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Una y otra vez debatimos y condenamos el daño que provocan el uso y el abuso de sustancias químicas en el organismo y lo fácil de perderse en ellas. Hasta aquí es de todos bien sabido, es un tema recurrente; pero el punto medular de todo esto, es cuando la dependencia a las adicciones no se realiza por la boca sino por la vista y el proceso contemplativo en el que caemos.

Herramientas de información tenemos de sobra, nos hemos convertido en consumistas de medios y como perinola giramos de un sitio web a otro, nos atrapamos sin querer en esa aldea de la red global, cazando la noticia, o la farsa de los memes, o la altisonancia del ridículo de un personaje, o bien; si pretendemos ser analíticos en un asunto de mayor interés nos volvemos sabiondos y ejercemos comentarios en honra a la legítima opinión pública. (Precisamente ahora mismo resbalo y caigo al escribir este argumento).

Como de marabunta disertamos de todo y contra todo, como si fuera un campo de tiro. Encontramos, en los medios impresos y electrónicos a los encargados del oficio periodístico, ellos también parecen no ponerse de acuerdo, disgregan las noticias en especial las de tinte político, económico o social (reiteradas aquellas de escándalo, corrupción y violencia).

Desfilan en paquete, repetidas y parecidas entre ellas. Nos las topamos de un columnista a otro, pocos son los que aportan diferencias. Hemos perdido al “Pepe grillo” de la percepción y la conciencia. Interpretamos a diestra y siniestra. Quedamos al margen de otros menesteres que también son noticia, pero no tienen cabida en el rostro de México, lamentablemente no se hacen parte de nuestra vida; huérfanos de cultura, ciencia y tecnología, los arrinconamos como tema de alta, ultraespecialidad y luego nos quejamos de que son esferas elitistas. Estar a la vanguardia con innovadores dispositivos de comunicación nos arroja a la lona de los dimes y diretes.

Desde la primera y última de todas las aplicaciones existentes de las redes sociales (ejemplo twit, whatsapp, gmail o inbox). Pasamos de la revisión al acecho, de respuesta en respuesta, (con palabras, imágenes diversas, signos o símbolos, según sea nuestro ánimo); de mano en mano, de boca en boca y al final de la jornada se reduce, se engrandece o se esfuma la intención de la nota. Haciendo de la libertad un expresionismo de lavadero.

Hay que ejercer la opinión sin perder de vista los motivos y abstenerse a sus excesos para no redundar en la nada o la pedantería. Educarnos para hacer conversación con asombro autocrítico. Hacer ajustes de retroalimentación y asumirla con responsabilidad. Saber ver de lejos y de cerca, dejar a un lado al México de la monotonía y de la histeria.

Patricia González,

Torreón, Coahuila.

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