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La preocupación patológica

Obstáculos originados con el pensamiento

Foto: Archivo Siglo Nuevo

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Marimar Centeno

Es normal que los seres humanos experimenten preocupación, esto ayuda a anticipar peligros y evitar situaciones problemáticas, sin embargo, hay ocasiones en que una serie pensamientos adversos se recrean de forma reccurrente en la mente y hacen entrar al organismo en un estado de preocupación perpetua que terminará por afectar la salud física y emocional. Por este motivo, se debe tener bien claro en qué momento deja de ser normal la preocupación.

La vida no es lo que te sucede, sino lo que tú eres capaz de hacer con eso que te sucede

Aldous Huxley

Un pensamiento puede cambiar significativamente nuestro estilo de vida, el poder de la mente es tal, que al imaginar recurrentemente el peor panorama podemos experimentar un estado de angustia y ansiedad derivados de la preocupación que se originó con el pensamiento.

Cuando sentimos preocupación se activa nuestro cerebro emocional, empieza a buscar una solución a una situación problemática, es un proceso emotivo y cognitivo que nos puede ayudar a través de nuestro diálogo interno a encontrar distintas alternativas de solución ante la situación a la que nos estamos enfrentando.

Preocuparse es normal y puede ser en algún grado benéfico cuando se anticipan peligros y se logra evitarlos, pero puede convertirse en un problema si la preocupación se hace crónica y recurrente. Hay personas que se preocupan por cualquier situación y empiezan a imaginar el panorama más pesimista y desagradable, esto puede tener efectos secundarios graves como ansiedad, insomnio, irritabilidad, onicofagia e incluso alopecia, que es más común entre los hombres.

La finalidad de la preocupación es resolver de la mejor manera algo en específico, de ahí la importancia de saber distinguir, apegados a la realidad, qué es lo que está a nuestro alcance solucionar y hacerlo. Debemos reconocer nuestras limitaciones y no entregarle nuestra atención y tranquilidad a los problemas cuya solución no esté a nuestro alcance, ya que esto nos hará caer en un círculo desgastante de pensamientos recurrentes que no resolverán nada pero que sí pueden tener consecuencias somáticas serias que, a su vez, pueden detonar un trastorno de ansiedad generalizada.

El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V, por sus siglas en inglés) de la Asociación Americana de Psiquiatría, señala como criterios para el diagnósticos del trastorno de ansiedad generalizada tener en cuenta si la mayor parte del tiempo se presenta ansiedad y preocupación tan excesivas que resulta difícil controlarlas; o al menos tres de los siguientes síntomas: inquietud o sensación de estar atrapado o con los nervios de punta, fatiga, dificultad para concentrarse o quedarse con la mente en blanco, irritabilidad, tensión muscular, problemas de sueño.

La ansiedad, preocupación o los síntomas físicos causan malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento, la alteración no se puede atribuir a los efectos fisiológicos de una sustancia, ya sea droga o medicamento, ni a otra afección médica o algún otro trastorno mental como ataques de pánico o fobia social.

Cuando no se reconoce como un problema que se debe atender, puede generar ruptura de los vínculos cercanos. La persona que recurrentemente se preocupa por todo, aleja con su comportamiento pesimista a las personas de su alrededor, en algunas ocasiones parece estar presente en una conversación pero su mente está ausente tratando de resolver situaciones ajenas a ese momento y se pierde de detalles importantes de alguien que está compartiendo lo que no se puede recuperar, su tiempo.

DONDE SE PONE LA ATENCIÓN HAY EXPANSIÓN

La neurociencia demuestra que la atención moldea la experiencia al seleccionar algo de todo lo que sucede en nuestro mundo interno o externo.

Nuestras experiencias van tomando forma a través del pensamiento, tenemos el poder de elegir en qué vamos a centrar nuestra atención, es importante ver siempre el panorama completo; si estamos frente a un jardín lleno de rosas podemos elegir apreciar el aroma y color de las flores o centrar nuestra atención en las espinas, la decisión es personal. Así ocurre con cada experiencia que tenemos en nuestra vida diaria, aunque las situaciones sean adversas, poner atención a lo que nos resta energía y vitalidad hará que nuestro pesimismo y preocupación crezca, poniendo de por medio nuestro bienestar emocional y físico.

Hay personas que duermen poco y no disfrutan su ciclo de sueño, las noches les parecen eternas, los pensamientos recurrentes sobre cómo podrían solucionar sus problemas les resultan tormentosos, despertarse angustiados y cansados es algo a lo que poco a poco se van acostumbrando y sin darse cuenta su mundo interno está siendo consumido por la preocupación que generó un pensamiento. Otras personas viven pensando anticipadamente en lo que aún no sucede, preocupadas por cualquier cambio que pueda alterar su forma de vida sin saber realmente si serán capaces de adaptarse a una nueva situación.

Ser aprensivos es una manera de disfrazar la preocupación patológica, pensar siempre que puede ocurrir algo malo a las personas cercanas, puede tener como consecuencias que haya una detención en su desarrollo psicosocial impidiendo su autonomía y creando hábitos de dependencia emocional.

VOLVER A NUESTRO CENTRO

La preocupación patológica y la ansiedad generalizada tienen solución; a través de la psicoterapia se puede alcanzar un estilo de vida saludable, existen técnicas específicas para poder tener autocontrol, el acompañamiento durante el proceso de autoconocimiento, nos conduce a regresar a nuestro centro, que es una condición natural para vivir y disfrutar plenamente nuestra existencia.

La actitud que tomemos frente a lo que nos sucede hará la diferencia, poner atención a lo real y lo que verdaderamente está a nuestro alcance nos ayudará a resolverlo de manera eficaz.

Una persona centrada es emocionalmente inteligente ante cualquier situación, no reacciona, acciona sus recursos para no salirse de sí sea cual sea el estímulo externo, está consiente que tiene el poder de elegir su respuesta, deja de vivir de forma reactiva. Cuando reaccionamos, significa que la respuesta viene de nuestra memoria, que ha estado condicionada a la experiencia de todo lo que hemos observado. Cuando accionamos, la respuesta viene desde nuestro interior, nuestro centro jamás responde de manera impulsiva, no se preocupa ni se turba ya que su estado natural es la paz.

Twitter: @Marimar_Centeno

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