Columnas la Laguna

CRÓNICA DE UN DESCONTÓN POLICIACO

SERGIO 'GUAYO' VALENZUELA

Suelo salir a caminar al anochecer. Con anterioridad solía hacerlo con frecuencia. Durante el periodo de violencia lo realizaba asiduamente, y no recuerdo el menor inconveniente. Pero el pasado sábado 6 de febrero, a eso de las 10:40 de la noche, la tosca realidad me dio un golpe en las costillas; aprovechó que estaba de espaldas mientras discutía mi derecho a cohabitar en tranquilidad.

Las caminatas prefiero hacerlas por el bulevar Constitución rumbo a la colonia San Isidro. Pero esta vez decidí hacerlo por el bulevar que está pegado al lecho seco del río Nazas. Durante mis recorridos voy pausado, diviso el paisaje urbano, la arquitectura de las casas, que en aquel entorno contrasta visualmente con la parte silvestre del lecho seco.

Iba pensando en diversas cosas, cuando entre las calles José Cueto y Jorge Muñoz de la colonia Las Margaritas, justo afuera de un negocio de construcción, se me acerca una patrulla, se detiene. Impetuosamente bajan los dos elementos, me empiezan a hacer preguntas, me incomoda su actitud, y recuerdo: nadie tiene derecho a coartar el libre tránsito, dicen que dice la Constitución.

Les indico que antes de yo responderles tendrán ellos que identificarse. Les pido sus nombres y que me informen mi supuesta irregularidad. El copiloto se niega. ¡Ah, chinga! Por eso trae uniforme. El piloto, un sujeto de lentes, me dice algo, pero constantemente se cubre el rostro con una bufanda. El entorno es oscuro, no pasan autos ni personas. Mi actitud les disgusta y yo estoy convencido a no ceder.

Alegan revisión de rutina. Les muestro mi credencial de elector, el piloto la toma, checa el domicilio e insiste: dice que me va a revisar y que ponga las manos en la parte trasera de la patrulla. De nueva cuenta le manifiesto mi malestar. Sigue el toma y daca. Pierdo de vista al otro.

Repentinamente estalla su naturaleza, aprovechándose de la superioridad numérica y sus armas, el copiloto me toma por la espalda, me somete y entre insultos me de golpazos en las costillas. Me ponen las esposas.

-¿A poco te crees muy verga? Te voy a meter a la patrulla para que nadie vea cómo te madreo, voy a hacer las cosas como yo quiero- me dice el copiloto.

Ya dentro del automóvil, diviso lo que parece un reverendo muladar: papelitos, papelotes, basura por doquier, vasos, platos de comida usados y yerbas. Y la agresión continúa.

-Tú eres el que anda robando carros ¿verdad? O me dices la verdad o te la saco a putazos, te va a cargar la verga.

Le dan marcha al auto e insisten:

-¿Dónde está la morra con la que andabas?

Trato de explicarles, pero continúan:

-No que muy vergas haya abajo, te voy a partir tu puta madre, no la vas a contar... ¿Dónde esta la morra? -insiste-. Nos dijeron que andabas con una vieja, que es tu cómplice.

Se detienen a un par de cuadras, justo entre José Ortiz y avenida Margaritas.

-¡Te vamos a sacar la sopa! ¡Si no nos dices te vamos a matar, cabrón!

Les digo que mi hermana vive a media cuadra, que podemos ir. Dicen que les vale madres. Me doy cuenta que las esposas me calan fuertemente y que si insisto en discutir lo aprovecharán para continuar descontándome. Ahorita yo soy el único del que pueden abusar. El entorno me hace recordar los levantones del pasado periodo de violencia y le ruego a Dios que realmente se haya ido.

-Colaboro en el DIF- le respondo al piloto cuando me pregunta "¿dónde jalas?". -A mí me vale madre que trabajes ahí, te voy a llevar a la Colón- me responde.

Yo le digo:

-Pues adelante... pero si quieres saber quién soy, toma mi teléfono y llámale a gente más pesada que tú.

El copiloto insiste con los insultos, amenazas, muchos "chingaos y otras vergas". Vuelvo a preguntarles:

-¿Cual es el delito?

Me dicen que soy señalado por los vecinos por robar carros, y que les tengo que decir, "a huevo", dónde está la mujer con la que yo andaba. En eso estamos. No ceden. Llega otra patrulla. Los dos descienden. Luego regresan para bajarme.

Un oficial robusto y cachetón, que parece su jefe, empieza con similares preguntas. Los otros dos comienzan a esculcarme y un tercero revisa los mensajes de mi celular.

Abren mi cartera y sólo encuentran la nulidad de sus argumentos. Me preguntan que si ando pedo, yo le soplo lo más cerca posible. Me quitan las esposas. El jefe me pregunta por mi trabajo y si me han robado o golpeado. Sólo hasta entonces les digo:

-Hago caricatura política.

El jefe les da una seña en clave y los dos primeros, el golpeador junto con su compinche, huyen de la escena. El jefe me ofrece disculpas. Me da su clave: Jaguar no se qué diantres; y me ofrece llevarme al hospital a revisión cuando le informo de los golpes y lo demás de que fui sujeto. Le digo que sí puedo disculparlo a él, por discutir para mí no hay problema. Pero aquél que aplicó su violencia con singular gandallez, tendrá sus consecuencias.

Nos despedimos sin mentadas. Aturdido por la injusticia junto con el dolor en las costillas empiezo a preguntarme: ¿cuál es el delito de salir a caminar en las colonias vecinas de mi casa? La primera patrulla era la 35173.

Al lunes siguiente, con el apoyo de la regidora Vero Soto y sus colaboradores, acudí al departamento de Asuntos Internos del ayuntamiento de Torreón. El Lic. Benjamín Noyola y su equipo de trabajo me trataron atentamente, quedaron de resolverme la semana que entra. Estaré esperando.

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