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Habrá otras torres, pero La Latino es única

ESTá UBICADA EN EL PERíMETRO A DEL CENTRO HISTóRICO, EN MADERO Y EJE CENTRAL

Atractivo. El mirador de la Torre Latinoamericana recibe a 500 mil visitantes al año.

Atractivo. El mirador de la Torre Latinoamericana recibe a 500 mil visitantes al año.

AGENCIAS

Catalogada como inmueble con valor artístico por el Instituto Nacional de Bellas Artes, la Torre Latinoamericana, que este sábado 30 de abril cumple 60 años de haber sido inaugurada, desde su origen fue considerada única por lo que representó como construcción en el suelo fangoso de la ciudad.

"Ha dado la sorpresa de que en el subsuelo de nuestra capital pueda desplantarse sin temores un gran rascacielos con todas sus galas", se publicó en un medio nacional por abril de 1956. Se destacaba la creación de la nueva edificación en el aniversario 50 de la compañía de seguros La Latinoamericana. Poco más de un año después, la obra pasó "su primera prueba" al resistir los embates del llamado Terremoto del Ángel.

Ubicada en el perímetro A del Centro Histórico, en Madero y Eje Central, en medio de edificios coloniales y neoclásicos, la Torre Latinoamericana es un rascacielos único en la zona, con 44 pisos, tres sótanos, sin estacionamientos y sin aire acondicionado, y más bien apoyada en su sistema de ventanas que le da una iluminación privilegiada. Era muy contrastante en una época en la que eran pequeños los edificios y predominaba el concreto. Llegó como una obra ligera, un modelo de arquitectura híbrido, una estructura que, a la manera de una pirámide, guardaba mayor peso en la base y se hacía estrecha en los pisos superiores.

El proceso de ingeniería en La Latino fue pionero en el mundo y sigue siendo la base de todas las edificaciones que se construyen en México. El ingeniero residente de la Torre Latinoamericana, Víctor Hugo Ariceaga Paredes, dice que integró tres teorías de construcción, las cuales antes se aplicaban por separado: "La flotación, el apoyo directo y la compensación de masas. Fue la primera vez que se combinaron esas teorías. La torre es un parteaguas en ingeniería en el mundo".

Hasta el piso 36 operan oficinas de abogados, arquitectos, empresas de celulares y computación, un salón de belleza, dos dentistas, consultorios médicos, un banco, un gimnasio, dos pisos de oficinas compartidas (coworking).

Del 36 hasta arriba, en la llamada área turística, existen dos museos: el de la Ciudad de México, donde se exhiben fotografías de momentos clave en la historia de la capital junto a piezas prehispánicas encontradas durante la excavación del sitio; un segundo museo, del Bicentenario, contiene una colección de imágenes y objetos alusivos a la Independencia, el siglo XIX y la Revolución. Allí también operan un restaurante, el mirador y el telepuerto.

El mirador recibe al año más de 500 mil visitantes. La torre tiene cerca de dos mil personas diarias en promedio, sin incluir a los visitantes al mirador; la población de empleados es de 700 personas. En el mirador el récord se marcó en un día de la Semana Santa pasada: 5 mil 100 personas. El origen de los visitantes es: 20 % turistas extranjeros, 40 % de otros estados de México y 40 % son residentes de la ciudad.

La conservación

La Latinoamericana no es el edificio más alto de México, desde 1972, con el entonces Hotel de México (hoy WTC) dejó de serlo. Sí es el más emblemático, fotografiado e icónico, dice el director Fossas: "Es un punto de referencia. Nació icónico y sigue siendo icónico. Llegamos a los 60 años con mucho orgullo. Sí, conscientes de que hay que mejorar al edificio, pero está en perfecto estado".

La obra tiene una historia distinta de otras, pues fue un trabajo concebido primero en su ingeniería y luego en su arquitectura. El arquitecto Lorenzo Álvarez, nieto del arquitecto constructor de la obra Augusto H. Álvarez, cuenta: "Normalmente el arquitecto es el proyectista del edificio y tiene al ingeniero como asesor. Aquí fue al revés: el constructor y el ingeniero fueron los proyectistas, los hermanos Adolfo y Leonardo Zeevaert. La torre ya venía con ciertas líneas dadas por los constructores y por los dueños".

Augusto Álvarez tenía entonces 34 años y ya había construido edificios para aseguradoras y bancos; a comienzos de los 50 hizo la Facultad de Contaduría en Ciudad Universitaria. "Él estaba en una línea más cercana al movimiento moderno internacional, más hacia Mies van der Rohe. No era de los proyectos favoritos de mi abuelo, a pesar de que era el más famoso".

La Latino, emblema de la Modernidad como rascacielos con vidrio y aluminio, es arquitectónicamente híbrida porque tiene una fachada tradicional en su sistema de manejo de lluvias. Esto genera que se ensucien las ventanas y que se vea sucia la fachada.

La torre hoy requiere una intervención, reconoce su director. Sería una intervención de fachada, desde el nivel de calle hasta arriba, cambio de vidrios transparentes y de los azules, de las láminas de aluminio y de los marcos de las ventanas, además de nueva iluminación. No hay fecha para este proyecto, sólo varias propuestas. El director calcula que se requieren entre 200 y 250 millones de pesos para ello.

Pedro Fossas concluye: "Me encanta que hagan edificios modernos, altos, lo que sea. Yo creo que La Latino seguirá siendo el emblema, el ícono; desde que nació lo es y no se lo va a quitar nadie. ¿Edificio carismático?, la Torre Latinoamericana".

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