¿Por qué tardaste tanto, golondrina?
Llegabas siempre en marzo, con los últimos vientos y las primeras lluvias, y hacías tu casa en mi casa, como cada año, como cada vida.
Ahora, en cambio, llegas cuando ya casi se va abril. ¿Te retrasaste tú o se atrasó el mundo? Vienes de prisa, se nota, igual que novia que va tarde a la cita. Aleteas, nerviosa -quizá no sabes en qué día vives-; parece que te buscas a ti misma sin hallarte.
No te apenes. Yo también llego tarde a todas partes, e igualmente me busco sin encontrarme. Ven y haz tu nido con el agua y el barro de la tierra, mismas materias de las que estamos hechos tú y yo.
Aquí las golondrinas son siempre bien bienvenidas: la gente del Potrero dice que fueron tú y tus hermanas las que quitaron las espinas a la corona del Crucificado.
Haz tu casa en mi casa, como siempre. Eso sí: procura no retrasarte tanto el próximo año. Quizá ya no me encuentres, ¿sabes? Hay citas a las que no debe uno llegar tarde.
¡Hasta mañana!...