ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A.C. (PSILAC).
CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA
ADOLESCENCIA EN EL SIGLO XXI
(CUADRAGÉSIMA PARTE)
Hablar de la familia en este Siglo XXI, nos hace dudar, cuestionar y reflexionar inmediatamente sobre lo que representa actualmente dicho concepto, un concepto que solía tener lineamientos más claros y definidos en el pasado. Tradicionalmente, y desde la historia y la teoría social, nos acostumbramos a esa imagen de la familia tradicional, conformada por el padre, la madre y los hijos como familia nuclear, y al que se le añadían generalmente los demás familiares no menos importantes pertenecientes a otras generaciones, como serían los abuelos, tíos, primos, sobrinos, nietos y todos aquellos miembros que constituyen la llamada familia extensa. Se trata indiscutiblemente de imágenes y agrupaciones que aún existen y se encuentran presentes y vivas como parte de nuestro ambiente cultural mexicano y de nuestras tradiciones sociales. Sin embargo, conforme nuestro planeta gira vertiginosamente a esa velocidad, ritmo y dinamismo tan extraordinarios que tienden a cambiar cada vez más tanto su fisionomía como su geografía, su historia, sus tradiciones, creencias y estructuras del pasado hasta abarcar incluso nuestras raíces más profundas; conforme nos urbanizamos, nos tecnificamos y decimos civilizarnos a niveles cada vez más difíciles de cuantificar y valorar adecuadamente, a esa misma velocidad cambian igualmente los significados y las estructuras de lo que representa una familia en este siglo. Me parece que como sociedades estamos cambiando en una especie de intento contradictorio y conflictivo entre globalizarnos y mantener ese ritmo por un lado, a la vez que por el otro, buscamos proteger y mantener la propia identidad y cultura. Quizás como población en general entonces, y sin darnos cuenta, estamos enfrentando ese mismo proceso de separación-individuación, o de dependencia-independencia a tal grado de ni siquiera estar seguros de la dirección, el rumbo, o los objetivos que buscamos. Ante esta situación, podemos descubrir que han proliferado en el presente una enorme variedad de grupos intersanguíneos muy diferentes y contrastantes que definitivamente podemos seguir denominando familias, pero que se han convertido en ramificaciones espontáneas, novedosas y adaptativas de ese concepto tradicional que hemos conocido como familia. Se trata de familias que igualmente están intentando construir sus propias estructuras específicas en las cuales llevar a cabo sus propios procesos de crianza, educación y desarrollo de sus vástagos infantiles y adolescentes en estilos variables y diversos, a través de sus propios instrumentos y estrategias que han desarrollado precisamente en un intento de adaptación y supervivencia al ambiente social que pertenecen. Es así como las familias uniparentales han proliferado cada vez más frecuentemente en nuestra sociedad, familias en las que por lo general la madre es quien permanece y se encarga de los hijos, ante la ausencia parcial, temporal o total de un padre que por una variedad de razones no ha sido capaz de asumir y cumplir con su rol y sus funciones, o lo ha hecho de una manera incompleta y distante física y emocionalmente. Se trata de un fenómeno bastante frecuente en nuestra cultura, que conlleva naturalmente una serie de repercusiones económicas, educativas, sociales pero especialmente emocionales, mucho más trascendentales de lo que queremos pensar y aceptar, repercusiones no sólo para esa madre y sus hijos, sino inclusive para el mismo padre ausente. Si consideramos a la familia como los cimientos de una sociedad, como la célula básica que conforma su estructura, tendremos que aceptar entonces que tales repercusiones ejercerán un impacto aún más profundo y formidable no sólo en la familia misma, sino igualmente en toda nuestra sociedad, así como en todas las estructuras sociales y políticas que conforman a nuestro país abarcando asimismo todas las extensiones de nuestra cultura en general (Continuará).
