La imposición de los propios miedos y prejuicios
Siempre leo Jaque Mate de Sergio Sarmiento y casi siempre estoy de acuerdo con él. Casi: no lo estuve en días pasados, en que dijo que “quizás el Papa no se ha dado cuenta de que ser adolescente es por definición querer jugar con el cuerpo y el deseo de uno y de los demás”.
Pero no es una opinión del Papa el que los jóvenes sí pueden mantenerse ajenos a estos “juegos y deseos”, mientras que no alcanzan “la madurez, los valores, el compromiso mutuo y los objetivos propios del matrimonio”.
Lo cual es justo la definición de adolescencia: no estar formado todavía. Adoléscere en latín significa carecer de algo, no estar (aún) completo.
No es una opinión de Francisco, es la de Jesús, que acogió con cariñoso entusiasmo a aquel joven del Evangelio (Marcos 10 - 17) el cual le confesó que desde siempre había guardado el “no fornicarás” de los Diez Mandamientos.
A lo largo de todo el Evangelio, se ve que Jesús confiaba en los jóvenes y en su capacidad para seguir sus enseñanzas. A excepción de San Pedro, se ve que los apóstoles eran jóvenes. Algunos muy impetuosos, como los hijos de Zebedeo, Juan y Santiago, a los que él les dio por eso el sobrenombre de Hijos del Trueno. Pero ni con ellos, ni con nadie facilitó que pudieran disfrutar “su cuerpo y sus deseos” aprovechando su adolescencia.
La realidad es que hoy en día muchos jóvenes siguen creyendo en él, y valoran esta enseñanza suya; pensando que guardar la fidelidad con la que desean defenderse mutuamente después, es una inversión que sin duda les vale la pena.
Es necesario que a los jóvenes se les informe sobre todos los medios para evitar una concepción no deseada. Todos. Sin excluir metódicamente la abstinencia sexual y los modos de facilitarla.
Nos sorprende a los adultos descubrir una gran cantidad de jóvenes relacionados entre sí a través de las redes sociales, que se apoyan en su interés compartido por seguir las enseñanzas de Cristo sobre la sexualidad, con miras a un futuro que les valga la pena. Y ellos saben que la pornografía - también mencionada por Sergio - ejerce sobre ellos una fuerte atracción para abandonar sus valores.
Yo pienso, en conjunto, que vale la pena apoyarlos, o por lo menos no hacerles resbaladizo su camino.
En otras muchas cosas sí estoy de acuerdo, como lector, con don Sergio, al que aprovecho para felicitar por su columna y mando este correo.
Alejandro Reza Heredia.
Torreón, Coahuila.