Chichén Itzá
El suelo sagrado de los itzáes, localizado a unos kilómetros de Cancún, es uno de los sitios más bellos de México, y del mundo. Naturaleza, arte y misticismo confluyen en este lugar para regalar a sus visitantes una probadita de la apasionante cosmogonía maya.
Doscientos kilómetros separan a la bella ciudad caribeña de Cancún de una de las más imponentes ruinas del mundo maya: Chichén Itzá. Si no se cuenta con un auto la mejor manera de llegar al lugar es en autobús desde la central de la ADO en Cancún. De cualquier forma hay que recorrer un poco más de tres horas por la carretera federal 180 con rumbo a la pequeña población de Pisté. El tedioso recorrido vale la pena una vez que se pisa el suelo sagrado de los itzáes.
Con la emoción de la primera vez, el viajero se adentra en el Mayab, lugar de los escogidos. Desde la entrada, uno de los primeros edificios es el famoso templo a Kukulkán; más conocido como “El castillo”. Todo en este templo está matemáticamente y astronómicamente calculado en base a sus dos calendarios. Tiene cuatro escalinatas con 91 escalones (364 en total), considerando la última plataforma suman 365 días solares. En marzo, con el equinoccio de primavera se puedes apreciar el descenso de Kukulkán por los basamentos de la pirámide. Un juego de sombras que crean un efecto de una serpiente zigzagueando hasta unirse con la cabeza. Todo aventurero debería ver este maravilloso espectáculo al menos una vez en su vida. Lo ideal es viajar con alguien que conozca mucho sobre el sitio, o bien, contratar a alguno de los guías de la zona, hay muchos simbolismos y datos ocultos y saberlos hace la diferencia al momento de querer entender Chichen Itzá y su pueblo.
Continuando el recorrido, el viajero no puede dejar de visitar el majestuoso juego de pelota, el más grande y mejor preservado de Mesoamérica. En una de las paredes hay un retablo que representa a los jugadores de pelota y los sacrificios hechos después del ritual, un bello ejemplo de la cosmogonía maya.
Un edificio cercano y que no puede dejar de verse es el Tzompantli, esa misteriosa plataforma llena de cráneos de piedra que es influencia cultural de los pobladores del Valle de México. Otro lugar donde puede apreciarse dicha influencia es el Templo de los Guerreros, construido a semejanza de la pirámide de Tula, con sus guerreros de piedra siempre alertas y el Chac Mool con su ofrenda entre las manos. Si se continúa derecho por una pequeña vereda se llegará al cenote sagrado.
Caminando hacia el sur se podrán encontrar dos de las joyas más bellas de Chichen Itzá: El caracol y el Templo de las monjas. Este último es un ejemplo de la opulencia de los gobernantes con sus elaborados retablos y jeroglíficos, así como un estilo arquitectónico Puuc. Dispuestas a lo largo de todo el recorrido se pueden encontrar varias estelas mayas así como bajo relieves con fechas calendáricas o representaciones de guerras y eventos importantes, saber un poco de la iconología Maya es emocionante ya que es posible entender un poco más los mensajes, aunque siempre está la ayuda de un guía que nos acerca a la visión de este pueblo.
La gente se reúne alrededor de la pirámide para ver el descenso de la Serpiente Emplumada, pero el cielo se ha nublado densamente. Sobre el bullicio se oyen unas voces misteriosas, como un canto que se eleva al cielo. Hincado sobre una rodilla, un hombre de camisa blanca, morral al hombre, sombrero tejido, piel quemada por el sol y cabellos desaliñados, forma con sus manos una cueva frente a su boca y deja salir una voz cortada, hace un movimiento con la mano y deja escapar de nuevo su voz, dirigiéndose al cielo. Incrédulos vemos como el cielo se abre y deja escapar unos cuantos rayos de sol por unos minutos; Kukulkán ha descendido entre los mortales.
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