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Fonoteca Nacional

Al resguardo de la historia sonora de México

Foto: Cortesía Fonoteca Nacional

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Saúl Rodríguez

La Fonoteca Nacional es una institución que resguarda el patrimonio sonoro de México. Su acervo se nutre de tesoros auditivos invaluables que fungen como testigos de la historia del país. No sólo es una bóveda donde se almacena una gran cantidad de información sonora, sino que también es un espacio de esparcimiento y aglomeración artística del sonido.

Según la Real Academia Española, la palabra fonoteca proviene de los vocablos griegos fono (sonido, voz) y teca (caja, armario) y la define como una colección o archivo de cintas o alambres magnetofónicos, etcétera; impresionados con la palabra hablada, con música u otros sonidos.

Maite Cuende, bibliotecaria de la Fonoteca de la Biblioteca de Catalunya, en su artículo La formación del bibliotecario de fonotecas y archivos audiovisuales en España, publicado en la web del Repositorio Documental de la Universidad de Salamanca (gredos.usal.es), expone que las fonotecas y archivos audiovisuales conservan y ponen a disposición del público un tipo de material muy específico, con unas necesidades de catalogación, preservación y difusión diferentes a las de los fondos bibliográficos. Por lo tanto, el personal bibliotecario deberá estar preparado para procesar, conservar y difundir dichos materiales: es necesaria la especialización.

En México, los esfuerzos para crear una institución de esta índole surgieron en la segunda mitad del siglo XX, pero el desconocimiento de la importancia de estos tipos de elementos auditivos propició la poca presencia de propuestas respecto a este rubro.

El proyecto de la Fonoteca Nacional fue diseñado en 2001, cuando fue incluida en el Programa Nacional de Cultura 2000-2006, como un compromiso de resguardo del patrimonio sonoro de México, parte fundamental de la herencia cultural del país.

Según su portal, la Fonoteca Nacional tiene como objetivo preservar y rescatar el patrimonio sonoro del país, dar a conocer el acervo sonoro que resguarda, fomentar una cultura de la escucha entre la población, estimular la creación y experimentación artística sonora, así como realizar actividades académicas, artísticas y culturales relacionadas con el sonido.

ANTECEDENTES SONOROS

Las raíces históricas que inspiraron la creación del proyecto de la Fonoteca Nacional tuvieron lugar a finales del siglo XIX, cuando en el mundo se empezaron a documentar grabaciones de pueblos indígenas y los medios de comunicación, concretamente la radio, propiciaron su difusión.

Perla Olivia Rodríguez Reséndiz, investigadora del Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas de la UNAM, indica en su tesis doctoral Modelo de desarrollo de la Fonoteca Nacional de México (2011), que los primeros intentos registrados para documentar las emisiones sonoras datan de hace más de 150 años.

“La grabación del sonido tiene una antigüedad de un siglo y medio. Si consideras este tiempo frente al libro, pues el documento sonoro es un recién nacido. Entonces, conforme se desarrollaron los medios de comunicación se empezaron a acumular las grabaciones sonoras y se crearon las primeras fonotecas de radio”, expresa Rodríguez Reséndiz en entrevista para Siglo Nuevo.

La investigadora resalta en su trabajo que en 1857, Édouard-León Scott, inventor del fonoautógrafo, grabó la canción popular francesa Aur Clair de la Lune, considerada la primera grabación sonora de la historia, aunque fue hasta 2008 cuando un grupo de investigadores norteamericanos pudieron reproducir el sonido grabado.

Tiempo después, el 12 de agosto de 1877, el cuestionado inventor Thomas Alva Edison anunció la creación del fonógrafo, que permitió la grabación y reproducción de sonidos, iniciando así la generación de documentos sonoros. Sin embargo, este artefacto no se empezó a utilizar para la investigación hasta que, 22 años después, Walter Fewes llevó a cabo grabaciones sistemáticas en cilindros de cera sobre grupos étnicos de Estados Unidos, Canadá y la región de Sudamérica. Estas grabaciones constituyeron la primera colección sonora de etnología en el mundo.

El inicio de las instituciones encargadas del cuidado de archivos sonoros se remonta al año de 1898, con la fundación de la Phonogrammarchiv, la fonoteca de la Academia de Ciencias y Artes de Austria. No obstante, el uso de la palabra fonoteca no se dio sino hasta la década de 1930, cuando se creó la Fonoteca Nacional de Francia.

Fue en la década de los sesenta que el documento sonoro empezó a ser valorado como tal. “No se valoraba la importancia que tenían estos documentos como recursos de información, como bienes culturales, como patrimonio, como una herencia intangible. Las primeras discusiones se llevaron en la década de los sesenta en el ámbito de la bibliotecología, cuando empezaron a acumularse las grabaciones sonoras y los bibliotecarios empezaron a ver esas grabaciones como documentos especiales” relata la investigadora.

Entonces nacieron propuestas de catalogación para aplicarse en dichos archivos. Fue por eso que en 1979 nació la Asociación Internacional de Archivos Sonoros y Audiovisuales (IASA) como alternativa para intercambiar metodologías respecto a la preservación de las grabaciones sonoras.

“La creación de la IASA, a nivel internacional, fue muy importante porque fue el espacio donde se reunieron estos archivistas, estos bibliotecarios, estas personas que tenían a su cargo colecciones sonoras y que no sabían cómo conservarlas. Se empezaron a intercambiar ideas, métodos y a establecer conocimientos que fueron de mucha utilidad para el futuro”, comenta.

El 27 de octubre de 1980, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), otorgó el reconocimiento como valor patrimonial de los archivos sonoros y audiovisuales y recomendó su salvaguardia y conservación. Esta declaratoria fue un punto de partida para establecer políticas que impulsasen el valor que tienen los documentos sonoros.

Para Rodríguez Reséndiz, el patrimonio sonoro es “doblemente valioso” ya que es patrimonio intangible por su contenido y patrimonio tangible por ser un producto cultural y tecnológico. Considera que desde el momento en que se empezó a grabar el sonido, inició la creación de una herencia que toma registro de la memoria de la humanidad.

RESGUARDO DE UN TESORO NACIONAL

La historia de la Fonoteca Nacional de México comenzó a finales del año 2000, cuando se empezó a diseñar el proyecto del equipo liderado por la doctora Lidia Camacho, quien en esa época laboraba como directora en Radio Educación.

Inspirada en instituciones internacionales como el Instituto Nacional Audiovisual de Francia, donde Camacho realizó parte de su formación, la Fonoteca Nacional emerge como una institución única en su tipo en América Latina.

El proyecto se le presentó en 2001 a Sari Bermúdez, titular del entonces Conaculta y a Reyes Tamez Guerra, titular de la Secretaría de Eduación Pública (SEP) durante el gobierno de Vicente Fox. Se incluyó en el Programa Nacional de Cultura 2000-2006 y consecuentemente emergieron las acciones de su desarrollo.

“Originalmente el proyecto era hacer una mediateca, pero en aquel entonces era muy costoso por el tema del almacenamiento digital y más para el tema videográfico. Pensamos en un proyecto que fuera más realizable en el lapso que nos quedaba de la administración pública, entonces en ese momento lo ideal fue crear la Fonoteca Nacional”, comparte Lidia Camacho, directora de la Fonoteca Nacional, en entrevista con Siglo Nuevo.

Fue hasta el diez de diciembre de 2008 que las instalaciones de la Fonoteca Nacional abrieron las puertas al público. Su sede se enclava en la Casa Alvarado, una vieja y hermosa casona del siglo XVIII declarada patrimonio nacional en 1932, ubicada en la delegación Coyoacán, en la Ciudad de México, misma que entre sus paredes albergó al poeta Octavio Paz durante sus últimos días de vida.

Este inmueble fue restaurado bajo las recomendaciones del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). En su parte trasera se construyó una bóveda de preservación, siguiendo los lineamientos internacionales de la construcción de bóvedas

La Fonoteca Nacional resguarda en su base de datos una gran cantidad de archivos sonoros que incluyen música, discursos políticos, paisajes sonoros entrevistas, etcétera.

Entre este extenso catálogo resaltan las grabaciones que el etnólogo noruego Carl Lumholtz realizó sobre los cantos huicholes. Después del fallecimiento del compositor Chava Flores, su hija María Eugenia Flores, donó su acervo personal a la Fonoteca Nacional; estas melodías de Chava Flores abarcan una amplia gama de estilos musicales como el ranchero, el tango, el vals, el rock y el bolero.

También se encuentra la carta que grabó Porfirio Díaz dirigió para Thomas Alva Edison en 1909, una especie de alabanza al trabajo del inventor norteamericano. El primer fragmento de la carta dice:

“Chapultepec. Agosto 15 de 1909. Señor Thomas A. Edison, estimado y buen amigo, me refiero a su carta 8 de julio. Yo también como usted recuerdo con placer el tiempo aquel que tuve la satisfacción de conocerle y conocer sus atrevidos experimentos, haciéndome partícipe de su fe inquebrantable en el grandioso provenir de las ciencias físicas”.

Otro de los archivos interesantes es la entrevista realizada al pintor Diego Rivera en 1955. Dicho material llegó a las entrañas de la Fonoteca Nacional por la donación de un coleccionista. La entrevista se ejecuta en vísperas de la visita del pintor mexicano a la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS.). Uno de los pocos registros de la voz de Rivera, donde el pintor expresa:

“Así es, mañana a las 11:00 de la noche abordaré un avión de la KML con destino, primero a Montreal, después a Glasgow, más tarde a Ámsterdam, de allí a Praga y de Praga a Moscú. La razón de mi viaje es una invitación, que me honra muchísimo, de la asociación de pintores soviéticos para visitar Moscú y también la Academia de Bellas Artes de Moscú”.

El público en general puede acceder a estos archivos ya sea asistiendo personalmente a la audioteca de la Fonoteca Nacional en la Ciudad de México o a través de su página de internet. La institución ofrece más de 90 mil horas digitalizadas de archivos sonoros.

CONSERVACIÓN DE ARCHIVOS

A principios de la década de los noventa se registraron los primeros trabajos de digitalización de archivos auditivos grabados en soportes analógicos, específicamente en Alemania. Esto cambió de forma radical la historia de la preservación, cobrando una importancia en constante ascendencia.

La preservación y conservación de estos tesoros sonoros no es tarea sencilla. Mucha de la información viene codificada en dispositivos análogos (carretes de cera, cintas electromagnéticas, discos de acetatos de 35, 45 y 78 RPM, etcétera), mismos que con el pasar del tiempo y exposición a diversas condiciones climáticas, se van deteriorando, corriendo así el riesgo de que la información que contienen pueda perderse.

“Llevamos 15 años reflexionando en relación a la importancia de estos patrimonios, de la mejor forma de conservarlos, de preservarlos y sobre todo, generando una concientización de que todo este tipo de instituciones o personas que tienen este patrimonio pues no pueden quedarse así nada más”, explica Camacho.

Por eso los dispositivos sonoros que entran a la Fonoteca Nacional son sometidos a un proceso de limpieza. Según su nivel de deterioro pueden ser tratados en una cámara climática para su estabilización, o bien ser restaurados a través de un proceso digital que permite recuperar el contenido de las grabaciones originales.

En el caso de los dispositivos analógicos, como los carretes de cera o los discos de acetato, el personal de la Fonoteca Nacional recomienda mantener estos artefactos a una temperatura no mayor a 18 grados Celsius y una humedad del 40 por ciento. Dichas condiciones permiten que se pueda detener el deterioro del soporte sonoro.

“En las bases de datos reside toda la metadata de cada audio que resguardamos, y por metadata me refiero a toda la información que tiene que ver con ese acervo: ¿cuándo se grabó?, ¿en qué soporte está?, si es un disco, si es una cinta de carrete abierto, si es un programa de radio, si es una grabación de campo. En fin, es una serie de campos que se llenan para que cuando se quiera buscar ese acervo se pueda hacer de manera mucho más sencilla”, comenta.

El proceso de digitalización consiste en la reproducción del soporte analógico que se digitaliza a través de un sistema informático que permite capturar los datos en alta y en baja resolución. La alta resolución se emplea para la preservación, mientras que la baja permite subir lo digitalizado al sistema para la consulta del público. La resolución se elige de acuerdo al tipo de soporte de donde proviene el archivo sonoro.

“Si se digitaliza solamente a una baja resolución, o cuando la gente dice: ‘¡ah, ya digitalicé mis acervos! Me los quemaron en un CD’, nada peor que ese proceso, pues eso es muy casero. Está bien para un año o dos, pero primero se comprime toda la información y se pierden muchos datos del soporte original. Un CD tiene garantizado muy pocos años de vida. Entonces hay que tener mucho cuidado cuando estamos hablando de lo que implica un proceso de digitalización”, continua.

La Fonoteca Nacional cuenta con un sistema de almacenaje masivo digital. La información que se acumula en esta institución asciende a casi 200 terabytes que almacenan parte de esta memoria. Un administrador de contenidos permite ubicar el archivo de forma instantánea.

“Si alguien quiere donarnos su acervo sonoro sólo tiene que comunicarse aquí a la Fonoteca Nacional. Lo que nosotros hacemos es valorar los archivos de los coleccionistas que quieren donar parte de su acervo y lo pueden dejar aquí como una donación de parte de su acervo o en comodato; es decir, si algún momento dado la gente tiene mayor espacio, mejores condiciones para tenerlos, nosotros por supuesto los ponemos nuevamente en sus manos”, asegura Camacho.

EL JARDÍN SONORO

Además de sus bóvedas y salas, un espacio que resalta y que da un sentido identitario a la Fonoteca Nacional es su jardín sonoro. Un entorno diseñado por el paisajista holandés Kees van Rooij, quien optimizó el lugar para que el visitante obtenga una experiencia única de escucha.

El filósofo canadiense Marshall McLuhan (1911-1980), reconocido por sus estudios sobre los medios de comunicación, expresaba que, luego de la Ilustración y de la Revolución científica, los seres humanos cambiamos de una cultura acústica a una cultura visual.

McLuhan sostenía que en una cultura acústica, el mundo, entendido como sonido, envuelve al ser humano por todas partes y desde todas direcciones a la vez. Exactamente es esta multidireccionalidad la que la diferencia de la cultura visual, que sólo puede experimentarse desde una perspectiva; es decir, vemos lo que está frente a nuestros ojos, pero no lo que hay detrás de ellos.

Con esta idea, el jardín sonoro de la Fonoteca Nacional envuelve al visitante en una atmósfera donde los sonidos provienen de distintos puntos en el espacio, gracias a su sistema multicanal de ocho bocinas, mientras obras de arte sonoro y piezas musicales se adueñan de su programación.

Van Rooij proyectó la superficie por la cual pasea el visitante, para que cuando éste camine, el suelo produzca diferentes sonoridades. Esto se relaciona con las plantas que se encuentran alrededor del lugar, generando una población híbrida formada por la flora y los sonidos.

El objetivo es que los artistas sonoros creen obras multicanal para el jardín, esto con el fin de motivar la práctica de dicho arte.

Además del jardín sonoro, la Fonoteca Nacional cuenta con el Auditorio Murray Schafer, en honor al inventor del concepto del paisaje sonoro; la galería René Villanueva, referente al pintor, investigador y músico mexicano fallecido en 2001; las salas de Capacitación Thomas Stanford y Henrietta Yurchenko, que deben sus nombres a dos grandes etnomusicólogos que recorrieron México documentando sus sonoridades; y por último, los estudios de producción y postproducción Carlos Chávez, inspirados en la figura del compositor y director de orquesta mexicano creador de Sinfonía india.

INFLUENCIA ARTÍSTICA

La Fonoteca Nacional también se caracteriza por ser un espacio de exposiciones, seminarios, talleres, conciertos y presentaciones de álbumes y proyectos de diverso artistas nacionales e internacionales enfocados al estudio del sonido y a la música.

Tal es el caso de Yeudiel Infante, un joven compositor capitalino quien ha desarrollado parte de sus conocimientos y su educación dentro de los muros de la Casa Alvarado.

“Soy muy fan de la fonoteca, creo que eso es importante decirlo. He encontrado muchas cosas muy buenas ahí. No sólo he estado como gestor de presentaciones artísticas, también he sido alumno de algunos talleres y festivales como el /*vivo*/ en 2013, que es el Seminario Internacional de Música y Código, donde estuve en un taller de interfaces de usuario en red que impartió Chad McKinney”, comparte el compositor Yeudiel Infante para Siglo Nuevo.

El joven enfatiza que este taller fue de suma importancia para su carrera, debido a que en esa época él tenía un ensamble de música mixta (instrumentos acústicos más electrónica en vivo), con Libertad Figueroa, llamado (‘bo). Así, su primer acercamiento como estudiante en la Fonoteca Nacional lo recuerda como “algo valioso”, ya que pudo trabajar aspectos en red con los que el sonido del ensamble pudo mejorar.

“Justo cuando estoy en esta época, me di mi primer 'rol' grande por la Fonoteca. Conocí el espacio para consulta de material sonoro y pues me eché un 'clavado'. Después, sería una visita que he realizado varias veces, tanto para trabajo como para conocimiento, temas que me son importantes. No sólo hay cosas sonoras que son impresionantes y documentos musicales, sino que hay lo que quieras; es decir, hay entrevistas que se transmitieron en la radio hace muchísimos años, con escritores, con quien menos te lo puedas imaginar”, recuerda.

Este acercamiento fue vital para Yeudiel en el desarrollo de una obra durante una residencia que realizó en el Centro Mexicano para la Música y las Artes Sonoras de Morelia (CMMAS). La obra suponía una pieza para flauta y acusmática a ocho canales sobre Tzintzuntzan (antigua capital purépecha). La metáfora trata del vuelo de un colibrí que vuelve a su natal Tzintzuntzan, donde fungió un papel divino para los habitantes de esta zona.

“Ahí fue muy importante también, porque la fonoteca tiene paisajes sonoros, sonidos de regiones específicas y de aves. En el estudio acústico que realicé sobre los colibríes de la región (Michoacán), concepto que da pie a la pieza, fue crucial (…) creo que la pieza no hubiera sido la misma y no fuera posible sin la ayuda de la consulta que hice en el acervo sonoro de la Fonoteca Nacional”.

En agosto de 2015, Infante presentó un video en las instalaciones de esta fonoteca. Se trató de un trabajo visual que el compositor realizó para un track de un disco denominado Cinema, que trabajó junto a otros músicos bajo el sello de música contemporánea Cero Records.

“El video que yo hice me fue comisionado porque yo hago música para cine. Cuando me hacen esta propuesta del video me dicen ‘ahora queremos que hagas lo contrario, ya has hecho música para cine, ahora te vamos a dar la música y tú haces el cine’. La idea era que la imagen estuviera relacionada con la música de la misma manera que yo compondría una pieza musical, solamente que utilizando videos de una serie de cintas VHS”, concluye.

INVOLUCRANDO LA SONIFICACIÓN

Por su parte, el doctor Roberto Morales, artista sonoro, compositor de música electroacústica y profesor de la Universidad de Guanajuato, expone actualmente en la Fonoteca Nacional su serie de trabajos Sonificaciones integradas.

Se trata de tres piezas, programadas con el software SuperCollider, donde Morales utiliza la técnica de la sonificación, la cual consiste en la transformación de relaciones de datos a relaciones sonoras; es decir, componer o crear una pieza basándose en la información de algún tipo de datos.

“Sonificación yo lo entiendo como que tú tomas una serie de datos y a partir de eso haces una interpretación de datos desde un punto de vista sonoro; por ejemplo, dices ‘promedio de la temperatura durante cinco días’ y creas un mapeo o una cartografía de datos, a partir de esos datos los transformas en frecuencias, los transformas en amplitud, los transformas en datos que disparen sintetizadores más complejos”, revela el doctor Roberto Morales para Siglo Nuevo.

En la pieza Zanate de luz (2014), Morales se basa en la variación solar y hace colaboración con Karina Álvarez Castillo; en Zabsisi Bizu (enjambre de avispas, 2015) y Hraca xhiña (se vuelve rojo, 2015) se integra la experiencia con fenómenos naturales como auroras boreales y la cosmovisión zapoteca relacionada con el canto y el vuelo de las aves, respectivamente.

El doctor en composición por la Universidad de Berkeley, aclara que el común denominador de las piezas es que resultan dinámicas, ya que en ellas nunca se repite ningún patrón, en las piezas, el visitante nunca se escuchará lo mismo.

Para la exposición de este trabajo Morales presentó su obra a la doctora Lidia Camacho y a Tito Rivas (encargado de la programación en la Fonoteca Nacional), quienes quedaron fascinados con su fenomenología sonora. Cabe destacar que si un artista sonoro o músico desea exponer su trabajo en la fonoteca, sólo necesita tener una obra que esté vinculada con el sonido y contactar al personal de la institución para cerciorar la viabilidad y logística de la exposición.

“La Fonoteca Nacional es un espacio muy importante, en el sentido de que hay una documentación en cuestiones de musicología, arte sonoro, lo que es sonido y demás. Es así como un museo dinámico donde nosotros podemos presenciar diferentes manifestaciones y cuyos espacios se prestan también para poder realizar instalaciones sonoras y eso definitivamente lo hace un lugar único”.

La exposición se encuentra abierta al público en las instalaciones del recinto desde el pasado 10 de diciembre de 2015 y estará disponible hasta el próximo 31 de marzo de 2016. El horario es de lunes a viernes de 9:00 a 19:00 horas, y sábados de 9:00 a 18:00 horas. La entrada es gratuita.

IMPACTO EN EL FUTURO

El rubro que pretende seguir la Fonoteca Nacional, ahora dependiente de la Secretaría de Cultura, seguirá enfocado en el tema de la conservación y la preservación del patrimonio sonoro nacional. También se esmera en continuar con el programa de conciertos, las sesiones de escucha, presentaciones de discos, conferencias, talleres, cursos, etcétera.

Otros proyectos como el diplomado en Patrimonio Sonoro y Audiovisual (dirigido a profesionales y personas de Iberoamérica interesadas en la conservación del sonido e imágenes), o el trabajo constante en la red de fonotecas nacionales, son ejemplo de lo anterior.

Perla Olivia Rodríguez Reséndiz estima que la clave se encuentra en la actualización permanente de la fonoteca respecto a la conservación digital, el mantenimiento del equipo y la creación de estructuras sustentables.

“Por otra parte, también mantener el ‘saber hacer’, porque como institución pública, el cambio de roles sistemáticos y el hecho de que la formación que tiene la gente que ha estado trabajando en los procesos documentales, no se puede sustituir de la noche en la mañana como se hace en otras instituciones. Yo creo que tiene un futuro muy prometedor, siempre lo ha hecho en estos primeros años, la fonoteca debe mantenerse actualizada”, concluye Rodríguez Reséndiz.

Twitter: @BeatsoulRdz

Fonoteca Nacional
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Espacio Audioteca Octavio Paz
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Colecciones sonoras.
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Procesos de conservación y preservación de las colecciones sonoras.
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Proceso de digitilización.
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Jardín Sonoro.
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Conciertos en las instalaciones de la Fonoteca Nacional.
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Exposiciones Sonificaciones Integradas por tres instalaciones sonoras que a través de videoproyecciones y loops dinámicos recrean la radiación solar, un enjambre de avisaps y auroras boreales.
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