Fotos: Archivo Siglo Nuevo
El hecho de vivir en sociedad conlleva integrase de manera estrecha a ella, algo que ineludiblemente requiere de la aceptación y el reconocimiento por parte de los demás, ya que es un estímulo para hacer bien nuestro trabajo y sirve como reforzador para seguir ayudando a los demás.
Una sonrisa o cualquier gesto positivo de parte de algún miembro de nuestra familia, amigos o conocidos, ayuda a reconfortarnos y sentirnos parte de algo. El ser humano se siente muy bien cuando recibe atención positiva por parte de otras personas, no así cuando es recibido con indiferencia o reacciones negativas. El reconocimiento también está detrás de muchas decisiones que tomamos en nuestra vida, somos seres sociales y esto es normal.
Nuestros padres, nuestra familia, es el primer círculo social encargado de ofrecernos reconocimiento, respeto y cariño.
Imaginemos que en una familia nace el primer hijo, inevitablemente este estará expuesto a múltiples muestras de reconocimiento por parte de toda la familia, por su condición de primogénito tiene toda la atención centrada en él, de modo que cualquier nueva habilidad que muestre será aplaudida y digna de retroalimentación positiva y así vive gran parte de su infancia. En contraparte, el hijo menor quizá no cuente con el mismo nivel de atención, por lo que es probable que la mayor parte de su infancia intente y se esfuerce por desarrollar nuevas habilidades a fin de obtener algo de reconocimiento de sus padres o la gente de su entorno.
Es evidente que estas dos maneras de retroalimentación van formando la personalidad del niño de manera significativa y se verá reflejado en la búsqueda de aprobación y reconocimiento en la vida adulta, en sus sociales o de pareja.
BÚSQUEDA NORMAL Y NERUÓTICA
La psicoanalista alemana Karen Horney explica algunos patrones particulares de necesidades neuróticas, lo cual hace referencia a aquellas cosas que todos requerimos, pero cuya búsqueda se ha distorsionado debido a diversas circunstancias de la vida.
Por ejemplo, es cierto que todos necesitamos reconocimiento, pero en realidad no lo esperamos de todo aquel que conocemos. En cambio, el neurótico ha hecho de esa necesidad el aspecto central de su existencia.
La necesidad de reconocimiento o prestigio social es normal porque somos criaturas sociales y nos gusta ser apreciados por los demás, pero las personas con necesidades neuróticas están todo el tiempo sobrepreocupadas por las apariencias y la popularidad. Temen ser ignoradas, poco valoradas o consideradas como gente simple o 'fuera de lugar'.
Es cierto que necesitamos ser admirados por nuestras cualidades tanto internas como externas, necesitamos sentirnos importantes y valorados, pero algunas personas están más desesperadas y necesitan recordarnos su importancia. Su miedo se centra en no ser nadie, ser alguien falto de importancia y cuyas acciones no tienen sentido.
RECONOCIMIENTO VIRTUAL
A la par del auge de las redes sociales hemos sido testigos de cómo la búsqueda de reconocimiento se ha convertido en una obsesión.
Es normal que en ciertas circunstancias nos venga bien un poco de reconocimiento social. Nos hace sentir más seguros, nos reafirma y nos da pistas de que estamos en la dirección correcta. Además, ¿para qué mentir?, a todos nos encanta que nos alaben y nos aplaudan cuando lo hacemos bien. El problema viene cuando todos nuestros esfuerzos están dirigidos a eso y perdemos el mando de nuestra vida.
Algo que puede observarse sobre todo en los jóvenes que viven inmersos en las redes sociales, es que su estado de ánimo está muy ligado a la cantidad de 'likes' que reciben en las fotos que documentan sus actividades diarias y hobbies. Un ‘me gusta’ en Facebook no tiene por qué significar una recompensa para nuestro estado de ánimo, sin embargo Facebook, Twitter, Instagram, y el resto de las redes sociales están construidas de tal manera que nuestra necesidad de aprobación esté activa durante las 24 horas del día. No obstante, los psicoterapeutas especialistas insisten en señalar que tanto las redes sociales como los celulares, las computadoras y tabletas son sólo herramientas, y como tal son neutras. El hecho de que alguien se tome una 'selfie' ni es bueno ni malo, es un evento neutro. El problema radica en que las necesidades humanas, que siempre han existido y que tiene cada individuo, se potencian y multiplican con la tecnología.
Lo que debe quedar claro es que perseguir obsesivamente llamar la atención es sin duda una búsqueda de reconocimiento poco saludable; esa que busca en el exterior, lo que no encuentra en el interior, y donde la frustración y la ansiedad no tardarán en llegar debido a que es imposible agradar siempre a todo el mundo.
UNA MOTIVACIÓN NECESARIA
El psicólogo humanista Abraham Maslow, en su libro Motivation and Personality, plantea que nuestras acciones están motivadas a cubrir ciertas necesidades humanas, entre las cuales existe una jerarquía y conforme se satisfacen las más básicas, vamos desarrollando necesidades y deseos más elevados.
Según Maslow existen dos necesidades de reconocimiento: una inferior, que incluye el respeto de los demás, la necesidad de estatus, fama, gloria, reconocimiento, atención, reputación, y dignidad; y otra superior, que determina la necesidad de respeto de sí mismo, incluyendo sentimientos como autoconfianza, competencia, logro, independencia y libertad.
Tras cubrir las necesidades de los tres primeros niveles de la pirámide de Maslow, aparecen las necesidades de reconocimiento como la autoestima, el reconocimiento hacia la propia persona, el logro particular y el respeto hacia los demás; al satisfacer dichas necesidades, la persona se siente segura de sí misma y piensa que es valiosa dentro de la sociedad; cuando estas necesidades no son satisfechas, las personas se sienten inferiores y sin valor.
Todos necesitamos ser reconocidos. No es una cuestión de orgullo, egoísmo o inmadurez. En absoluto. El ser humano, desde sus etapas más tempranas, necesita del respeto y el cariño de todos aquellos que le rodean, ahí donde queda implícito ese reconocimiento sincero hacia nuestra persona.
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