Siglo Nuevo

Nuri Bilge Ceylan

La melodramática esencia de la vida

Tres monos, 2008.

Tres monos, 2008.

Manuel Serrato

Con planos abiertos de naturaleza exuberante o ceñidos encuadres en habitaciones sombrías, las historias que cuenta el multipremiado cineasta Nuri Bilge Ceylan tienen un solo propósito: explorar los más oscuros intersticios del alma humana.

Una tarde de 1993, Nuri Bilge Ceylan (Estambul, 1959) desempacó unos viejos negativos que adquirió en un viaje por Rusia y con el equipo descontinuado que le donó una televisora local, se aventuró a realizar su primer cortometraje: una poética transición de tomas a blanco y negro en una atmósfera rural, con sus padres como protagonistas. El futuro director se había graduado como ingeniero eléctrico en 1985, pero al no saber exactamente qué hacer con su vida, se embarcó en largos viajes y tras 18 meses de servicio militar, decidió estudiar cine en la Universidad de Mimar Sinar, de la que desertó al poco tiempo y, en plena treintena de edad, emprendió un camino autodidacta en el desarrollo aparentemente tardío de su vocación. En 1995, ese primer y artesanal trabajo fílmico, titulado Koza (que como apropiada metáfora en la carrera del realizador significa “capullo”), se convirtió en el primer cortometraje turco seleccionado para su proyección en el Festival de Cannes.

En las postrimerías del siglo XX, Nuri había fabricado su propio estilo narrativo con los largometrajes Pueblo chico (Kasaba, 1998) y Nubes de mayo (Mayis Sikintisi, 2000), que obtuvo diversos premios internacionales. No obstante fue Lejano (Uzak, 2002), la película que lo catapultó como galardonado habitué del Festival de Cannes, pues obtuvo con ella el Gran Premio del Jurado en 2003 y reconocimientos en festivales de Estados Unidos, Turquía, España, Italia e incluso en nuestro país, al obtener en 2004 el Premio al mejor director en el Festival de Cine Contemporáneo de la Ciudad de México. El filme, que combina ambientes claustrofóbicos con bellos panoramas nevados, narra la cruzada del ocioso Yusuf por obtener un trabajo de marino mientras se queda en casa de su tío Mahmut, un rico y atribulado fotógrafo que lleva una vida llena de falsedades.

Con Climas (Iklimler, 2006), premiada, para no variar, en Cannes y Turquía, Nuri pone de manifiesto su polivalencia artística, pues no sólo escribe y dirige, sino que además protagoniza esta inquietante historia sobre una pareja en conflicto y el devenir de su relación. Como coestelar, aparece Ebru Ceylan, su esposa en la vida real y con quien más adelante coescribirá nuevos guiones.

TRES MONOS

No hay otra luz que la del coche atravesando un camino boscoso. No hay más sonido que el de la lluvia derramándose sobre la noche de Estambul. De pronto algo cruje, algo golpea y, en la penumbra mojada, un peatón yace sin vida. Servet, el político al volante, revisa que no haya testigos. Está en plena campaña, no puede permitirse un escándalo por homicidio. El leal Eyüp, uno de sus empleados, deberá asumir la culpa y la condena por el atropellamiento. En compensación, su esposa Hácer y su hijo Ismail, recibirán una fuerte suma mensual mientras la frivolidad, el engaño y la indiferencia rigen sus abúlicas vidas.

Con Tres monos (Üç Maymun, 2008), Nuri recrea el antiguo principio oriental representado por tres simios que se tapan boca, ojos y oídos, para constreñir al hombre a mantenerse ajeno a las maldades del mundo. No obstante, lo que el cineasta turco plasma en su historia es una suerte de tergiversación moderna de aquel milenario código ético, pues pareciera que la norma social actual, en aras de garantizarnos un poco de paz en esta vida convulsa, es permanecer indiferentes ante las injusticias del entorno: no ver, no escuchar, no hablar, aunque con ello fortalezcamos los vicios y demonios que constantemente nos acechan. Así, los tres miembros de la familia protagonista: Eyüp, Hácer e Ismail, intentan preservar una falsa armonía ignorando el abismo que, en consecuencia, va creciendo en torno a ellos.

Más allá del drama familiar, las traiciones, desengaños e inesperadas escenas de surrealismo fantasmagórico, la película resalta por la saturación cromática del ambiente. Ceylan, en la fase de postproducción, decidió que alterar los colores le conferiría un toque de misterio a la ya de por sí densa atmósfera de la película. Una bahía resplandeciente sobrevolada por gaviotas que bajan desde un cielo límpido, las vías del tren cortando el hierbajo de una ladera, árboles coronados por gruesos nubarrones estivales y una carretera reverberante a pleno sol, resultan no sólo pinceladas fotográficas de gran belleza, sino respiros necesarios en medio de una historia que transcurre casi toda entre paredes, con tomas muy cerradas y largos silencios. No hay música: el soundtrack de la película lo constituyen relámpagos y lluvia, puertas que se abren, trenes que rechinan y un celular que casi siempre suena inoportunamente. Toda esta meticulosidad en la construcción de su propio lenguaje cinematográfico, le valió a Nuri otro premio en Cannes, esta vez el de Mejor director en la edición 2008.

ÉRASE UNA VEZ ANATOLIA Y SUEÑO DE INVIERNO, INFLUENCIA RUSA

Por la exuberante estepa de Anatolia, un asesino conduce a un médico y a los investigadores de la policía hacia el lugar donde ha escondido el cuerpo de su víctima. Sin embargo no recuerda, o no quiere recordar, el punto exacto del crimen. Las pesquisas, entonces, se van complicando. Érase una vez en Anatolia (Bir zamanlar Anadolu'da, 2011) está contada en un lenguaje tan chejovniano, que no deja dudas sobre el peso que la literatura rusa tiene en la filmografía de Nuri Bilge Ceylan. La historia se construyó a partir de las vivencias juveniles del actor Ercan Kesal como médico rural en aquellos parajes, por lo que en este filme comparte el crédito de guionista junto al propio Nuri y su esposa Ebru. Ceylan obtuvo de nueva cuenta el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes 2011, el Premio Asia-Pacífico por mejor fotografía y dirección, además del Premio Netpac en el Festival Internacional de Cine de Karlovy Vary, en República Checa.

Sin embargo, la obra de Ceylan que más homenajea la literatura rusa es Sueño de invierno (Kış Uykusu, 2014), mayormente conocida por su título en inglés: Winter sleep. Con este largometraje, Nuri se aventuró a desafiar su estilo silencioso para presentar una historia con diálogos mucho más teatrales que cinematográficos. Tejida a partir de cuentos de Chejov, Tolstói y Dostoyevski, la película nos muestra a Aydin, un actor retirado que regenta un pequeño hotel de montaña enclavado en la profunda y hechizante Capadocia, región milenaria de rocas de otro mundo y caballos salvajes. Cuando el invierno azota y el paisaje se vuelve blanco, el albergue y las vidas que en él convergen, se van transformando como la nieve sobre la hierba marchita. Ceylan volvió a constatar su hegemonía en el Festival de Cannes al obtener, ese año, la Palma de Oro.

EXPLORACIÓN HUMANA Y CONSTRUCCIÓN DE ESPERANZAS

Descifrar el alma humana es una odisea imposible. Explorarla, en cambio, es una fascinación inherente al quehacer artístico. A decir de Nuri Bilge Ceylan, el cine, como arte joven, es mucho menos poderoso que la literatura, pero especialmente enigmático en su propia reconstrucción del mundo. Si la vida es en esencia melodramática, conocer la parte más oscura de la naturaleza humana no significa ceder a la degradación, sino acceder a la posibilidad de construir esperanzas de cara al futuro. Al menos eso es lo que sostiene este imperdible realizador, este poeta del silencio y de la imagen.

Twitter: @manuserrato

Lejano, 2002. Foto: NBC Films
Lejano, 2002. Foto: NBC Films
Tres monos, 2008.
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Sueño de invierno, 2014.
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