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EL SONIDO DEL SILENCIO

RAÚL HUMBERTO MUÑOZ ARAGÓN

A veces, el silencio grita tan fuerte que carcome los corazones, que sacude conciencias. El silencio grita en los rincones más profundos, íntimos, personales… y duele; retumba en la esencia que nos hace seres humanos. La voz que se silencia es una oportunidad perdida de tener una visión diferente y más completa del mundo, de la realidad que nos rodea. El silencio forzado es un agravio a cada uno de nosotros que conformamos esto que llamamos humanidad; el silencio es un dolor que no termina nunca, es la ausencia total e inevitable, infinita. El silencio obligado está en contracorriente con nuestra esencia, va en detrimento de nosotros mismos.

En la Declaración Universal de los Derechos Humanos -esa que se ha cultivado con sudor, sangre y lágrimas de todos los pueblos- establece en su primer artículo que: "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros". Esto en reconocimiento de la dignidad y los derechos iguales, irrenunciables e inalienables que todos tenemos ("los miembros de la familia humana", como ahí mismo se asienta, una familia harto disfuncional lamentablemente), declaración que habría de ser el fundamento para una vida plena, en libertad, justicia y paz.

Declaración que nos habla de la maravilla que el ser humano lleva implícita por el solo hecho de tener la conciencia y la posibilidad de visualizarse a sí mismo en esta realidad, el de describir sus sueños, ideas, anhelos, temores. La grandeza de hombres y mujeres es tal que sólo es comparable a la enorme torpeza y estupidez que en su esencia pareciera estar inmersa. Tristeza que carcome el alma, pues al ver las grandezas del espíritu humano, como la Capilla Sixtina, el Taj Mahal, los Caprichos de Paganini, los versos de Whitman, los murales en Altamira o El Lago de los Cisnes que se empequeñecen a ínfimas dimensiones con las imágenes que nos traen hoy en día los medios de comunicación; ese pequeño de sólo siete meses asesinado en Oaxaca junto a su familia, al cual se le negó el derecho a una vida, así sin adjetivos, ni plena, ni nada; o la imagen de Anabel Flores, periodista veracruzana, madre de familia, que por el hecho de ejercer el derecho de hablar hoy grita en silencio.

Más de 285 agresiones a periodistas, 32 de ellos desaparecidos de acuerdo con el Informe especial de Article19; en la última década, han sido asesinados más de 80 periodistas, 3 de ellos muertos en lo que va de este 2016… Todo esto en México, en este México, lindo y querido; enormemente herido. ¿Qué haremos cuando nos quedemos sin voz? ¿Cuánto más dejaremos que el silencio nos grite a la cara por aquello que hacemos, que dejamos de hacer o lo que quizá sea peor, dejamos hacer?

México junto -solo por mencionar algunos- con Rusia, Turquía, Libia, Jordania, Irak, Egipto, se encuentra entre los países más peligrosos para el oficio de periodismo, ese sueño que pareciera utópico de informar del hacer y quehacer del hombre. De acuerdo con el Informe Mundial de Reporteros sin fronteras, en el capítulo dedicado a nuestro país, se afirma que "México es uno de los países más peligrosos del mundo para los periodistas; las amenazas y los asesinatos a manos del crimen organizado -incluso de las autoridades corruptas- son cosa de todos los días. Este clima de miedo, junto con la impunidad que prevalece, genera autocensura, perjudicial para la libertad de información". Y el silencio sigue.

El artículo 19 de la citada Declaración Universal de los Derechos Humanos plantea claramente: "Toda persona tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye no ser molestada a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión."

Más datos: el Informe "La desaparición y la desaparición forzada de quienes ejercen la libertad de expresión en México" de Article19, publicado este febrero de 2016, dice: "De 2003 a 2015, en promedio han desaparecido dos periodistas por año. Los estados de Veracruz, Tamaulipas y Michoacán concentran 15 de las 23 desapariciones, es decir, cerca de 65% de los casos, mientras que Guerrero, Nuevo León, Coahuila, San Luis Potosí, Chihuahua, Sinaloa y Tabasco, tienen entre uno y dos casos por estado".

De nada valen El David, Los siete samuráis, Las señoritas de Avignon, La Divina Comedia, El Quijote de la Mancha, La Novena Sinfonía de Beethoven o cualquier otra obra de arte si no somos capaces de entendernos, de saber que los "prójimos" son todos aquellos que nos acompañan hoy en esta odisea que es la vida; somos Ulises modernos, y este viaje que nos ha tocado andar es igualmente trascendente; no importa si se tienen un dios o muchos dioses, el color de piel o de ojos, género, edad, profesión, preferencias personales, sean del índole que sean. Todos tenemos derecho a no guardar silencio.

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