con mayor frecuencia mediante la dieta cetogénica son aquellos que sufren del síndrome de Lennox-Gastaut y el síndrome de West, de acuerdo con información publicada por el diario argentino El Clarín en 2014, pero debido a los efectos que puede tener en el cuerpo, esta debe ser debidamente vigilada en conjunto con un dietista.

La nutrióloga Marcela González explica que la dieta cetogénica se caracteriza por ser alta en grasas, media en proteínas y baja en carbohidratos, para que el organismo obtenga la mayor parte de las calorías necesarias para su funcionamiento de la grasa almacenada, al esto provoca un estado de cetosis en el que el cuerpo se nutre de los cuerpos cetónicos, fuentes de energía de la grasa propia, de forma que el cuerpo se aproxima a un estado de estabilidad.

Si bien se utiliza de forma no muy recomendada para que el propio cuerpo pierda peso rápido (entre los adultos), debido a que en lugar de usar la mayor parte de energía que proviene de los alimentos consumidos, utiliza la que se encuentra almacenada en el cuerpo, esto provoca un estado de cetosis, en el que el cuerpo se nutre de los cuerpos cetónicos, fuentes de energía de la grasa propia, y así se aproxima a un estado de estabilidad.

La dieta cetogénica tiene que ser recomendada y supervisada por un especialista porque es necesario llevarla con mucho rigor y disciplina; se requiere, por ejemplo, calcular y medir las cantidades de cada porción de forma correcta, por lo que es imprescindible contar con una báscula de gramos y tomar en cuenta que hasta el mínimo error puede arruinar los efectos de la dieta. La disciplina y la constancia son clave.

La Fundación Americana para la Epilepsia señala que este tratamiento opcional generalmente se prueba en niños de uno a 12 años de edad que presentan ataques difíciles de controlar, o tienen ciertas clases de síndromes, como transporte de glucosa o deficiencias de deshidrogenación de piruvato y que un tercio de los niños que la siguen dejan de tener episodios o disminuyen casi completamente; otro tercio mejora aunque los episodios continúan y el otro no puede soportar la dieta.

Por otra parte, la Liga Internacional Contra la Epilepsia (ILAE, por sus siglas en inglés) indica que lo preferente es que se inicie la dieta desde la seguridad de un hospital, comenzando con el ayuno, luego ingiriendo pequeñas cantidades de los alimentos incluidos en la dieta y así mientras se educa en cómo deberá seguir su alimentación. El libro sobre Epilepsias establece que deben ser mínimo tres meses para que la persona se adapte, siendo la duración habitual del tratamiento entre dos y tres años.

Entre los efectos secundarios que pueden llegar a presentarse, de acuerdo con la nutrióloga Marcela Hernández, están la ansiedad, estreñimiento, mareo, cansancio (durante los comienzos de la dieta) y aliento diabético, además, la ILAE establece que con el progreso de la dieta pueden surgir piedras en los riñones, vómito, aumentar los niveles de colesterol, pobre crecimiento, ganancia de peso, fracturas y más.

UN ESTIGMA POR SUPERAR

Para los millones de niñas, niños, hombres y mujeres epilépticos del mundo la vida cambia el día que tienen su primer episodio. Muchos sienten que tienen que esconderse, guardarse, porque gran parte de la sociedad aún no alcanza a comprender la enfermedad. La Organización Mundial de la Salud señala que los pacientes llegan a ser discriminados y estigmatizados por sus iguales, incluso hace 40 años se le podía prohibir la entrada a un epiléptico a ciertos lugares en los Estados Unidos, es por eso que hoy existe un evento global (impulsado por el Buró Internacional para la Epilepsia), el Día Internacional de la Epilepsia, que se celebra anualmente el segundo lunes de cada mes de febrero en más de 120 países, para recordar la existencia de la epilepsia.

Medicinas, cirugías e implantes son una opción, pero si la dieta cetogénica ofrece al menos un mínimo porcentaje de posibilidades de que los niños recuperen la salud total, sus padres o tutores pueden hacer el intento, acudir a un neurólogo que tras un estudio podrá o no recomendar la dieta. Si el niño y aquellos encargados de cuidarlo son capaces de mantener la tenacidad, disciplina y sacrificar pastel y galletas a cambio de la salud, tendrán mayores alegrías que todos los dulces del mundo sabiendo que una posible cura existe y vale la pena intentarla.

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